Buscan y no encuentran... pero siguen buscando. Así es la vida de los familiares de desaparecidos, a quienes al hallar fosas y huesos, les nace una extraña esperanza por poder saber al fin dónde está. Este es un especial del colectivo mexicano Periodistas de a Pie.
Periodistas de a Pie comparten este jueves con los usuarios de Aristegui Noticias su especial dedicado a los desaparecidos y lo que ocurre en Guerrero, tras la noche del 26 de septiembre de 2014.
En el primero de los textos -Un “nuevo horizonte” para Iguala- presentan una entrevista con Nelson Figueroa, actual comisario de Carrizalillo, Guerrero, quien revela que en en la casa del ex comisario Onofre Peña Celso, en el municipio igualteco, estuvieron escondidos el ex alcalde José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda.
En otro apartado -“Pudieron ser muchos más”-, habla el coordinador general de la policía ministerial, el vicealmirante Alejandro Salomón Velmar, quien reconoce que llegó a Iguala ”pasadita” la medianoche, durante los primeros minutos del 27 de septiembre, cuando ya había 2 normalistas asesinados.
Además, presentan la historia de David, “un normalista que no quiere salvar al mundo“.
Otro de los textos del especial -Cosecha de Huesos- puede ser revisado en su versión multimedia y además lo compartimos en esta nota con los usuarios del sitio.
Aquí el índice de “Después de los 43″ y luego el reportaje referido:
Las moscas zumban en las orejas y el calor suda las piernas y pega la mezclilla a la piel. El camino es un crisol de pasturas altas, árboles espinosos, minúsculos ríos de lodo que engaña y puede tumbar al que camina distraído. Las hormigas cuelgan sus dientes en los tobillos. No pican, muerden. Mientras pasan las horas, la sed va secando los labios y la lengua empieza a escaldarse por la falta de agua.
Hacia el horizonte, hay un cielo de postal. Los cerros reciben al visitante con un rostro multicolor de mariposas y flores. Pero la tierra oculta muertos. Huesos de los sin nombre. Los “desaparecidos”.
Ellos, albañiles, comerciantes, campesinos y amas de casa, salieron a buscar a los suyos. El miedo y el coraje los orilló a buscarlos con sus propias manos entre la tierra. Aquí caminan cada domingo, armados con sus sombreros, paliacates, machetes y varillas. Los machetes son para quitar hierba. Las varillas para identificar el olor de muerto bajo la tierra.
En un año, sin dinero ni protección, ellos han encontrado 105 cuerpos. Las autoridades sólo han podido identificar a 11 personas en la cosecha de huesos.
Octubre de 2014
Mayra Vergara hace lo que no se ha atrevido a hacer en tres años: al escuchar que los cuerpos de los normalistas no están en las fosas halladas en Iguala, se planta frente al palacio municipal y pide que también busquen a su hermano Tomás, un taxista de Huitzuco.
Durante dos días, las autoridades la ignoran, pero miembros de la Unidad Popular de Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) le ofrecen ayudarle a buscar. Suben a la loma del Zapatero, donde una llamada anónima les sugiere que puede haber más fosas clandestinas. Los “otros desaparecidos” surgen en forma de huesos secos.
La voz se corre y cada vez, más familiares van llegando a las reuniones de la Iglesia de San Gerardo. Rápido pasan de 10 a 100 y luego a 350.
Noviembre del 2014
Una comisión de la PGR se presenta a la reunión semanal de la Iglesia de San Gerardo para persuadir al grupo de familiares de no seguir exhumando los cadáveres de las fosas. Les dicen que su falta de conocimientos técnicos está contaminado posibles evidencias. Ellos se niegan a dejar de buscar. La PGR ofrece orientación, herramientas adecuadas, recolectar pruebas de ADN y un acompañamiento permanente a las víctimas. “No nos dejan, pero tampoco hacen mucho más” dice Mayra.
Un año después, los peritos van y vienen, las herramientas nunca llegan, el estudio del ADN no tiene la respuesta prometida y el personal de la PGR es un hombre sentado con su laptop tomando nombres de los nuevos que llegan.
Marzo de 2015
Las personas se saludan como si acudieran a una reunión de algún grupo de apoyo. Reconocen sus rostros porque se han visto en decenas de manifestaciones, reuniones con el gobierno y porque tienen en la mirada la misma tristeza, el mismo vacío.
Es la pérgola del centro de Iguala, pero podrían ser Los Pinos o las oficinas de cualquier Ministerio Público. La promesa es la misma: quizá esto ayude a tener alguna noticia de sus ausentes.
Es el día de la primera toma de muestras de ADN en este municipio, el tercero más grande Guerrero. “Con esto habrá una base de datos y cuando les entreguen algún resto podrán tener certeza de que es su familiar”, les dicen.
Es la mejor oferta que tendrán.
Uno a uno desfilan hacia improvisados módulos para tomar muestras genéticas. El instrumento –una especie de cepillo de plástico- entra en su boca, raspa un poco el interior de sus mejillas. Luego, regresan a su soledad.
De acuerdo con Ciencia Forense Ciudadana, la organización que toma las muestras, 38% de los reportes de personas desaparecidas en el país se hacen en Guerrero.
Octubre de 2015
La vida de Caritina cambia hoy. Mario Vergara le anuncia que “salió premiada”. Las 100 personas reunidas en el sótano de la Iglesia de San Gerardo aplauden, con sentimientos encontrados. Hoy, la Procuraduría General de la República avisó que hay información de ADN coincidente en un cuerpo y los datos genéticos del hijo de Caritina.
Mapa de fosas en Iguala
Revisa el número de cuerpos encontrados por los buscsadores
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