Palabra de Antígona
"Me entusiasma saber que no hay en mi alma temor a los cambios. Me siguen, eso sí, asombrando profundamente, porque hay cambios inmutables, por ahora, como la tozudez de los hombres del poder contra la mujeres pidiendo igualdad o equivalencia; porque todos estos terremotos tecnológicos y políticos, no son todavía capaces de convencer a la mitad de la población de algunos cambios profundos y necesarios en las relaciones entre hombres y mujeres"
Sara Lovera
México
DF, 20 jul. 15, AmecoPress.- Supongo que le ha sucedido a mucha gente
en su historia personal. Según cada época. Imagino que en 1936 nadie
pensó en los terribles sucesos del nazi-fascismo que llegarían muy
pocos años después con su estela de atrocidades. Ahora sé que en 1920
cuando ya teníamos la revolución del telégrafo, una suerte de
comunicación instantánea, nadie podría imaginar que el chat del
whatsapp sería algo de uso corriente para enviar datos, sonido y
fotografías, como ahora sucede.
Seguro que en
una sola vida nadie pensó al nacer en 1906 y morir en 1997 en Europa,
que iba a escenificar dos guerras mundiales o que mi abuela iba a
prepararse para lo que vivió: la violencia de la Revolución Mexicana en
que perdió a su marido y al mismo tiempo vivir en el mismo país el
progreso de los años 30 y 40; el voto femenino y votar; el uso
generalizado de los anticonceptivos y menos, pensó, que las mujeres
usarían pantalones sin inmutarse, como ella las enaguas, toda la vida.
Una sola persona, menor de 70 años, hoy puede constatar que trabajó con
el télex, el fax, con el teléfono para enviar y recibir noticias y
ahora simplemente con un teléfono personal, chiquitito, manda reportes
de los hechos más sobresalientes, cercanos o a miles de kilómetros.
Yo nunca pensé
que habría de vivir cosas fundamentales para mi visión de la vida, en
apenas 50 años, después de que cobré conciencia social a los 16: la
Caída del Muro de Berlín, comprobando cambios in situ; la aprobación
legal de la interrupción del embarazo en el Distrito Federal.
Oír discursos
del poder con visión feminista, como por ejemplo: escuchar a Rosario
Robles, al tomar posesión como jefa de Gobierno, decir que en la
capital se arrinconaría al patriarcado; o bien leer en tiempo real, en
el Facebook, que la Suprema Corte de Justicia reconoció como legal,
para toda la República Mexicana, el matrimonio entre personas del mismo
sexo y que éste dejó de tener como función primigenia la reproducción.
Cosas inimaginables que tienen que ver con la democracia y cambios en
la vida y el pensamiento de las personas, por fortuna; y ahora, este 20
de julio, como si nada, se reanudan materialmente las relaciones
diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
Hace 53 años,
Cuba rompió con Estados Unidos y este país le aplicó un bloqueo
económico que parecía interminable. Apenas y recuerdo el foquismo, la
idea generalizada de que cualquier guerrilla en América Latina podría
devenir en una Revolución, parecía una verdad infranqueable. Cómo
imaginar que alguna vez el pueblo de Cuba podría discutir con el
imperio y mantener su orientación política. Y que esto, posible, no sea
un motivo de discusión entre “comunistas” de que se trata de una
“traición”.
La vida de una
persona en tan poco tiempo puede experimentar un montón de cosas que
antes se pensaban como verdaderas historias de ficción. No sólo en la
tecnología. Recuerdo que hace 30 años, en el Sindicato de Telefonistas
de la República Mexicana me hablaron de la transmisión de datos, voz y
sonido por un teléfono. No lo creí. Llegó a mi mesa de trabajo como una
estampida; igual pisé las calles de Berlín en febrero de 1990, pensando
que sería muy complicada la unificación, la nueva moneda y la
desaparición del miedo. Y sucedió.
Así que mi
hermosa Isla, cuya Habana Vieja se ha ido restaurando, hoy se ve por
toda la capital de la Isla como multiplican los paladares, la venta
libre de artesanías, los viajes al extranjero desde hace tiempo; la
posibilidad de disfrutar en una casa privada las bellezas de Varadero,
si nos habían dicho que ahí no se podía. La apertura en Cuba ha vivido
un largo proceso. Por ello hoy nadie se desgarra las vestiduras, porque
un sistema de economía planificada podrá convivir tranquilamente con el
sistema capitalista, sin romperse.
Me entusiasma
saber que no hay en mi alma temor a los cambios. Me siguen, eso sí,
asombrando profundamente, porque hay cambios inmutables, por ahora,
como la tozudez de los hombres del poder contra la mujeres pidiendo
igualdad o equivalencia; porque todos estos terremotos tecnológicos y
políticos, no son todavía capaces de convencer a la mitad de la
población de algunos cambios profundos y necesarios en las relaciones
entre hombres y mujeres.
Y mientas todo
está listo para abrir este lunes la vieja mole gris construida para la
embajada Cubana en Washington en 1917, y se recuperará esta enorme casa
situada a tres kilómetros de la Casa Blanca, mientras este cambio
sustantivo opera, todavía hay una voz, que parece de ultratumba que
señala que las inquietantes y complicadas elecciones ayer en Chiapas,
tienen que ver con la decisión del Tribunal Electoral de reconocer la
paridad. Ayer todos los primeros comentarios sobre inconformidades e
incidentes electorales fueron atribuidos al cambio de candidaturas para
cumplir con el 50 por ciento de cada sexo en la listas.
Porque esas
voces están ocultando la verdadera problemática en Chiapas: el atraso,
la falta de vías de comunicación y, sobre todo, la pobreza y la
marginación. No hay confusión por la paridad electoral, lo que hay es
caciquismo, intereses inconfesables y desgobierno. En 1994 en Chiapas
había esclavitud y los indios e indias eran marcados con un fierro
ardiendo, con el sello del dueño de la finca de café, cuando el
producto tenía comercio, precio y estaba íntimamente relacionado con el
intercambio internacional; increíble que todavía hoy existan
comunidades donde las niñas son vendidas o intercambiadas en
matrimonio.
Es así como la
vida personal se enfrenta a cambios, impensados y situaciones de
ficción; también es verdad, que algunas de ellas, se establecieron en
el Código Napoleónico. Mujeres propiedad de los hombres.
O pienso en la
creación de la idea de familia en el siglo XIX, por personajes tan
apreciados como los liberales de la República que nos definieron como
las reinas del hogar, y haya sido necesario explicar a los líderes
partidarios que somos iguales y que la indias son seres humanos capaces
de gobernar un municipio.
Increíble que
a partir de esta semana se vaya a desdoblar en Cuba la bandera
norteamericana y en Estados Unidos la de la República Socialista.
Supongo que será para bien. No puedo pensar al contrario, porque he
visto cómo –sobre todo luego de la desaparición de la Unión Soviética-
no había, ahí, aceite para guisar, ni una escoba para barrer, ni
pantaletas para las mujeres. Hoy eso ya no existe, pero, sí, para quien
pueda ofenderse, vendrá un tiempo de mayor consumo y las familias
podrán reunirse, y habrá pintura Scherwin-Williams para remozar casas y
edificios. Espero que la imagen gris de los edificios, algunos
bellísimos frente al morro, no serán más así.
Dirán que me
veo superficial. La vida está hecha de estas cosas. Y otras, también,
espero que no se caiga la red tanto como ahora en los lugares donde la
comunicación es fundamental en Cuba; no me da miedo que se pueda ver la
televisión de cable, porque ya se hicieron arreglos hace mucho tiempo,
pero las falta de información entre muchas personas hace pensar que
ahora esta decisión acabará con la revolución y la autonomía de la
Isla.
También espero
que ahí, como sucede en México, más bien se trabaje para eliminar la
violencia contra las mujeres, la que existe; que el machismo sea
arrinconado; que la apertura permita ampliar la discusión de la
igualdad, abierta lentamente en la Isla, pero todavía con muchos
pendientes. Por fortuna llegará la gringada cuando ya en Cuba, es legal
ser homosexual y es posible que entre los primeros cambios haya
reconocimiento a la sociedad civil organizada.
Yo solamente
espero que nadie se quede atrás, como la historia aquella de la
película cubana, post revolución, Memorias del Subdesarrollo, porque la
historia no es circular, sino va en espiral, como ya lo dijo hace mucho
tiempo el tata, el abuelo, Carlos Marx.
Foto: Archivo AmecoPress.
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