COLUMNA INVITADA
Cuando se habla de paridad se le suele relacionar –la mayoría de las
veces– con el sistema de cuotas de género que ha permeado principalmente
en el registro de candidaturas por parte de los partidos políticos en
su búsqueda por ocupar cargos de elección popular.
En otras tantas ocasiones se ha hablado de paridad como una exigencia
(emanada de las agendas feministas) frente a la integración de órganos,
cuerpos colegiados y demás estructuras del Estado, que han frenado e
invisibilizado la participación de las mujeres, impidiendo así la
existencia de una representación y participación igualitaria en todos
los espacios.
Es en este contexto en el que se hace necesario comenzar a hablar sobre
la democracia paritaria, la cual ha sido impulsada por diversos
esfuerzos a nivel internacional, como lo es el Parlamento
Latinoamericano y Caribeño (Parlatino) y su Norma Marco para consolidar
la democracia paritaria, misma que enlista una serie de conceptos,
principios y acciones estratégicas que permitirán a los Estados
transitar y consolidar dicho modelo en la región, al mismo tiempo de
“apostar sólida y decididamente por el logro de la igualdad de género,
la paridad y el empoderamiento de las mujeres y las niñas en América
Latina y el Caribe”.
Si realmente queremos hablar de paridad y de igualdad de resultados,
necesitamos no sólo hacerlo en el ámbito público, sino referirnos de
igual manera a lo privado, por lo que resulta por demás urgente y
necesario transformar las relaciones (desiguales) de poder entre los
géneros y, con ello, replantear la división sexual del trabajo, misma
que ha estado sujeta a una serie de estereotipos y prejuicios que han
imposibilitado que tanto mujeres como hombres desarrollen libremente sus
habilidades e intereses.
En 2014, tras años de lucha por parte de ciertos movimientos sociales,
tuvo lugar una reforma político-electoral que elevó a rango
constitucional el principio de paridad, sentando un importante
precedente en la materia, pero dejando un largo camino que recorrer para
su cabal cumplimiento y su extensión hacia todos los sectores y
ámbitos.
En dicho tenor, actualmente se presenta una oportunidad única con la
próxima redacción, discusión y aprobación de la Constitución de la
Ciudad de México, en la que la democracia paritaria pudiera ser
considerada un principio que rija las relaciones entre las y los
habitantes de la urbe, haciendo de la capital de la República Mexicana
el ejemplo a seguir a nivel nacional e internacional en la
implementación de un verdadero modelo de transformación social.
*Feminista, politóloga por la UNAM. Integrante de la Red Mujeres en
Plural, entre otras. Se ha desempeñado como asesora legislativa y
actualmente es asesora en el IEDF.
Twitter: @marifeeer
Especial Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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