M. Samuel Mendoza G.
Hablan: Estela Salmerón
Nava, maestra de prescolar; Cinthia Yadira Mora, maestra de quinto año
de primaria; Leo Martínez Palacio, maestro de sexto año de primaria,
todos del estado de Guerrero.
Soy maestra porque descubrí desde niña que era mi vocación. Mi
familia es de muy bajos recursos y desde joven tuve que comenzar a
trabajar para sostener mis estudios y así poder terminar mi profesión.
Estudié en la Centenaria Escuela Normal del Estado Ignacio Manuel
Altamirano, de Chilpancingo, para maestra de prescolar. Al terminar mi
carrera me enviaron a una comunidad muy lejana, El Amatal, en la Costa
Chica de Guerrero, donde no había luz ni agua ni mucho menos carreteras
para poderse trasladar. No me importó irme para allá, porque mi vocación
son los niños, trabajo para ellos.
Como maestra de una zona rural, vivimos muchas carencias; los padres
me llevaban a caballo a la escuela de la comunidad, cruzábamos ríos y
veredas para poder llegar. Di clases en el piso. Allá no hay dónde
comprar material para trabajar en las clases. Entonces, si no hay
colores, pues órale a pintar con las plantas, si vamos a usar figuras,
pues a hacerlas con barro.
Como maestra rural se viven situaciones muy severas y quisiera que
Nuño y Peña Nieto fueran a las comunidades más marginadas, más alejadas,
para que ellos comprueben toda esta situación.
–Cuando en Acapulco comencé a dar clases, me sorprendí al ver las
escuelas, ¡pero qué cosa, todavía en las ciudades hay escuelas de cartón
con niños descalzos y sin comer! ¿Por qué el gobierno dice que quiere
escuelas de calidad y presume unas cuantas a las que según ya no les
falta nada?, ¿y en las que nosotros laboramos? Mientras el gobierno siga
viendo nada más su círculo cercano, jamás habrá una educación de
calidad.
En la primaria donde estoy, “Alfonso Ramírez Altamirano’’, no tenemos
barda y hay un salón quemado que nunca han arreglado en los 10 años que
tengo como maestra en esa escuela. Los candidatos en campaña y los
funcionarios sólo van a tomarse la foto cuando necesitan algo.
Como maestros rurales, cuando vamos a dar clases a más de cuatro
horas de camino, uno llega empanizado de tanto polvo. Uno debe vivir en
la comunidad en donde no hay ningún tipo de servicio y donde el doctor
va a la comunidad sólo dos veces a la semana. Voy a contar algo muy
personal. Yo padezco de la vesícula biliar. Un día me puse muy mala y en
Acapulco, la doctora me dijo
ya no suba para allá, porque si se pone mal y se le revienta la vesícula, ya no le va a dar tiempo de llegar aquí y se va a morir en el camino.
–Nosotros vivimos y enseñamos con mucho miedo, en un estado tan
violento como es Guerrero, pero, ¿qué nos queda hacer si estamos en
nuestra comunidad, en nuestro trabajo?... sólo acostumbrarnos. Sólo nos
encomendamos a Dios para que él sea quien nos cuide. ¡Porque no hay
ningún día en donde no veamos muertos! Ser maestro rural es algo muy
sufrido. ¿Qué futuro les vamos a dejar a los jóvenes? Estamos aquí pues,
arriesgando la vida.
–Mire, la situación de violencia en Guerrero y en todo el país ha
creado una sicosis y se ha dado por extinguir al magisterio. Los
maestros somos blanco perfecto para la delincuencia. Nos traen asoleados
con extorsiones y secuestros. En Guerrero, detectan que uno es maestro,
lo siguen y se lo llevan para robarle. Nos queda claro que el gobierno y
la delincuencia quieren acabar con nosotros. Esa situación nos ha
tenido, primero que nada, en alerta, y también enfadados: ¡Nos quieren
tener agachados!
–Yo soy maestro porque mi hermana fue a inscribirme a la
Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa. Estudie allí del
94 al 98. Cuando me gradué estuve 13 años como maestro unitario, ¿sabe
qué es eso? Es aquel que además de dar clases a los seis grados de
primaria, también le hacemos de director y de intendente, y con un solo
pago. Esa escuela se llama “Camalotito’’ y está en el municipio de
Petatlán, Costa Grande, cerca de Zihuatanejo. A pesar de que estaba yo
solo, me gustó estar allí. Siempre ganamos los primeros lugares en
competencias. Nos dieron un reconocimiento porque es una de las mejores
escuelas de todo Guerrero. Para llegar a la primaria, caminaba. Allí no
hay luz, pero la convivencia con la gente es la que te alumbra en ese
lugar. Recuerdo muchas experiencias satisfactorias. Tengo presente que
en el Día del Maestro los niños iban a la escuela a cantarme Las mañanitas y una alumna me dijo, “ profe,
yo no tengo dinero, pero vengo a regalarle una gallina para que se la
haga en caldo”. Creo que todos los maestros rurales hemos pasado por
estas vivencias.
Las personas de la comunidad son quienes nos cuidan, porque la
situación para enseñar como maestro rural es muy crítica, y como maestro
unitario uno debe prepararse para dar clases a los seis grupos al mismo
tiempo. Cada día, las clases se planean al correlacionar los temas, en
grupos de 40 o 50 y hasta 70 niños.
–Pero así como recordamos cosas bonitas, también hay situaciones
difíciles que pasan en los mismos poblados. Las mujeres nos exponemos
mucho. Hay maestras que han sido violadas o que se las han llevado y no
las hemos vuelto a ver. Las personas de las comunidades y los maestros
corremos peligros.
–Sí, una vez después de caminar cuatro o cinco horas para llegar a la
escuela, pasábamos por un pueblito al que llega el camión de la
Coca-Cola, y las maestras que veníamos caminando ya estábamos muy
cansadas. Entonces, le dijimos al chofer de ese camión que nos diera un aventón para
ya no caminar tanto. Después de media hora de ir con el de la
Coca-Cola, sobre el camino vimos a cuatro hombres con armas grandes… ¡Ay
no, yo nunca había tenido ese tipo de experiencias! Querían que nos
detuviéramos, pero el chofer se arrancó y fue cuando comenzaron a
dispararnos. Nosotras veníamos con miedo y sólo decíamos
¡Ay Diosito, por favor cuídanos, para que no nos maten!
–¿Dónde está la facultad de quienes gobiernan para protegernos de la
delincuencia y dar solución a las problemáticas educativas? A nosotros
nos interesa dar una enseñanza de calidad. No somos guerrilleros ni
delincuentes, quienes tienen las armas son otros. ¡Somos
m-a-e-s-t-r-o-s! Para hacer una reforma educativa se debe tener el
consenso de todos. Se le debe de preguntar a los maestros y maestras qué
contenidos hacen falta para enseñar mejor, porque nos es lo mismo dar
clases en una comunidad rural que en una ciudad. Necesitamos una reforma
educativa acorde a las necesidades del territorio nacional. El miedo no
es hacer un examen, porque nosotros siempre estamos capacitándonos, de
los 16 años como maestra puedo decir que siempre en julio-agosto nos
tienen estudiando. El miedo es presentarte a hacer un examen que nos va a
quitar nuestros derechos laborales. Estamos aquí porque este gobierno
ha llevado a nuestro país a la derrota. Y estamos luchando por el futuro
de nuestros hijos, de nuestros alumnos y de todos los jóvenes, porque
entonces, ¿qué va a ser de México?
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