México es uno de los países más
peligrosos del mundo para ser mujer. Siete mujeres mueren cada día en el
país víctimas de la violencia machista. Mientras el número de hombres
asesinados ha descendido desde 2011, la tasa de homicidios machistas
sigue en aumento, lo que impide poner los medios para la paz y la
justicia social.
La cifra de feminicidios no ha dejado de
crecer en México desde hace 15 años. Además de ser cada vez más
frecuentes estos homicidios son también cada vez más brutales y
generalizados. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)
recoge datos que apuntan que un 47% de las mujeres mayores de 15 años
han sido agredidas de manera violenta y no sólo verbal por su pareja
actual o a lo largo de su relación anterior.
La violencia machista en México es
omnipresente; es callejera, es doméstica, es laboral y también es
ejercida de manera impune por los miembros y fuerzas de seguridad del
estado en México. El último informe realizado por Amnistía Internacional
denuncia los abusos y violaciones sufridos por mujeres en las cárceles y
centros de detenciones del país por parte de la Policía Federal, la
Local, la Marina y el Ejército. Amnistía Internacional entrevistó a 100
mujeres detenidas en México y descubrió que todas ellas habían sido
víctimas de abusos sexuales o violaciones por parte de las fuerzas de
seguridad del país en procesos de detención o en interrogatorios. Del
total de las entrevistadas 33 mujeres afirmaron haber sido violadas y 72
reconocieron haber sido sometidas a algún tipo de abuso o acoso
psicológico o sexual en el proceso de detención. De las 100 mujeres 66
presentaron denuncias y sólo en 22 casos se abrió una investigación.
Amnistía Internacional afirma que “no tiene conocimiento de que se hayan
presentado cargos de alguna clase a partir de las investigaciones”
El informe de Amnistía también reveló
los porcentajes de arrestos en los que hubo violaciones según la fuerza
de seguridad que llevó a cabo la detención. En el 80% de las
detenciones que realizadas por la Marina se produjeron una o varias
violaciones de la víctima, el 50% en caso de la Policía Estatal, el 50%
del Ejército y el 19% de la Policía Federal. A pesar del alto número de
denuncias de violencia sexual ejercida por parte de miembros de fuerzas
de seguridad el Ejército informó por escrito a Amnistía Internacional
que ningún soldado acusado de estos cargos había sido suspendido de
servicio entre 2010 y 2015. La Marina informó que cuatro marinos habían
sido suspendidos en ese periodo, y sólo uno de ellos fue condenado a
prisión por abusos sexuales, y apartado de manera temporal de su
servicio en La Marina, lo que le permitiría reincorporarse a su puesto
una vez cumplida condena.
Los organismos oficiales de cualquier
Estado deben encargarse de hacer cumplir la ley sobre todo en materia de
Derechos Humanos. Las denuncias de delitos de naturaleza sexual
cometidos por funcionarios públicos raras veces acaban en la apertura de
un proceso judicial y las pocas veces que eso sucede las denunciantes,
la mayoría acusada de delitos relacionados con drogas, procedentes de
entornos de bajos ingresos y después de haber sido obligadas a confesar
bajo tortura o abusos sexuales se encuentran con una defensa poco
efectiva.
La impunidad es el peor enemigo de la
violencia y el abuso. Cada crimen impune manda un mensaje contundente:
la violencia y el abuso contra la mujer queda indemne en algunos países.
El estigma de este tipo de violencia, además, no recae sobre el
violador, abusador, o la persona que comete la infracción, al contrario,
recae sólo sobre la víctima, que en muchos casos se encuentra en una
situación de desamparo total por parte de las instituciones y del
conjunto del poder judicial. Ninguna mujer debe enfrentarse sola a la
violencia machista, porque éste es un problema que no sólo afecta a las
mujeres. La violencia impune, de cualquier tipo, impide la justicia
social.
María López PaniaguaPeriodista
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