Carlos Bonfil
Fotograma de la cinta de Grímur HákornasonFoto cortesía de la Cineteca Nacional
Durante cuatro décadas
Gummi y Kiddi, dos hermanos sexagenarios, viven a pocos metros uno del
otro sin dirigirse la palabra. Su enemistad es testaruda e
intransigente, también misteriosa, pues nadie en la comarca recuerda a
ciencia cierta el motivo de la disputa. La trama de Carneros (Hrutar), cinta islandesa de Grímur Hákornason, es sencilla, pero sus derivaciones sociológicas y morales son múltiples y muy sugerentes.
En la gélida comarca ganadera donde transcurre esta historia, la
subsistencia de los pobladores radica de modo casi exclusivo en la
comercialización del ganado ovino. Por ello, cuando en la región se
declara el brote de una enfermedad altamente infecciosa (la tembladera),
que afecta el cerebro de las ovejas, y se debe sacrificar a la
totalidad del ganado, el acontecimiento cobra tintes de tragedia y
trastorna la, hasta entonces, apacible convivencia comunitaria.
A partir del reducido espacio de esa colectividad ganadera, Carneros
describe el impacto de una crisis económica que orilla a algunos
granjeros a la penosa decisión de abandonar sus tierras y emigrar a
espacios más venturosos. También alude a la precaria ayuda estatal que
no soluciona el problema.
Esta vertiente social que aborda la amenaza del desempleo y la
subsistencia menesterosa, y que en otros ámbitos generaría un drama
realista al estilo de lo planteado por el cine del británico Ken Loach,
se conjuga aquí, de modo eficaz, con un buen tratamiento humorístico.
La relación amor-odio de los dos hermanos, la apuesta de cada
uno de llevar una existencia de ermitaños, privada de mujeres, y atenta
de modo singular a la amorosa atención de los animales que son a la vez
compañía y sustento material, evoca una organización doméstica arcaica,
casi intemporal, culturalmente ajena a toda socialización moderna.
En ese espacio natural de inclemencias climáticas, tan cercano a las
heroicas narrativas de Jack London, o a esa otra cinta islandesa (Historia de hombres y caballos,
Erlingsson, 2013), las maniáticas desavenencias y rivalidades pueriles
de los dos hermanos se vuelven el contrapeso de un drama que va
creciendo en intensidad hasta abandonar el aspecto estrictamente social
para volcarse de lleno, en un último segmento conmovedor, en una
parábola de la solidaridad moral y el entendimiento humanista.
Premio de la sección Una cierta mirada, de Cannes 2015. Una cinta estupenda. Se exhibe en
la sala 2 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 17:30 horas
Twitter: @Carlos.Bonfil
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