MONEDERO
Carmen R. Ponce Meléndez*
Si
bien las perspectivas para las y los jóvenes que acceden al mercado de
trabajo parecen ahora más favorables que en los cinco años anteriores,
no deben pasarse por alto los perjuicios que sufren las personas que han
pasado por largos periodos de desempleo o que, en tiempos de baja
demanda de mano de obra, se han visto obligadas a aceptar trabajos poco
satisfactorios.
La población joven sigue sufriendo las consecuencias de la crisis
económica y de las reformas políticas instauradas para hacerle frente.
En países con el nuestro, para una joven sin experiencia laboral el
encontrar trabajo, y más aún trabajo a tiempo completo, es una lucha
ardua y larga.
Las jóvenes económicamente activas siguen estando desempleadas o
trabajaban, pero aun así viven en condiciones de pobreza, porque sus
trabajos son muy precarios. Tienen los sueldos más bajos y no cuentan
con prestaciones laborales, son informales (“Tendencias mundiales del
empleo juvenil 2015. Promover la inversión en empleos decentes para los
jóvenes”, Organización Internacional del Trabajo).
Como se ilustra en la gráfica, para el segundo trimestre de 2015 y
conforme a información generada por la Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo (ENOE) del Inegi, el porcentaje más alto de empleos informales
para las mujeres se ubica en el grupo de 15 a 19 años, con 74.78 por
ciento.
Quiere decir que siete de cada 10 mujeres jóvenes de 15 a 19 años están
en la informalidad y en el siguiente rango de edad (20 a 29 años) la
proporción de informalidad es de más de la mitad (54.4 por ciento).
Sin lugar a dudas son las jóvenes las que absorben los empleos más
precarios. Por eso la OIT propone promover la inversión en empleos
dignos para las y los jóvenes.
La edición de 2013 del informe “Tendencias mundiales del empleo juvenil”
(OIT, 2013) estableció la premisa de que “no es fácil ser joven en el
mercado de trabajo actual”, aludiendo a la persistencia de la crisis del
empleo, las largas filas para encontrar trabajo y los desafíos cada vez
mayores a los que debían hacer frente las y los jóvenes para obtener un
empleo estable.
A pesar de algunas señales de “buenas noticias”, la inestabilidad de la
situación continua y la tasa de desempleo juvenil mundial sigue estando
al día de hoy muy por encima de la tasa de 11.7 por ciento previa a la
crisis (en 2007). En general, dos de cada cinco (42.6 por ciento).
Frente a esas estadísticas, es acertado aseverar que aún no es fácil ser joven en el mercado laboral actual.
En México el desempleo provocado por la crisis económica de 2008 fue más
agresivo con las mujeres jóvenes. Para ellas en 2007 la tasa de
desempleo abierto (TDA) era de 7.7, y para 2011 ya había crecido a 10.5,
mientras que en los hombres era de 9.0 (Datos ENOE-Inegi, II
trimestre).
Otro signo inequívoco de esta precariedad laboral es el hecho de que en
las jornadas extensas –de 35 a 48 horas– las mujeres sólo participan con
el 36.6 por ciento, frente a una participación masculina de más del 60
por ciento. Cabe señalar que en estas jornadas extensas de trabajo el
salario puede ser mejor.
El número de mujeres que trabaja sin prestaciones laborales, en la
informalidad –básicamente mujeres jóvenes–, asciende a 11.3 millones.
Respecto al III trimestre de 2014 la informalidad laboral creció 2.4 por
ciento; el crecimiento más alto se registró en empresas, gobierno e
instituciones.
Significa que son empleos sin prestaciones (informales) generados en
empresas formales (datos de ENOE-Inegi, III trimestre 2015).
Informalidad laboral=jóvenes=pobreza. Esta triada no permite
beneficiarse del “bono demográfico”. En los países en desarrollo este
bono debe significar facilitar a las y los trabajadores jóvenes la
salida de la pobreza.
Para la OIT, tanto hombres como mujeres jóvenes de los países en
desarrollo siguen inmersos en condiciones de empleo vulnerable y pobreza
derivados de las irregularidades laborales, así como de la falta de
empleo formal y de protección social.
En 2013, más de un tercio (37.8 por ciento) de las y los jóvenes con
trabajo en los países en desarrollo vivía con menos de 2 dólares de
Estados Unidos al día.
Por lo tanto, a escala mundial, la pobreza de los trabajadores afecta a
169 millones de jóvenes. El número asciende a 286 millones si se incluye
a jóvenes que viven en el límite de la pobreza (con menos de 4 dólares
de EU al día). Vale recordar que aquí el Salario Mínimo es de 70 pesos
diarios, equivalente a 4.4 dólares diarios.
En México y dada la situación del empleo juvenil, éste debe ser una
prioridad en las políticas públicas, pero no lo es. De hecho es una
recomendación del organismo internacional.
Según la OIT: “Aumentar las inversiones en empleos dignos para jóvenes
es la mejor manera de asegurar que la juventud pueda llevar a cabo sus
aspiraciones y participar activamente en la sociedad. También es una
inversión en el bienestar de las sociedades y del desarrollo inclusivo y
sostenible”.
Twitter: @ramonaponce
*Economista especializada en temas de género.
Especial
Cimacnoticias | México, DF.-
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