Un hombre llora mientras coloca flores en frente de la cafetería Carillon, en París, tras los atentados del viernes. Foto: AP Álvaro Delgado |
MÉXICO,
DF (apro).- No hay modo de no sentir furia y pesar, enojo y tristeza,
rabia y solidaridad ante los ataques terroristas en París que inician
otra guerra, igual que hace tres lustros en Estados Unidos.
Otra vez, como desde el inicio de la historia, la sangre de muchos es negocio de unos pocos.
Porque la guerra no es religión.
Ni ideología.
Es un negocio.
Se lucra con la vida.
Se trata de una guerra, pero no es “contra todos nosotros” los seres
humanos, como alegan algunos, sino contra los guerreristas que hacen
negocio con las personas.
Y aunque hay mercaderes que lo
ambicionan, México no debe hacer suya esta guerra imbécil como todas las
guerras. No puede sumarse nuestro país a una invasión bélica de Francia
o de Europa, como, en 2003, propuso Enrique Krauze unirse a Estados
Unidos para invadir a Irak sin prueba alguna de que poseía armas
nucleares.
El tiempo puso en ridículo a Estados Unidos, aunque sus ganancias económicas, políticas y energéticas se dispararon.
Ahora, tras el asesinato de decenas de personas inocentes –incluidos
mexicanos–, ha comenzado una ofensiva contra los cobardes terroristas,
pero también el fabuloso negocio de los que fabrican las armas y
explosivos para la muerte.
Los prósperos fabricantes y
exportadores de armas son Estados Unidos, Rusia, China, Alemania,
Francia y España que, juntos, acumulan el 73% de la producción
armamentista planetaria, según el Instituto Internacional de Estudios
para la Paz de Estocolmo.
De acuerdo con este organismo, Estados
Unidos produjo el 31% de las armas en el mundo, seguido de Rusia, con el
27%, y luego China, Alemania y Francia, con el 5%. España forma parte
de este elenco militarista con el 3%.
En la guerra como negocio, las empresas de Estados Unidos son las más prósperas, de acuerdo con Defense News:
En 2014, esas empresas estadunidenses facturaron 66 mil millones de
dólares, equivalente a la fortuna del magnate mexicano Carlos Slim,
mientras que las del Reino Unido las secundaron con 5 mil 200 millones,
seguidas por Rusia, con 3 mil 100 millones de dólares.
Y, en
cuarto lugar, Francia, cuya capital fue blanco del peor atentado
terrorista en el siglo XXI, con 2 mil 900 millones de dólares en
facturación de armas.
Israel, el país que se encuentra en el
epicentro del conflicto en Oriente Medio, ocupa el octavo lugar en la
venta de armas en el mundo, con ventas por 600 millones de dólares.
En París ha ocurrido una matanza cometida por cobardes. Están en curso otras que se cometerán en nombre de la civilización.
México no puede caer en la trampa de hacer suya una guerra, como lo ha
sugerido el embajador en Francia, Agustín García-López Loaeza, según lo
que escribió en El Universal:
“México confía en que la respuesta
anunciada por el presidente de Francia estará una vez más a la altura
del desafío que plantea el radicalismo en todas sus formas”.
Si
esta posición del embajador es la del gobierno de Enrique Peña Nieto,
entonces preparémonos para que aquí haya también terrorismo de a de
veras, no las tonterías del junior Claudio X. González.
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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