La imagen le dio la
vuelta al mundo y se convirtió en la prueba innegable de la barbarie en
la que México se ha hundido. El cuerpo del estudiante normalista Julio
César Mondragón Fontes fue encontrado la mañana del 27 de septiembre de
2014 en un paraje llamado Camino del Andariego, le habían arrancado la
piel del rostro y los ojos. Aún no se sabe quién y con qué motivos tomó
la fotografía que de inmediato empezó a circular en las redes sociales.
El 11 de julio de 2016 el Equipo Argentino de Antropología Forense hace públicos los resultados de la segunda necropsia practicada al cuerpo del estudiante. El mismo día la Comisión Nacional de los Derechos Humanos da una conferencia de prensa donde niega tajantemente que Julio César Haya sido desollado y atribuye a la fauna la pérdida de la piel del rostro. Para comprender este momento y sus implicaciones para la lucha contra la impunidad, es preciso rememorar el camino que la familia de Julio César y su defensa legal han seguido para llegar a este punto.
Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo murieron por impacto de bala en la esquina de Juan N. Álvarez y Periférico Norte en el momento en que los sobrevivientes del primer ataque contra los autobuses que los estudiantes habían “secuestrado” daban declaraciones a los medios. En ese momento fueron atacados con armas de alto poder por sicarios y ellos dos cayeron casi de inmediato. En cuanto comenzaron los disparos, todos los presentes huyeron corriendo en distintas direcciones (normalistas sobrevivientes del primer ataque, compañeros suyos que llegaron a auxiliarlos, profesores de la CETEG y miembros de otras organizaciones solidarias y periodistas).
Según testimonios de los estudiantes sobrevivientes, la última vez que Julio César Mondragón fue visto con vida iba corriendo igual que muchos de sus compañeros para ponerse a salvo. Toda la noche los sicarios, con o sin uniforme, patrullaron la ciudad de Iguala en una verdadera cacería de estudiantes. A la mañana del día 27, Julio César fue encontrado sin vida, sin rostro, sin ojos.
Son muchas las interrogantes que se abren entonces: ¿quiénes lo ejecutaron? ¿Por órdenes de quién? ¿Cómo y por qué lo asesinaron de manera tan brutal? En un primer momento, el perito en criminalística de campo y fotografía forense local dictaminó que “Las lesiones presentadas en cara y cuello por sus características y nitidez al corte, el suscrito estima que éstas fueron producidas por un agente físico vulnerante de tipo cortante”. Sin embargo, el médico forense adscrito a la Secretaría de Salud de Guerrero concluyó que fue fauna del lugar la que le arrancó la piel. Es la primera vez que aparece esta versión. El dictamen del médico forense es por demás inconsistente ya que reporta, por ejemplo, que Julio César tenía las pupilas dilatadas, cosa obviamente imposible ya que le arrancaron los ojos.
Con el fin de esclarecer los hechos, la familia del normalista y su defensora, Sayuri Herrera, obtuvieron una serie de fotografías del cuerpo de Julio César que no obraban en el expediente y las enviaron al médico Ricardo Roberto Loewe, perito reconocido en casos de tortura y fundador del Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad. Mediante el análisis de las fotos, Loewe concluye que se observan cortes limpios en el área del rostro y que el resto del cuerpo no presenta ese tipo de lesiones, descarta completamente la posibilidad de que haya sido la fauna la que arrancó el rostro del estudiante.
Por otro lado, la maestra en Ciencias de la UNAM Quetzalli Hernández publicó un artículo titulado “Sobre el desollamiento de Julio César Mondragón debido a la fauna del lugar” que arroja pistas sobre lo realmente sucedido. La bióloga informa que de las especies depredadoras y carnívoras presentes en el estado de Guerrero, la gran mayoría se encuentra en peligro de extinción y no frecuenta lugares habitados por humanos, como la ciudad de Iguala. En cuanto a los animales carroñeros dice que muchos tienen hábitos diurnos (hay que recordar que Julio César fue ejecutado y desollado en las primeras horas del día 27 de septiembre) y que en dado caso ni uno de los presentes en la zona tiene dientes caninos (el reporte del médico forense señala marcas de caninos en los huesos faciales de Julo César). Finalmente, en cuanto a los perros, señala que éstos hubieran provocado desgarres ya que para alimentarse tienen que sujetar con las patas los restos que devoran. En suma: “ningún animal silvestre o introducido antropogénicamente es capaz de realizar cortes precisos de piel y de acuerdo a la literatura ninguno de ellos elige la cabeza de otros animales como primera estrategia dentro de la maximización individual de la ingesta de nutrientes”.[i]
Sin embargo, hacía falta llevar a cabo el análisis directo de los restos del estudiante para determinar de manera concluyente las causas y circunstancias de su muerte. En las fotografías obtenidas por la defensa del caso, se observa un orificio en los huesos del rostro, por lo que una de las hipótesis era que había recibido un impacto de bala. En su primer informe el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes recomendó se exhumara el cuerpo del estudiante y se le realizara una segunda necropsia con el fin de esclarecer las causas y circunstancias de su muerte. El 4 de noviembre de 2015 los restos de Julio César fueron extraídos del panteón de su pueblo natal, Tecomatlán, Estado de México, y trasladados a la dirección general de servicios periciales de la Procuraduría General de la República. Personal del EAAF y de la PGR realizaron diversas pruebas a los restos, las cuales concluyeron el día 7 de noviembre. Sin embargo, autoridades de diversos niveles y dependencias pusieron mil trabas para la realización de la prueba de ADN necesaria para la plena identificación de los restos. El cuerpo de Julio César tuvo que esperar tres meses en un congelador para que se realizara esta última prueba. Finalmente, fue sepultado nuevamente el día 12 de febrero de 2016.
El día 11 de julio de este año el EAAF hizo públicos los resultados de las pruebas. El cuerpo de Julio César tenía decenas de fracturas en cara, cabeza, costillas y vértebras, así como lesiones en cerebro, pulmones e intestino; todas ellas provocadas por objeto contundente. La causa de muerte fue un traumatismo craneoencefálico por objeto contundente. Se descartó que haya sido por arma de fuego. Sobre el desollamiento, el EAAF llega a una conclusión bastante cautelosa, citamos: “La herida en el cuello que se difundió ampliamente en medios de comunicación en opinión, del EAAF presenta por un lado huellas de actividad de fauna como señaló la primera autopsia, pero también presenta áreas con sospecha de intervención de instrumento cortante. Lamentablemente, a más de un año después de su fallecimiento y enterramiento, y luego de diferentes intervenciones medico forenses realizadas después de su fallecimiento, los restos ya no se encuentran en las mismas condiciones para su examen que en septiembre del 2014 cuando sucedió el homicidio y no nos permite ahondar en mayor detalle en este aspecto.”[ii] Buscando en todo momento que cada afirmación tenga pleno sustento científico, el EAAF confirma la acción de fauna y, debido al estado de descomposición del cuerpo luego de más de un año de los hechos, no le es posible afirmar que haya sido desollado y solamente se atreve a afirmar que existe la sospecha de que las lesiones hayan sido producidas por un objeto cortante.
El mismo día la CNDH sale a ofrecer un informe sobre lo sucedido con Julio César donde reconoce que fue torturado, que el cuerpo presentaba decenas de fracturas pero, en cuanto a la pérdida de la piel del rostro, la atribuye por completo a la fauna y descarta totalmente la acción humana. Sobre esta base, los periodistas y “analistas” afectos al gobierno se apresuran a denostar al GIEI, al EAAF, a la familia de Julio y su defensa legal. Dicen que todos mintieron al afirmar que Julio fue desollado y con eso tratan de apuntalar al de por sí maltrecho régimen de Peña Nieto, de atenuar su responsabilidad y minimizar los crímenes cometidos en Iguala. La prensa chayotera sentencia: “ni lo desollaron ni le dispararon”.[iii] O torciendo los hechos de manera grosera, dicen que el EAAF respalda el informe de la CNDH.[iv]
Sobre esto, habría que hacer varias precisiones:
1) La CNDH solamente fungió como observadora de la segunda necropsia de Julio César. La CNDH no realizó ni una sola prueba a los restos; literalmente el personal de la CNDH no tocó ni una sola vez los restos de Julio. Por tanto, su informe no tiene un sustento científico suficiente. Los únicos que examinaron directamente los restos de Julio fueron los peritos del EAAF y de la PGR.
2) Lo que está fuera de toda discusión es que Julio César fue salvajemente torturado, golpeado hasta la muerte de manera tumultuaria. Esto echa por tierra los artilugios de las autoridades de presentar como culpable de su ejecución a un asesino solitario, tal como lo hicieron en febrero de 2015, cuando anunciaron con bombo y platillo que habían capturado al supuesto culpable, el policía Luis Francisco Martínez Días. Poco tiempo después, pero sin la resonancia mediática del momento de la captura, es decir, por la puerta de atrás, esta persona fue exonerada por este delito, aunque sigue en prisión por otros procesos. De cualquier manera, el efecto mediático ya se había conseguido, aparentar que se avanzaba en el castigo a los culpables.
3) Si hoy el EAAF no puede afirmar con toda seguridad que Julio César haya sido desollado, si no se puede saber con absoluta seguridad qué sucedió es por el grado de descomposición de los restos en el momento de la segunda necropsia. Si desde el principio las autoridades del estado de Guerrero hubieran hecho su trabajo con profesionalismo y si posteriormente diversas autoridades no hubieran retrasado el proceso de exhumación, hoy tendríamos mayor certeza de lo ocurrido. Todos esos funcionarios tienen una responsabilidad y tendrán que rendir cuentas ante la justicia.
4) El GIEI a través de uno de sus peritos solicitó descartar la hipótesis de que Julio César murió por herida de bala, pero nunca lo afirmó. Justamente para descartar esa hipótesis es que se recomendó la segunda necropsia.
En resumen, la CNDH sale a hacer declaraciones sin sustento, busca posicionarse y ganar notoriedad sobre un problema en el que ha jugado un papel marginal. De manera oportunista trata de montarse en una ola que ellos no desataron, de apropiarse de un trabajo que desde hace meses lleva a cabo la familia y de instalar una “verdad histórica” en la percepción de la gente dentro y fuera del país. Fue por la lucha de la familia y su defensa que se logró conseguir las fotografías que no obraban en el expediente, que se logró vencer todas las resistencias para la exhumación y la segunda necropsia y que ésta fue realizada por el EAAF.
El EAAF es serio y cauteloso en sus afirmaciones, sus pruebas no les permiten ir más allá en sus conclusiones. Sin embargo, si consideramos otros datos y puntos de vista tales como el artículo de la bióloga Quetzalli Hernández, las valoraciones del médico Ricardo Loewe y, sobre todo, el hecho irrebatible y plenamente documentado de que el desollamiento es una práctica que en varias ocasiones la delincuencia ha utilizado como método de terror en el estado de Guerrero; si tomamos en cuenta el conjunto de los datos e indicios sobre el tema, como sociedad podemos sostener razonablemente que Julio César fue desollado por delincuentes (con o sin uniforme) las primeras horas del 27 de septiembre de 2014.
Pero ¿cómo explicar que a junto a los cortes precisos hechos por sicarios haya actividad de fauna? La hipótesis más plausible es que una vez hechos los cortes precisos por los sicarios, la carne viva del estudiante quedó expuesta y eso atrajo a los animales hacia ella. Esto también explicaría por qué los animales solamente atacaron el rostro y no otras partes del cuerpo.
Insistimos, más allá de toda polémica, lo que es un hecho es que Julio César fue torturado y ejecutado por delincuentes y policías. Lo que es un hecho es que se trató de un crimen contra la humanidad y un crimen de Estado y que el pueblo de México debe seguir exigiendo verdad y justicia.
Notas
[i] En Belarmino, Jorge (2015). Julio César Mondragón. México, Brigada para leer en libertad. p. 124-127.
[ii]http://www.centroprodh.org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=1892%3A2016-07-11-23-04-03&catid=209%3Afront-rokstories&lang=es
[iii] http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/hector-de-mauleon/nacion/2016/07/12/ni-lo-desollaron-ni-le-dispararon
[iv]http://www.etcetera.com.mx/articulo/Peritos+argentinos+respaldan+informe+de+la+CNDH+sobre+muerte+del+normalista+Julio+Mondrag%C3%B3n/47317
El 11 de julio de 2016 el Equipo Argentino de Antropología Forense hace públicos los resultados de la segunda necropsia practicada al cuerpo del estudiante. El mismo día la Comisión Nacional de los Derechos Humanos da una conferencia de prensa donde niega tajantemente que Julio César Haya sido desollado y atribuye a la fauna la pérdida de la piel del rostro. Para comprender este momento y sus implicaciones para la lucha contra la impunidad, es preciso rememorar el camino que la familia de Julio César y su defensa legal han seguido para llegar a este punto.
Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo murieron por impacto de bala en la esquina de Juan N. Álvarez y Periférico Norte en el momento en que los sobrevivientes del primer ataque contra los autobuses que los estudiantes habían “secuestrado” daban declaraciones a los medios. En ese momento fueron atacados con armas de alto poder por sicarios y ellos dos cayeron casi de inmediato. En cuanto comenzaron los disparos, todos los presentes huyeron corriendo en distintas direcciones (normalistas sobrevivientes del primer ataque, compañeros suyos que llegaron a auxiliarlos, profesores de la CETEG y miembros de otras organizaciones solidarias y periodistas).
Según testimonios de los estudiantes sobrevivientes, la última vez que Julio César Mondragón fue visto con vida iba corriendo igual que muchos de sus compañeros para ponerse a salvo. Toda la noche los sicarios, con o sin uniforme, patrullaron la ciudad de Iguala en una verdadera cacería de estudiantes. A la mañana del día 27, Julio César fue encontrado sin vida, sin rostro, sin ojos.
Son muchas las interrogantes que se abren entonces: ¿quiénes lo ejecutaron? ¿Por órdenes de quién? ¿Cómo y por qué lo asesinaron de manera tan brutal? En un primer momento, el perito en criminalística de campo y fotografía forense local dictaminó que “Las lesiones presentadas en cara y cuello por sus características y nitidez al corte, el suscrito estima que éstas fueron producidas por un agente físico vulnerante de tipo cortante”. Sin embargo, el médico forense adscrito a la Secretaría de Salud de Guerrero concluyó que fue fauna del lugar la que le arrancó la piel. Es la primera vez que aparece esta versión. El dictamen del médico forense es por demás inconsistente ya que reporta, por ejemplo, que Julio César tenía las pupilas dilatadas, cosa obviamente imposible ya que le arrancaron los ojos.
Con el fin de esclarecer los hechos, la familia del normalista y su defensora, Sayuri Herrera, obtuvieron una serie de fotografías del cuerpo de Julio César que no obraban en el expediente y las enviaron al médico Ricardo Roberto Loewe, perito reconocido en casos de tortura y fundador del Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad. Mediante el análisis de las fotos, Loewe concluye que se observan cortes limpios en el área del rostro y que el resto del cuerpo no presenta ese tipo de lesiones, descarta completamente la posibilidad de que haya sido la fauna la que arrancó el rostro del estudiante.
Por otro lado, la maestra en Ciencias de la UNAM Quetzalli Hernández publicó un artículo titulado “Sobre el desollamiento de Julio César Mondragón debido a la fauna del lugar” que arroja pistas sobre lo realmente sucedido. La bióloga informa que de las especies depredadoras y carnívoras presentes en el estado de Guerrero, la gran mayoría se encuentra en peligro de extinción y no frecuenta lugares habitados por humanos, como la ciudad de Iguala. En cuanto a los animales carroñeros dice que muchos tienen hábitos diurnos (hay que recordar que Julio César fue ejecutado y desollado en las primeras horas del día 27 de septiembre) y que en dado caso ni uno de los presentes en la zona tiene dientes caninos (el reporte del médico forense señala marcas de caninos en los huesos faciales de Julo César). Finalmente, en cuanto a los perros, señala que éstos hubieran provocado desgarres ya que para alimentarse tienen que sujetar con las patas los restos que devoran. En suma: “ningún animal silvestre o introducido antropogénicamente es capaz de realizar cortes precisos de piel y de acuerdo a la literatura ninguno de ellos elige la cabeza de otros animales como primera estrategia dentro de la maximización individual de la ingesta de nutrientes”.[i]
Sin embargo, hacía falta llevar a cabo el análisis directo de los restos del estudiante para determinar de manera concluyente las causas y circunstancias de su muerte. En las fotografías obtenidas por la defensa del caso, se observa un orificio en los huesos del rostro, por lo que una de las hipótesis era que había recibido un impacto de bala. En su primer informe el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes recomendó se exhumara el cuerpo del estudiante y se le realizara una segunda necropsia con el fin de esclarecer las causas y circunstancias de su muerte. El 4 de noviembre de 2015 los restos de Julio César fueron extraídos del panteón de su pueblo natal, Tecomatlán, Estado de México, y trasladados a la dirección general de servicios periciales de la Procuraduría General de la República. Personal del EAAF y de la PGR realizaron diversas pruebas a los restos, las cuales concluyeron el día 7 de noviembre. Sin embargo, autoridades de diversos niveles y dependencias pusieron mil trabas para la realización de la prueba de ADN necesaria para la plena identificación de los restos. El cuerpo de Julio César tuvo que esperar tres meses en un congelador para que se realizara esta última prueba. Finalmente, fue sepultado nuevamente el día 12 de febrero de 2016.
El día 11 de julio de este año el EAAF hizo públicos los resultados de las pruebas. El cuerpo de Julio César tenía decenas de fracturas en cara, cabeza, costillas y vértebras, así como lesiones en cerebro, pulmones e intestino; todas ellas provocadas por objeto contundente. La causa de muerte fue un traumatismo craneoencefálico por objeto contundente. Se descartó que haya sido por arma de fuego. Sobre el desollamiento, el EAAF llega a una conclusión bastante cautelosa, citamos: “La herida en el cuello que se difundió ampliamente en medios de comunicación en opinión, del EAAF presenta por un lado huellas de actividad de fauna como señaló la primera autopsia, pero también presenta áreas con sospecha de intervención de instrumento cortante. Lamentablemente, a más de un año después de su fallecimiento y enterramiento, y luego de diferentes intervenciones medico forenses realizadas después de su fallecimiento, los restos ya no se encuentran en las mismas condiciones para su examen que en septiembre del 2014 cuando sucedió el homicidio y no nos permite ahondar en mayor detalle en este aspecto.”[ii] Buscando en todo momento que cada afirmación tenga pleno sustento científico, el EAAF confirma la acción de fauna y, debido al estado de descomposición del cuerpo luego de más de un año de los hechos, no le es posible afirmar que haya sido desollado y solamente se atreve a afirmar que existe la sospecha de que las lesiones hayan sido producidas por un objeto cortante.
El mismo día la CNDH sale a ofrecer un informe sobre lo sucedido con Julio César donde reconoce que fue torturado, que el cuerpo presentaba decenas de fracturas pero, en cuanto a la pérdida de la piel del rostro, la atribuye por completo a la fauna y descarta totalmente la acción humana. Sobre esta base, los periodistas y “analistas” afectos al gobierno se apresuran a denostar al GIEI, al EAAF, a la familia de Julio y su defensa legal. Dicen que todos mintieron al afirmar que Julio fue desollado y con eso tratan de apuntalar al de por sí maltrecho régimen de Peña Nieto, de atenuar su responsabilidad y minimizar los crímenes cometidos en Iguala. La prensa chayotera sentencia: “ni lo desollaron ni le dispararon”.[iii] O torciendo los hechos de manera grosera, dicen que el EAAF respalda el informe de la CNDH.[iv]
Sobre esto, habría que hacer varias precisiones:
1) La CNDH solamente fungió como observadora de la segunda necropsia de Julio César. La CNDH no realizó ni una sola prueba a los restos; literalmente el personal de la CNDH no tocó ni una sola vez los restos de Julio. Por tanto, su informe no tiene un sustento científico suficiente. Los únicos que examinaron directamente los restos de Julio fueron los peritos del EAAF y de la PGR.
2) Lo que está fuera de toda discusión es que Julio César fue salvajemente torturado, golpeado hasta la muerte de manera tumultuaria. Esto echa por tierra los artilugios de las autoridades de presentar como culpable de su ejecución a un asesino solitario, tal como lo hicieron en febrero de 2015, cuando anunciaron con bombo y platillo que habían capturado al supuesto culpable, el policía Luis Francisco Martínez Días. Poco tiempo después, pero sin la resonancia mediática del momento de la captura, es decir, por la puerta de atrás, esta persona fue exonerada por este delito, aunque sigue en prisión por otros procesos. De cualquier manera, el efecto mediático ya se había conseguido, aparentar que se avanzaba en el castigo a los culpables.
3) Si hoy el EAAF no puede afirmar con toda seguridad que Julio César haya sido desollado, si no se puede saber con absoluta seguridad qué sucedió es por el grado de descomposición de los restos en el momento de la segunda necropsia. Si desde el principio las autoridades del estado de Guerrero hubieran hecho su trabajo con profesionalismo y si posteriormente diversas autoridades no hubieran retrasado el proceso de exhumación, hoy tendríamos mayor certeza de lo ocurrido. Todos esos funcionarios tienen una responsabilidad y tendrán que rendir cuentas ante la justicia.
4) El GIEI a través de uno de sus peritos solicitó descartar la hipótesis de que Julio César murió por herida de bala, pero nunca lo afirmó. Justamente para descartar esa hipótesis es que se recomendó la segunda necropsia.
En resumen, la CNDH sale a hacer declaraciones sin sustento, busca posicionarse y ganar notoriedad sobre un problema en el que ha jugado un papel marginal. De manera oportunista trata de montarse en una ola que ellos no desataron, de apropiarse de un trabajo que desde hace meses lleva a cabo la familia y de instalar una “verdad histórica” en la percepción de la gente dentro y fuera del país. Fue por la lucha de la familia y su defensa que se logró conseguir las fotografías que no obraban en el expediente, que se logró vencer todas las resistencias para la exhumación y la segunda necropsia y que ésta fue realizada por el EAAF.
El EAAF es serio y cauteloso en sus afirmaciones, sus pruebas no les permiten ir más allá en sus conclusiones. Sin embargo, si consideramos otros datos y puntos de vista tales como el artículo de la bióloga Quetzalli Hernández, las valoraciones del médico Ricardo Loewe y, sobre todo, el hecho irrebatible y plenamente documentado de que el desollamiento es una práctica que en varias ocasiones la delincuencia ha utilizado como método de terror en el estado de Guerrero; si tomamos en cuenta el conjunto de los datos e indicios sobre el tema, como sociedad podemos sostener razonablemente que Julio César fue desollado por delincuentes (con o sin uniforme) las primeras horas del 27 de septiembre de 2014.
Pero ¿cómo explicar que a junto a los cortes precisos hechos por sicarios haya actividad de fauna? La hipótesis más plausible es que una vez hechos los cortes precisos por los sicarios, la carne viva del estudiante quedó expuesta y eso atrajo a los animales hacia ella. Esto también explicaría por qué los animales solamente atacaron el rostro y no otras partes del cuerpo.
Insistimos, más allá de toda polémica, lo que es un hecho es que Julio César fue torturado y ejecutado por delincuentes y policías. Lo que es un hecho es que se trató de un crimen contra la humanidad y un crimen de Estado y que el pueblo de México debe seguir exigiendo verdad y justicia.
Notas
[i] En Belarmino, Jorge (2015). Julio César Mondragón. México, Brigada para leer en libertad. p. 124-127.
[ii]http://www.centroprodh.org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=1892%3A2016-07-11-23-04-03&catid=209%3Afront-rokstories&lang=es
[iii] http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/hector-de-mauleon/nacion/2016/07/12/ni-lo-desollaron-ni-le-dispararon
[iv]http://www.etcetera.com.mx/articulo/Peritos+argentinos+respaldan+informe+de+la+CNDH+sobre+muerte+del+normalista+Julio+Mondrag%C3%B3n/47317
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