La importancia del análisis marxista
Hacia mediados del
siglo XIX agobiaban al país diversos problemas económicos y sociales,
entre ellos se encontraba la crisis de la producción agrícola y la
minería, la escasa industrialización y la enorme deuda extranjera que
crecía a pasos agigantados. Por aquella época, antes de la guerra de
Reforma, la mayor parte de la tierra cultivable estaba en manos de la
Iglesia, viejos terratenientes herederos de la Colonia y militares; por
su parte, algunos pueblos indígenas aún conservaban cierto control sobre
sus tierras comunales.
Los peones, arrendatarios y campesinos se
encontraban sometidos de diversas maneras a una brutal explotación por
parte de los hacendados, ya sea por medio de salarios miserables y
contratos leoninos o por medio de la obligación de comprar todos sus
insumos en las tiendas de las haciendas. El acasillamiento
(imposibilidad de abandonar las haciendas) y los castigos corporales
eran cosas cotidianas.
Al mismo tiempo, el desarrollo del
capitalismo comenzaba a concretarse en México por medio del crecimiento y
multiplicación de los ranchos, en el cambio de técnicas de cultivo, en
la minería, los obrajes y la pequeña industria. El desarrollo
capitalista se enfrentaba a algunos obstáculos difíciles de superar, el
más importante de ellos era el enorme poder económico de la Iglesia (que
por aquél entonces era igual o más importante que los bancos) y el
latifundismo. La naciente y poco consolidada burguesía mexicana se
encontraba en una situación de debilidad frente a los ministros del
clero católico y los hacendados latifundistas, debido al gigantesco
poder económico, político y militar de estos últimos.
Es en este
escenario que la clase obrera hace su “aparición”, por decirlo de alguna
manera, en México. Si bien, la producción artesanal seguía siendo
mayoritaria frente a la industrial y, además, los impuestos por
comercialización eran altísimos, había en ese entonces, en todo el
territorio nacional, poco más de 50 fábricas textiles, algunas
papeleras, destilerías y ferrerías donde se empleaba a hombres, mujeres y
niños bajo las peores condiciones. Por ejemplo, su salario no pasaba de
los 40 centavos diarios, aunque trabajaban jornadas de 14 a 16 horas;
eran obligados a vivir dentro de las fábricas o en casuchas miserables
que pertenecían a los dueños de la empresa y, además, se encontraban
permanentemente bajo la amenaza de ser entregados a los gendarmes si se
rehusaban a trabajar.
En el Seminario de lectura y análisis del Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, de José Revueltas, que llevamos a cabo este semestre en el cubículo “Julio Antonio Mella”, ubicado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, como parte de las actividades de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), leíamos que:
“La clase obrera […] nace en México, como en todos los países, bajo las condiciones de ser la clase más explotada, la más desprovista de garantías y la que está condenada a una abyección y envilecimiento mayores que los de ningún otro conglomerado oprimido de la sociedad. Los campesinos […] son más libres y tienen más ventajas –con todo y ser de hecho considerados como esclavos– que el proletariado industrial de las factorías que comienzan a establecerse en México […]”
Dichas
factorías y obrajes entraban en contradicción constante con los
talleres de artesanos que existían en las ciudades, los cuales eran un
instrumento económico atrasado que se basaba en el control absoluto de
los gremios sobre la producción y la limitación de los oficios por parte
de los maestros. La necesidad de mano de obra para las nacientes
fábricas propició que las filas de la naciente clase obrera se
alimentaran de campesinos e indígenas desplazados y de artesanos caídos
en desgracia.
La Constitución de 1857, promulgada por Benito
Juárez, sentó las bases legales para la profundización del desarrollo
económico capitalista en nuestro país, aunque no fue hasta después de la
derrota de la invasión francesa y el imperio de Maximiliano que dichas
bases legales comenzaron a arrojar resultados.
La naciente
burguesía cobró mayor fuerza y la clase obrera comenzó la lucha por
reivindicaciones económicas inmediatas, además, la decadencia de muchos
talleres artesanales condujo a que, poco a poco, comerciantes y
prestamistas se fueran apoderando de los talleres y convirtiéndolos en
manufacturas, proceso que convirtió al artesano en obrero y al antiguo
maestro en capataz. Dicho proceso se mantuvo presente en la conciencia
de los nuevos obreros, quienes comenzaron a agruparse en sociedades
mutualistas y cajas de socorros mutuos, fuertemente influidos por las
ideas del socialismo utópico traídas a México por algunos inmigrantes
europeos (entre ellos, por ejemplo, el célebre anarquista griego Plotino
Rhodakatany), y que también se sustentaban en las tradiciones comunales
y de apoyo mutuo de las comunidades indígenas y campesinas.
José Revueltas en el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza
también señala que, a diferencia de Europa, donde la clase obrera
comprende de un modo casi espontáneo que ella es la fuente de toda
riqueza e instrumento de su creación material, y que manifestándose en
las formas más elementales y más instintivas da origen al movimiento de
los ludditas o “destructores de máquinas”, en México la clase
obrera nace al mismo tiempo que la incipiente industria y no tiene a su
alrededor nada que la haga ver el papel económico que desempeña. La
clase obrera mexicana del siglo XIX no se ve a sí misma como la más
ofendida y humillada, ni se considera a sí misma creadora de la riqueza
social. Su papel en el desarrollo industrial no alcanza para que la
clase obrera se dé cuenta de su papel creador y tampoco de su enorme
poder destructivo, cuando menos.
¿Cuál es el proceso que llevó a
la clase obrera a protagonizar las más combativas y masivas huelgas
contra la dictadura porfirista a principios del siglo XX? ¿Cómo es que,
de las cajas de socorros mutuos y las sociedades mutualistas, la clase
obrera pasó a la organización de enormes círculos, uniones y sindicatos
que, en gran medida, formarían la base social y política del primer
partido de ideología socialista en México, el Partido Liberal Mexicano
(PLM)? Estas y otras preguntas las iremos respondiendo poco a poco en
posteriores artículos, apoyados en la discusión colectiva que hemos
desarrollado en el Seminario sobre el Ensayo sobre un proletariado sin
cabeza, de José Revueltas. En la OLEP discutimos y aprendemos
colectivamente como parte de nuestro trabajo de organización permanente,
te invitamos a participar.
Nota: Este artículo fue publicado como parte de la sección RECUPERANDO LA HISTORIA del No. 18 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 23 de junio de 2016.
Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP)
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