John M. Ackerman
MÉXICO,
DF (Proceso).- Después de décadas de arduo trabajo sirviendo a la
nación, lo mínimo que merecemos todos y todas es poder disfrutar de una
jubilación tranquila y decorosa con nuestras familias. Las personas de
la tercera edad constituyen una parte esencial de la sociedad. Los
abuelos y las abuelas son representantes de nuestra historia y anclas de
nuestros valores. Así como la sociedad tiene la obligación de cuidar y
asegurar una vida digna para sus niños y sus jóvenes, también la tiene
con respecto a los mayores de edad.
La Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos y los acuerdos internacionales firmados por
este país señalan que todos tenemos el derecho a la salud y a una vida
digna. Ello aplica de manera especial para las personas de la tercera
edad. Por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos
indica que “toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a
la seguridad social” (artículo 22). El Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales señala que “los Estados parte en el
presente pacto reconocen el derecho de toda persona a la seguridad
social, incluso al seguro social” (artículo 9).
No es responsabilidad del individuo garantizar las condiciones
mínimas necesarias para su retiro, sino de la sociedad en su conjunto.
El trabajo que cada uno de nosotros realizamos todos los días en la
oficina, la fábrica, el campo, la calle o la casa, en el sector formal o
informal, no es estrictamente un trabajo individual, sino que forma
parte de un esfuerzo colectivo al servicio de la comunidad. La nación
tiene entonces la responsabilidad de devolver el favor a sus ciudadanos
cuando, por su edad, ya no pueden seguir con el mismo ritmo de trabajo.
La mayor parte de los mexicanos no cuentan con suficientes ingresos
para poder ahorrar en preparación de su retiro. El Estado, como
representante de la comunidad nacional y garante de los derechos
humanos, tiene entonces la obligación de garantizar una vida digna para
este amplio sector de la sociedad una vez que se acaben sus años más
productivos. Ello es particularmente importante cuando se trata de
trabajadores que han dedicado sus vidas al servicio del mismo Estado.
Pero los ideólogos del neoliberalismo trasnochado entienden la
situación de otra manera. Para ellos lo único que importa es el negocio y
la ganancia. Desde su punto de vista, gastar en las personas de la
tercera edad es puro desperdicio. Es por ello que Ernesto Zedillo
privatizó las pensiones del IMSS en 1997 y Felipe Calderón las del
ISSSTE en 2007. Hoy casi todos los recursos de nuestras pensiones se
manejan por medio de “Afores” en manos privadas. Desde el punto de vista
de la caduca clase política que actualmente controla el país, el
objetivo no es garantizar una jubilación digna para todos los
ciudadanos, sino aprovechar los ahorros de los trabajadores para
garantizar jugosos negocios a sus amigos los banqueros.
Enrique
Peña Nieto busca en su turno colocar la cereza en el pastel de la venta
de nuestras jubilaciones. Hoy los trabajadores del Estado todavía
tenemos la opción de confiar nuestro ahorro para el retiro a una
institución pública, Pensionissste. Este organismo sin fines de lucro
cobra las comisiones más bajas en el mercado y tiene la obligación legal
de reinvertir sus ganancias en las mismas cuentas de los trabajadores.
Justamente por eso se encuentra entre los fondos de mayor rendimiento
que manejan Afores.
La iniciativa de reforma a la Ley del ISSSTE,
que el PRI y el PAN buscan aprobar esta misma semana en el Congreso de
la Unión, desincorporaría el Pensionissste del ISSSTE, transformándolo
en una “empresa estatal de participación mayoritaria” donde 49% de las
acciones podrían ser adquiridas por la iniciativa privada. El gobierno
argumenta que este cambio ayudaría al Pensionissste a evitar trabas
burocráticas que supuestamente limitarían su rendimiento. Pero en
realidad lo que se busca es “liberar” a este importante fondo de ahorro
de los controles públicos que garantizan la protección a las pensiones
de los trabajadores al servicio del Estado.
Afortunadamente, la
sociedad cuenta con la atenta vigilancia de la diputada Araceli Damián
como presidenta de la Comisión de Seguridad Social en la Cámara de
Diputados. La doctora Damián generosamente ha tomado una pausa de sus
importantes labores académicas en El Colegio de México para servir a la
nación como legisladora, con el partido Morena, para el periodo
2015-2018.
Ella ha denunciado que con la reforma de Peña Nieto ya
no será obligatorio que los rendimientos del fondo del Pensionissste se
reinviertan en las cuentas de los trabajadores, sino que podrán ser
repartidos entre los accionistas privados de la nueva empresa. Asimismo,
al derogar el artículo 109 de la Ley del ISSSTE se eliminan los
candados que obligaban al Pensionissste a invertir los fondos en la
actividad productiva nacional, como construcción de vivienda y
carreteras.
Finalmente, la fracción V del transitorio segundo de
la reforma señala que “el gobierno federal no responderá por las
obligaciones a cargo de la sociedad que se creará en términos del
presente transitorio, ni por cualquier minusvalía en el valor de las
sociedades de inversión especializadas en fondos para el retiro que
dicha sociedad administre y opere”. Es decir, con la privatización de
Pensionissste el gobierno ya no garantizará rendimiento alguno para los
trabajadores. Como ha ocurrido con todos y cada una de las mal llamadas
“reformas estructurales” del Pacto por México, los derechos
fundamentales de todos se convierten una vez más en un negocio para unos
cuantos.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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