Todas
las escuelas normales rurales del país son importantes para la defensa
del proyecto educativo heredado de la Revolución Mexicana. Todas cuentan
con las herramientas académicas y políticas para responder ante los
embates que de manera permanente padecen.
Con
todo, entre los propios normalistas rurales reconocen a “tres pilares”
que sostienen no sólo a la organización estudiantil activa más antigua
del Continente, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de
México (FECSM), sino a todo el normalismo rural: Ayotzinapa (Guerrero),
Tiripetío (Michoacán) y Tenería (Estado de México).
Hoy
las dos primeras están al frente de dos organismos nacionales de la
FECSM (el Comité Central y el Comité Nacional de Orientación Política e
Ideológica). La tercera encabeza uno de los organismos fraternos (o
regionales) de la misma organización.
En
los congresos de la FECSM, y en general en la vida interna de este
organismo estudiantil, los alumnos de las tres escuelas destacan por su
capacidad organizativa, oratoria y conocimientos en marxismo leninismo.
Se aseguran de mantener vigentes en sus respectivos planteles los cinco
ejes del normalismo rural que diferencian a estas escuelas de las
normales urbanas (y de todas las instituciones de educación superior del
país): académico (plan de estudios oficial), módulos de producción
(ganadería, actividades agrícolas y talleres de oficios), deportivo
(atletismo, natación, futbol), cultural (danza, música, payasística) y
político (formación en materialismo histórico y dialéctico, discusión de
los problemas sociales y educativos, y actividades de lucha
estudiantil).
El ataque contra los
alumnos de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014 – que hasta la fecha
mantiene desaparecidos a 43– se inscribe dentro de la violencia
generalizada en todo el país desatada por la guerra contra el
narcotráfico. Sí. Pero no sólo. La escuela atravesaba una serie de
embates orquestados desde los gobiernos federal y estatal –con el
entusiasta apoyo del alto sector empresarial– para desaparecer (o
“transformar”) a la normal. Apenas 1 año antes de la desaparición
forzada y los asesinatos, los alumnos habían recuperado la matrícula
estudiantil luego de una reducción decretada desde el despacho de la
política educativa del gobierno del estado. Dos años previos habían
logrado reactivar el comedor estudiantil suspendido abruptamente. Y 3
antes habían echado abajo un proyecto para transformar a la normal en
una “universidad pedagógica” que suspendía las becas de alimentación,
dormitorios y que en los hechos significaba la cancelación de educación
superior para los estudiantes de origen campesino.
Antes
del ataque de la noche del 26 de septiembre, los estudiantes de
Aytozinapa ya habían sufrido embates mortales: el 12 de diciembre de
2012 policías federales dispararon contra los alumnos. Los cuerpos de
dos normalistas quedaron en el pavimento de la carretera de la Autopista
del Sol. Por cierto, el doble crimen permanece impune.
La
reacción de la sociedad ante la atrocidad cometida contra Ayotzinapa el
26 de septiembre de 2014 hizo que los que sentenciaron a muerte al
normalismo rural se detuvieran… momentáneamente. Pero Ayotzinapa no está
a salvo. Ahora la Procuraduría General de la República, con
informaciones filtradas a sus voceros en los medios de
comunicación, busca de nueva cuenta vincular a los estudiantes (pobres
todos, de hogares humildes) con el narcotráfico.
Y
el embate contra los otros pilares del normalismo rural no se detiene.
De las 118 de órdenes de aprehensión dictadas contra maestros y
estudiantes en Michoacán, se anuncia que alrededor de 90 se refieren a
normalistas. Ya podemos augurar contra quiénes se enfilará la mayoría:
contra los de la normal rural de Tiripetío y la normal indígena de
Cherán, esta última de reciente creación afiliada también a la FECSM. Al
mismo tiempo, contra Tenería se ha desatado una campaña para disuadir a
posibles aspirantes de que se inscriban en este plantel educativo. Con
ello se busca minar la fuerza de los combativos alumnos y dejar que la
escuela se extinga por falta de solicitudes de ingreso.
El
desmantelamiento del normalismo rural, decidido en las altas esferas
–donde brindan los empresarios de Mexicanos Primero con funcionarios de
los gobiernos federal y estatales– se reactiva. El actual secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, sabe algo del asunto. En 2003 y
después de muchos intentos, las autoridades educativas lograron cerrar
una normal rural. No ocurría desde 1968, cuando el gobierno de Gustavo
Díaz Ordaz ordenó al Ejército ocupar y desalojar 16 planteles. El cierre
más reciente de una normal ocurrió en Hidalgo, cuando Osorio Chong
ocupaba la Secretaría de Gobierno del estado. Se trató de la
desaparición nada menos que de una de las entonces consideradas escuelas
“pilares” de la FECSM: la del Mexe. La estrategia gubernamental tuvo
éxito porque encontró una fisura en la organización estudiantil y desde
ahí penetró y desgarró a la que se consideraba una normal invencible. La
lección debe estar presente en los actuales normalistas rurales que, de
manera natural, mantienen disputas internas. Sobre todo entre los
estudiantes de las tres escuelas hoy más fuertes. Por más fraternas que
sean las diferencias, deberán estar vigilantes y solidarios ante los
embates que hoy se ciernen sobre todas las escuelas.
Hoy
que la mayoría de las instituciones de educación superior (incluyendo
las públicas) ha abrazado el dogma neoliberal, estas instituciones se
mantienen como un referente de educación crítica, laica, científica y
popular.
Habrá que estar al pendiente
de lo que ocurra en los próximos días en las 17 normales rurales, de
Norte a Sur: El Quinto, Sonora; Saucillo, Chihuahua; Aguilera, Durango;
El Cedral, San Luis Potosí; San Marcos, Zacatecas; Cañada Honda,
Aguascalientes; Atequiza, Jalisco; Tiripetío, Michoacán; Cherán,
Michoacán; Tenería, Estado de México; Panotla, Tlaxcala; Teteles,
Puebla; Amilcingo, Morelos; Ayotzinapa, Guerrero; Tamazulapan, Oaxaca;
Mactumactzá, Chiapas, y Hecelchakán, Campeche.
*Periodista
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