7/14/2016

Monólogo acerca de lo que viven los maestros rurales



M. Samuel Mendoza G.
La Jornada 
Hablan: Estela Salmerón Nava, maestra de prescolar; Cinthia Yadira Mora, maestra de quinto año de primaria; Leo Martínez Palacio, maestro de sexto año de primaria, todos del estado de Guerrero.
Soy maestra porque descubrí desde niña que era mi vocación. Mi familia es de muy bajos recursos y desde joven tuve que comenzar a trabajar para sostener mis estudios y así poder terminar mi profesión. Estudié en la Centenaria Escuela Normal del Estado Ignacio Manuel Altamirano, de Chilpancingo, para maestra de prescolar. Al terminar mi carrera me enviaron a una comunidad muy lejana, El Amatal, en la Costa Chica de Guerrero, donde no había luz ni agua ni mucho menos carreteras para poderse trasladar. No me importó irme para allá, porque mi vocación son los niños, trabajo para ellos.
Como maestra de una zona rural, vivimos muchas carencias; los padres me llevaban a caballo a la escuela de la comunidad, cruzábamos ríos y veredas para poder llegar. Di clases en el piso. Allá no hay dónde comprar material para trabajar en las clases. Entonces, si no hay colores, pues órale a pintar con las plantas, si vamos a usar figuras, pues a hacerlas con barro.
Como maestra rural se viven situaciones muy severas y quisiera que Nuño y Peña Nieto fueran a las comunidades más marginadas, más alejadas, para que ellos comprueben toda esta situación.
–Cuando en Acapulco comencé a dar clases, me sorprendí al ver las escuelas, ¡pero qué cosa, todavía en las ciudades hay escuelas de cartón con niños descalzos y sin comer! ¿Por qué el gobierno dice que quiere escuelas de calidad y presume unas cuantas a las que según ya no les falta nada?, ¿y en las que nosotros laboramos? Mientras el gobierno siga viendo nada más su círculo cercano, jamás habrá una educación de calidad.
En la primaria donde estoy, “Alfonso Ramírez Altamirano’’, no tenemos barda y hay un salón quemado que nunca han arreglado en los 10 años que tengo como maestra en esa escuela. Los candidatos en campaña y los funcionarios sólo van a tomarse la foto cuando necesitan algo.
Como maestros rurales, cuando vamos a dar clases a más de cuatro horas de camino, uno llega empanizado de tanto polvo. Uno debe vivir en la comunidad en donde no hay ningún tipo de servicio y donde el doctor va a la comunidad sólo dos veces a la semana. Voy a contar algo muy personal. Yo padezco de la vesícula biliar. Un día me puse muy mala y en Acapulco, la doctora me dijo ya no suba para allá, porque si se pone mal y se le revienta la vesícula, ya no le va a dar tiempo de llegar aquí y se va a morir en el camino.
–Nosotros vivimos y enseñamos con mucho miedo, en un estado tan violento como es Guerrero, pero, ¿qué nos queda hacer si estamos en nuestra comunidad, en nuestro trabajo?... sólo acostumbrarnos. Sólo nos encomendamos a Dios para que él sea quien nos cuide. ¡Porque no hay ningún día en donde no veamos muertos! Ser maestro rural es algo muy sufrido. ¿Qué futuro les vamos a dejar a los jóvenes? Estamos aquí pues, arriesgando la vida.
–Mire, la situación de violencia en Guerrero y en todo el país ha creado una sicosis y se ha dado por extinguir al magisterio. Los maestros somos blanco perfecto para la delincuencia. Nos traen asoleados con extorsiones y secuestros. En Guerrero, detectan que uno es maestro, lo siguen y se lo llevan para robarle. Nos queda claro que el gobierno y la delincuencia quieren acabar con nosotros. Esa situación nos ha tenido, primero que nada, en alerta, y también enfadados: ¡Nos quieren tener agachados!
–Yo soy maestro porque mi hermana fue a inscribirme a la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa. Estudie allí del 94 al 98. Cuando me gradué estuve 13 años como maestro unitario, ¿sabe qué es eso? Es aquel que además de dar clases a los seis grados de primaria, también le hacemos de director y de intendente, y con un solo pago. Esa escuela se llama “Camalotito’’ y está en el municipio de Petatlán, Costa Grande, cerca de Zihuatanejo. A pesar de que estaba yo solo, me gustó estar allí. Siempre ganamos los primeros lugares en competencias. Nos dieron un reconocimiento porque es una de las mejores escuelas de todo Guerrero. Para llegar a la primaria, caminaba. Allí no hay luz, pero la convivencia con la gente es la que te alumbra en ese lugar. Recuerdo muchas experiencias satisfactorias. Tengo presente que en el Día del Maestro los niños iban a la escuela a cantarme Las mañanitas y una alumna me dijo, “ profe, yo no tengo dinero, pero vengo a regalarle una gallina para que se la haga en caldo”. Creo que todos los maestros rurales hemos pasado por estas vivencias.
Las personas de la comunidad son quienes nos cuidan, porque la situación para enseñar como maestro rural es muy crítica, y como maestro unitario uno debe prepararse para dar clases a los seis grupos al mismo tiempo. Cada día, las clases se planean al correlacionar los temas, en grupos de 40 o 50 y hasta 70 niños.
–Pero así como recordamos cosas bonitas, también hay situaciones difíciles que pasan en los mismos poblados. Las mujeres nos exponemos mucho. Hay maestras que han sido violadas o que se las han llevado y no las hemos vuelto a ver. Las personas de las comunidades y los maestros corremos peligros.
–Sí, una vez después de caminar cuatro o cinco horas para llegar a la escuela, pasábamos por un pueblito al que llega el camión de la Coca-Cola, y las maestras que veníamos caminando ya estábamos muy cansadas. Entonces, le dijimos al chofer de ese camión que nos diera un aventón para ya no caminar tanto. Después de media hora de ir con el de la Coca-Cola, sobre el camino vimos a cuatro hombres con armas grandes… ¡Ay no, yo nunca había tenido ese tipo de experiencias! Querían que nos detuviéramos, pero el chofer se arrancó y fue cuando comenzaron a dispararnos. Nosotras veníamos con miedo y sólo decíamos ¡Ay Diosito, por favor cuídanos, para que no nos maten!
–¿Dónde está la facultad de quienes gobiernan para protegernos de la delincuencia y dar solución a las problemáticas educativas? A nosotros nos interesa dar una enseñanza de calidad. No somos guerrilleros ni delincuentes, quienes tienen las armas son otros. ¡Somos m-a-e-s-t-r-o-s! Para hacer una reforma educativa se debe tener el consenso de todos. Se le debe de preguntar a los maestros y maestras qué contenidos hacen falta para enseñar mejor, porque nos es lo mismo dar clases en una comunidad rural que en una ciudad. Necesitamos una reforma educativa acorde a las necesidades del territorio nacional. El miedo no es hacer un examen, porque nosotros siempre estamos capacitándonos, de los 16 años como maestra puedo decir que siempre en julio-agosto nos tienen estudiando. El miedo es presentarte a hacer un examen que nos va a quitar nuestros derechos laborales. Estamos aquí porque este gobierno ha llevado a nuestro país a la derrota. Y estamos luchando por el futuro de nuestros hijos, de nuestros alumnos y de todos los jóvenes, porque entonces, ¿qué va a ser de México?

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