Palabra de Antígona
“Si hay 50 por ciento de mujeres en las listas electorales es porque son las hijas, las esposas, las sobrinas, las tías, las parientas de los hombres en distintos poderes. A ellas nadie las ensalza porque heredaron la vocación política… Como si fuera biológico y no de género o social”
Sara Lovera
México
D.F., 20 abr. 15. AmecoPress.- No hay nada más importante para un jefe
de familia que heredar su visión y sus valores. En las familias
tradicionales esto es importante no sólo para el patriarca, sino para
la abuela, para una madre amorosa y para la parentela; que los hijos
continúen la vocación del jefe y hasta sus actitudes, lo aprendimos
mexicanas y mexicanos en la época de oro del cine nacional que se
incrustó en alma popular. Que las hijas y los hijos continúen con la
obra o el negocio de un médico, un industrial, un hacendado o un
artista.
Claro, dirán
las y los jóvenes ni se acuerdan, es posible. Pero para varias
generaciones estas repetidas escenas que nos hacen recordar a los
hermanos Soler y a doña Sara García, se convirtieron en parte de
nuestro pensamiento y en el terreno de la política y en el pensamiento
crítico, en una colisión de intereses y hasta en muchos y muy variados
conflictos. Y son un valor. Valor patriarcal que trasciende
generaciones, culturas de otros lares y que está profundamente
arraigada. No la podemos borrar, hasta que no desmantelemos este
sistema de pensamiento.
Mientras tanto
existe. Se ha fomentado y está internalizado en cada persona como signo
de orgullo. Se practica, promueve y es sembrado. De la cuna, a la
escuela, la religión y en los medios de comunicación. Hay excepciones y
hay feminismo que desea eso no pase con sus hijas e hijos.
¿No es por
ello que se habla en nuestra historia de las familias? Las que
mantienen por 50 o 100 años un restaurante, un terreno cultivado, una
industria o una cadena de tiendas, como positivo y contradictoriamente
las mismas que mantienen por generaciones un banco, un monopolio
televisivo, una marca, malo. ¿Locura, frenesí, contradicción, absurdo?
He llegado a pensar estos días que esta es una contradicción que
conspira contra la democracia.
En la
realpolitik, este “valor” es un gravísimo pecado que contribuye, desde
mi punto de vista, también, a la desmesura y la antidemocracia. Es
decir, es crítico en la política liberal, pero es al mismo tiempo un
deseo compartido y fomentado.
Pecado que mi
hija siga mis pasos para convertirse en dirigente; que mi sobrina haya
heredado el afán de hacer y participar en una organización social que
“ha sido el motivo de mi vida”; que mi esposa “se vuelva al poder y no
a la familia”, a estas esposas, hijos e hijas, en el terreno político,
no se les concede el derecho a la duda. Se les fustiga, a veces con una
superficialidad que asusta. Mientras he visto a muchas feministas que
les brillan los ojos cuando te cuentan que sus hijas también son
feministas.
Parece que
siendo mexicanas y mexicanos, esas personas, esposas, hijos e hijas, no
tienen derechos ciudadanos, y sus aspiraciones son permanentemente
calificadas como nepotismo, tráfico de influencia, impropio,
inoportuno, improcedente, incorrecto, en una palabra indecente.
¿Alguien le
preguntó al hijo del abogado? ¿A la pareja de médicos? ¿O a la hija de
una periodista? ¿O a la hija de una actriz? O alguien pone en duda que
el vástago no sólo siga los pasos de su familia, sino que los supere; o
la vida intelectual de sus padres o se dedique a cantar, a tocar, a
pintar, a bailar, porque su familia se dedica a ello.
Y como bien se
sabe de esas hay cientos de familias quienes a partir de sus lazos
sanguíneos construyen el andamiaje para que las futuras generaciones de
ese apellido, nombre, industria, vocación, continúen lo que alguna vez
iniciaron sus antepasados. Los críticos de hoy, siendo hermanos de
varios con su actividad, de todas maneras a las familias de
industriales, comerciantes o artesanas las van a criticar. Hablo de
hermanos politólogos y críticos: los Reyes Heroles, los Peterson, la
pareja Aguilar Camín, los herederos de Granados Chapa, etc.
¿Cuál sería la
diferencia entre heredar a una o un descendiente una gerencia comercial
en una empresa, la vocación intelectual y un cargo de elección popular
en política? Ese es el dilema en una sociedad como la nuestra, fundada
en la desconfianza. Todo está prohibido en la ley, pero nadie la cumple.
Hay una
palabra clave, para equivocarse ¿realmente se hereda?, como un virus,
una bacteria, un mal congénito o se aprende y desea. Esto es un debate
abierto.
Yo creo que
hay casos diferenciados, que no es posible generalizar, como lo hacemos
en esta manera de hablar de las y los demás, siempre buscando o
pretendiendo “purezas” que con frecuencia se convierten en otro tipo de
demagogia. La demagogia de la denuncia.
Las mujeres 50 por ciento: les guste o no les guste
Esta forma de
vivir plantea una contradicción profunda, choca, se colisiona con las
prácticas democráticas. Si una persona, por poner un ejemplo, es
hermana de un potentado, está bajo sospecha si quiere ser diputada o si
quiere ser funcionaria pública. Son las fulanitas, esas que llegaron, y
lo lograron porque son de hijas de. Fue ¿por herencia y no son ellas
mismas? Hace tiempo las feministas hemos considerado, esto, una visión
misógina.
Salvo aquellas
que luchan hoy por un lugar en la política, y practican esa visión
patriarcal de la que somos presa. Si ellas no son, nadie es igual a
ellas y nadie puede: se llama envidia y competencia.
Qué me dicen
del baluarte de los herederos de los jefes revolucionarios, como los
Ávila Camacho, los Zapata, los Obregón, los Ortiz Rubio, los Cárdenas,
los Alemán o los herederos de la industria televisiva, los Azcárraga,
los Salinas, y tantos otros.
Todavía en
muchas conversaciones se considera, para bien y para mal, la
trascendencia de la genealogía como una forma de explicarse la historia
triunfal de muchas familias. Como la de los hermanos Revueltas, los
Rivera, los Orozco, los Legorreta, los Soler, los Guerrero, los
Zabludovsky, los Chávez, los Aguirre, los Álvarez, los Tovar y de
Teresa, para no hablar de herederos y herederas de vocaciones sociales
y “revolucionarias”.
Y todo esto
viene a cuento por la cantidad de tinta y papel que hoy se invierte
para decir que si habrá 50 por ciento de mujeres en las listas
electorales es porque son las hijas, las esposas, las sobrinas, las
tías, las parientas de los hombres en distintos poderes. A ellas nadie
las ensalza porque heredaron la vocación política, no, de ninguna
manera, seguramente ha sido la influencia de sus progenitores la única
y principal razón para enlistarse en estas elecciones. Como si fuera
biológico y no de género o social.
A nadie se le
ocurre descubrir sus biografías, sus intereses, sus títulos y sus
hechos. Me dirán que también se hace con los hombres. Sin duda. Hemos
vivido en ese vaivén: la genealogía como orgullo y la desgracia de no
“hacerse a sí misma”, según quien lo dice.
Se dirá que el
nepotismo o el tráfico de influencias nos han hecho mucho daño. No
hablo de eso ni la prevaricación, ni del mal uso de las relaciones para
hacer negocios, ni de los políticos que favorecen a sus familiares; ni
hablo tampoco de prebendas documentadas.
Ayer me topé
con una nota, de estas que menudean. La cabeza de la nota o el título
es simple: PRI y PAN registran a hermanas y esposas de ex candidatos en
Querétaro, donde el tribunal electoral ha decretado que se aplique la
paridad a las candidaturas de ayuntamientos.
Aun cuando
quien hace la información, no logró especificar quién es esposa de
quien, o hija de cuál, afirma que los partidos Revolucionario
Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) acataron la sentencia que
emitió la sala regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación de registrar a por lo menos nueve candidatas a las 18
alcaldías, que estarán juego el próximo 7 de junio, pero lo hicieron
con esposas o hermanas de los aspirantes iniciales.
Y agrega: el
PRI informó que cinco de las nueve mujeres que registró ante el
Instituto Electoral del Estado de Querétaro (IEEQ) son esposas y una es
hermana de los candidatos que ya habían realizado campaña por 10 días.
El PAN indicó que cuatro de sus candidatas sustitutas son esposas y dos
más, hermanas de los abanderados originales.
Todo ello no
obstante que uno de los dirigentes de partido hizo ver que: “se buscará
garantizar que, en caso de ganar el ayuntamiento por el cual
contenderán, esas mujeres ahora candidatas no soliciten licencia para
que su esposos o hermanos desempeñen las funciones”.
Hace una
semana se dedicó un amplio reportaje a 3 o 4 aspirantes a diputaciones
federales hijas de una ex gobernadora, una secretaria de Estado y una
sobrina de un dirigente. Se habló de las bodas, los divorcios y otras
cosas.
Nadie duda que
por su origen, recursos y habilidades, muchas candidatas hayan tenido
más posibilidades para participar, o más conocimientos, o más
oportunidad luego de vivir 20 o 25 años con una familia dedicada a la
vida pública y política. Los reportajes hablaron de sus bodas y sus
divorcios; sus atuendos o sus gustos o colecciones. No se habló de su
formación, intereses o biografías.
Cierto, nadie
pone en tela de juicio que muchas de estas mujeres, como ha sucedido
con muchísimos hombres, puedan no responder al deseo e intereses “de la
Nación”. Pero tendremos que juzgar a mujeres y hombres de la misma
forma. Al final estamos frente a una política antidemocrática, donde
cada una y cada uno le ponemos, también pensamos antidemocráticamente,
juzgando y excluyendo. Denostando o hablando sin fundamento y, lo peor,
sin investigación.
Me parece que
debíamos aspirar a la democracia donde cada persona legítimamente pueda
dedicarse a la política sin ser juzgada su sólo por su cuna; tanto como
hemos demandado a lo largo de varias décadas que una mujer abusada
sexualmente, no sea juzgada o denostada por su vida personal, sino
reivindicada por su derecho a no vivir violencia.
Foto: Archivo AmecoPress.
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