7/25/2015

Síndrome de Pinocho (segunda parte de El laberinto de las mentiras)


   MUJERES Y SALUD MENTAL
Por: Alejandra Buggs Lomelí*




Síndrome de Pinocho, además de ser el nombre que da título a esta segunda parte del tema sobre las mentiras, es también la forma coloquial que se da a un trastorno emocional y mental llamado psiquiátricamente mitomanía y es la forma más extrema que cobra la mentira.

Como revisamos en mi columna del mes pasado, la mentira es parte de la vida cotidiana, siendo parte natural en la infancia como un pensamiento mágico propio de la etapa evolutiva, sin embargo, cuando en la edad adulta nos encontramos con personas que envuelven su vida con farsas y engaños para justificar determinadas acciones o para compensar problemas de autoestima, entonces nos encontramos ante un serio problema.

Generalmente se clasifica a las mentiras en cuatro tipos, sin embargo, es posible encontrar clasificaciones diferentes aunque en realidad varían muy poco.

Los siguientes son los tipos de mentiras más frecuentes:

1. Mentira trivial u ocasional: quien miente de vez en cuando por divertirse o por salir del paso ante alguna situación, llamada también “mentira piadosa”.

2. Mentira frecuente: la persona miente tanto que a veces ya no recuerda lo que dijo y tampoco tiene problema con ello, tienden a ser descuidadas y van sumando una mentira a otra para salir de alguna situación que tienen que enfrentar.

3. Mentira suave: se planean las mentiras de tal forma que la persona está muy alerta tanto a su comunicación verbal como no verbal para darle la mayor veracidad a lo que expresa. Generalmente son personas a las que se les cree durante un lapso de tiempo, y cuando son descubiertas buscan a otras personas para literalmente embaucarlas en sus mentiras.

4. Mentira compulsiva o mitomanía: la persona miente aunque la verdad sea más fácil de decir; la persona está tan dañada emocionalmente que miente impulsivamente y sin control, y trata de hacer creer a las y los demás lo que dice. Este tipo de mentira llega a grados crónicos y por tanto patológicos.

En este último tipo de mentira, las personas llegan a niveles en los cuales no saben hablar sin incluir en sus frases alguna mentira, perdiendo en su comunicación la sinceridad; son personas que mienten al grado de ya no darse cuenta y hasta terminar creyendo sus propias mentiras, defendiéndose a capa y espada.

Estas personas crean un mundo irreal e imaginario, y experimentan grandes dificultades para escapar del círculo vicioso que esto les provoca.

Las personas que mienten de modo compulsivo sienten grandes carencias personales, falta de autoestima, fobias, ansiedades, inseguridad, timidez, problemas de habilidades sociales y complejos de inferioridad, entre otras sensaciones

Son personas que en el fondo de su ser y por situaciones ocurridas en su historia de vida, no se aceptan ni personal ni socialmente, porque en el fondo se sienten inferiores, intentando compensar sus inseguridades o falta de aprecio a base de mentiras y construyendo “castillos en el aire”.

Hasta ahora no se ha encontrado una sola causa que origine que alguien mienta, sin embargo, podemos pensar más en los para qué y no en los por qué las personas podemos mentir.

A continuación menciono algunas posibles respuestas, según la doctora Adriana Guraieb, a la pregunta “¿para qué mentimos?”.

• Se miente para que las y los demás no perciban nuestro miedo, es decir, por protección y a cualquier edad, es una forma que hace que no se experimente la angustia de la pérdida.

• Para cuidar la imagen: son mentiras que tienen como fin agradar o querer ser aceptada o aceptado.

• Para evitar el castigo: cuando se sabe que puede haber una sanción o reprimenda.

• Para evitar responsabilidades: la persona utiliza un sinfín de excusas como por ejemplo: “no me avisaron que me llamaste” o “perdí tus datos”, etcétera.

Cualquiera que sea el caso, la realidad es que la mentira puede ser un arma peligrosa e hiriente en las relaciones humanas porque lastima y destruye los vínculos de afecto; de ahí la importancia para no hacer de esta acción un hábito que puede afectarnos profundamente como a nuestro entorno social.

Alguna vez me han preguntado si es posible identificar a alguien cuando miente, ya que no podemos traer en el bolsillo nuestro polígrafo de mentiras y afortunadamente la respuesta es sí. Sí podemos identificar a algunas personas que mienten por ciertas actitudes que manifiestan.

El lenguaje corporal es un gran aliado en estos casos, especialmente si ponemos atención a las expresiones faciales, ya que cuando una persona miente (aunque no lo muestre y esté en control de sí misma) se pone ansiosa y esta ansiedad le hace presentar alguno de los siguientes síntomas:

Parpadeo más frecuente, comete varios errores al hablar o utiliza muletillas, evita la mirada directa, tienden a hablar más rápido con la intención de que no le preguntemos nada y si lo hacemos, generalmente pierden la coherencia de lo que están expresando.

Lo más importante antes de enfrentar a una persona que miente o de aceptar que alguien cercano a ti lo hace, es estar dispuesta o dispuesto a escuchar y aceptar esa verdad por dolorosa que esta  sea, para que alguien que miente de forma destructiva no siga lastimándote con su forma de ser.

Desafortunadamente, la mentira aunque es un tema tan antiguo como la misma humanidad, no ha generado las suficientes investigaciones como sería necesario, pero con lo poco estudiado se ha visto que la edad promedio para que una persona desarrolle una mitomanía es de 16 años, y en cuanto a género la tendencia es a que afecte de igual manera tanto a mujeres como a hombres.

Es importante resaltar que la mitomanía causa que quienes no mienten (al menos de esa manera) rechacen estar cerca de personas con este trastorno emocional, lo que provoca en quienes la padecen sentimientos de inseguridad, remordimiento y culpa, al mismo tiempo un gran desgaste emocional y físico que afecta su salud integral.

Si acaso tú, lectora o lector, conoces a alguien con tendencia a la mitomanía o tu misma o mismo identificas que mientes, es importante buscar e iniciar un proceso de psicoterapia, para atender esta problemática que seguramente tiene sus raíces más profundas en las historia de vida y que tanto destruye a quien la vive.

www.saludmentalygenero.com.mx

*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.


Imagen retomada del sitio depsicologia.com

Cimacnoticias | México, DF.- 

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