Carlos Bonfil
Fotograma de la película de Peter Greenaway, con el actor Elmer Bäck como el cinerrealizador Serguei Eisenstein
Lo que originalmente
debía ser un documental sobre la estancia del cineasta Serguei
Eisenstein en México y la filmación de su película finalmente
inconclusa, ¡Qué viva México! (1931), terminó siendo una obra de ficción sobre la fugaz relación erótico-sentimental del director de El acorazado Potemkin con su guía Palomino Cañedo (Luis Alberti), solícito desflorador de virginidades tardías. Eisenstein en Guanajuato, escrita y dirigida por el británico Peter Greenaway (La panza del arquitecto; El ladrón, el cocinero, su amante y su esposa), propone, de modo novedoso, un acercamiento a la vida íntima del realizador soviético durante su visita a México; la crónica de
los 10 días que estremecieron su vida. Greenaway centra su filme en el tímido y gozoso despertar homosexual del icono grandioso del cine soviético y lo presenta maliciosamente ahora, en la época de mayor virulencia de la homofobia institucional rusa.
Elmer Bäck, el proteico y carismático actor teatral finlandés que
interpreta a Eisenstein es exasperante y verboso, a ratos divertido,
siempre ocurrente. Combina con astucia la modestia y la megalomanía
comúnmente atribuida al cineasta ruso. Despliega su desnudez rubicunda
con un desparpajo sorprendente, y consigue evitar lo ridículo y lo
grotesco en las escenas sexuales más explícitas y delicadas que le
impone el director británico. El mexicano Alberti cumple con gran
maleabilidad la ruda faena de interpretar a su pequeño gran semental
ilustrado.
Y como la extravagancia parecía ser la debilidad mayor del
cineasta ruso, como consignan la iconografía y la leyenda, Greenaway no
tiene reparo en hacer de su película un gran escaparate de barroquismos
visuales, con tomas en gran angular e infatigables recorridos
circulares, transformando el interior del teatro Juárez guanajuatense en
un apabullante escenario multimedia, y saturando la pantalla con una
atiborrada y obvia red referencial a partir de imágenes de archivo,
citas fílmicas y múltiples fotografías de artistas célebres. Al lado de
ello hay el infaltable desfile de clichés pintorescos sobre la
incestuosa relación del mexicano con la muerte, con su proliferación de
máscaras, esqueletos y disfraces, y un largo etcétera de estereotipos
gastados que a ocho décadas de haberse filmado ¡Qué viva México! aún reclaman originalidad y vigencia.
Con una pista sonora imponente y una propuesta visual rabiosamente inventiva y sensual, Eisenstein en Guanajuato es,
por encima de los reparos a las facilidades de su folclorismo de
ocasión, todo un elogio a la desmesura de la genialidad; también –y no
es poca cosa– al gran heterodoxo político y sexual que en la cinta se
presenta como
un boxeador por la libertad de la expresión cinematográfica.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional. a las 12:15 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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