John M. Ackerman
Enrique Peña Nieto es el principal responsable de la fuga de Joaquín El Chapo
Guzmán. Desde el 1º de diciembre de 2012, el Presidente de la
República en funciones se ha dedicado a desmantelar las instituciones
del Estado y a debilitar la voz ciudadana en los asuntos públicos. En
su lugar, el actual ocupante de Los Pinos ha establecido, con la activa
participación de los partidos del Pacto por México, una
mafiocraciaal servicio de los intereses políticos, económicos y criminales más poderosos del país.
La fuga de El Chapo y la adjudicación de los primeros contratos petroleros de la ronda uno
a una empresa vinculada con la familia de Carlos Salinas de Gortari
constituyen dos lados de la misma moneda. En ambos casos, grupos empoderados por y con fuerte representación dentro del mismo gobierno cobran su lealtad llevándose importantes activos a casa.
Peña Nieto gobierna de acuerdo con el viejo guión del autoritarismo
priísta. Al llegar a Los Pinos, primero centralizó el poder en manos de
su
camarillapolítica de ex gobernadores feudales. Posteriormente, el Presidente negoció un perverso equilibrio político por medio del reparto del botín de las riquezas y las instituciones de la nación entre diferentes grupos de poder.
Miguel Ángel Osorio Chong ha señalado que la fuga de El Chapo fue resultado de
una traición desde el gobierno. El secretario de Gobernación tiene razón. El difícil equilibrio entre una pluralidad de mafias que había mantenido en su lugar al régimen actual empieza a resquebrajarse desde dentro.
La causa del naufragio nacional no sería entonces un deficiente control político desde Los Pinos o la existencia de un gobierno
paraleloinfiltrado por el narcotráfico, sino el modelo de gestión dominante del gobierno federal, basado en el fomento de y el pacto con diferentes mafias de poder.
En este contexto, la respuesta no puede limitarse al terreno tecnocrático del
fortalecimiento institucional. Entre más se fortalecen las instituciones realmente existentes lo único que se logrará es consolidar el poder de las diversas redes de poder informal que hoy controlan cada uno de los respectivos organismos estatales.
La solución tampoco vendrá de fuera. El gobierno de Estados Unidos
busca aprovechar la enorme crisis de legitimidad del gobierno federal
para infiltrar y controlar aún más a las instituciones de seguridad
mexicanas. Pero ello solamente agravaría la situación, ya que a las
agencias de seguridad estadunidenses no les importa un ápice la paz y
la justicia en México. Su único objetivo es administrar la violencia
para garantizar que se mantenga al sur del río Bravo.
La
mejor vía sigue siendo la de la articulación de un fuerte contrapoder
ciudadano que logre conjuntar las diferentes frentes de resistencia
popular dentro de un proyecto de transformación política nacional y
nacionalista.
Es importante señalar que la derrota temporal del gobierno de Alexis
Tsipras por el poder financiero europeo de ninguna manera ha
deslegitimado el camino de la política de masas en México. Todo lo
contrario. Un eventual gobierno popular mexicano tendría mucha más
fuerza que Syriza en Grecia. México es uno de los países más grandes
del mundo y cuenta con su propia moneda, enormes recursos naturales,
así como una larga tradición de resistencia popular que rebasa por
mucho la existente en la mayoría de los países europeos.
Ahora bien, un gobierno incapaz de asegurar la vigencia del estado
de derecho en la sección más segura de la cárcel de mayor seguridad en
el país es a todas luces un gobierno abiertamente cómplice con el
crimen organizado. Sin embargo, por muy deseable que sea, ni Peña Nieto
ni Osorio Chong renunciarán a raíz de su más reciente fracaso
histórico. Como ya hemos visto con el caso de los 43 estudiantes
desaparecidos de Ayotzinapa, así como con los escándalos de la Casa Blanca y
la residencia de Malinalco, el cinismo del régimen actual no conoce
límites. La rendición de cuentas simplemente no existe en México.
La única forma de sacar los corruptos del poder será por medio de la
acción social, la organización ciudadana y la intervención política.
Evitemos la total desaparición del estado de derecho y la soberanía
nacional trabajando todos y todas desde sus trincheras respectivas para
lograr lo más pronto posible un verdadero cambio de régimen.
Twitter: @JohnMAckerman
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