La violencia en el país
sigue su marcha ascendente, pues nada efectivo se ha hecho por el
régimen para recomponer una situación inaceptable. El Inegi acaba de
informar que en el año 2014 se registraron 19 mil 669 homicidios, cifra
tomada de las actas ministeriales sobre hechos sangrientos que fueron
registrados por una autoridad competente. Esta cifra tal vez no diga
mucho a la ciudadanía, tomando en cuenta que México cuenta con más de
120 millones de habitantes, pero conviene partir de un hecho objetivo:
nuestro país no está en guerra con ninguna otra nación ni hay una
revolución interna para contar con un número de muertos superior a los
que mueren en países con serios conflictos armados, como en el Medio
Oriente.
La violencia en el país es
consecuencia de que el Estado de derecho está cada vez más
resquebrajado, por las profundas distorsiones en el cuerpo social
producidas por una injusticia social cada vez más lacerante. Lo más
terrible es que al paso de los años esta situación empeora en vez de
mejorar, como nos lo prometen cada principio de sexenio. La pobreza en
el país va en aumento, como lo indica el Consejo Nacional de Evaluación
de la Política de Desarrollo Social (Coneval), organismo que prevé que
la cifra de la pobreza en el país se mantenga en 53 millones de
personas, aunque advirtió que habrá mayor pauperización en los meses
venideros porque los ingresos de las familias no han crecido en lo que
va del sexenio.
Lo más seguro es que la
tendencia se mantendrá a la baja, de manera cada vez más terrible
porque ninguna de las apuestas del “gobierno” de Enrique Peña Nieto han
sido ganadas. Pronto, así como vamos, llegará el momento en que la
demagogia mediática será infructuosa, porque la realidad demostrará que
nada de lo que se dice en los espots y en los discursos responde a la
realidad. Esta situación anómala podrá sostenerse todavía algunos
meses, debido a que la mayoría de ciudadanos vive en un estado de
desinformación grave, pero aun así la verdad habrá de salir a flote
porque ya es diametralmente opuesta a las mentiras demagógicas de los
medios de comunicación al servicio del grupo en el poder.
La situación que vive la
nación actualmente es más grave de la que se vivió en los albores de la
Revolución Mexicana, en lo que coinciden la mayoría de los analistas y
expertos nacionales y extranjeros más serios, como por ejemplo Lorenzo
Meyer y Noam Chomsky . Sin embargo, de ello no parecen darse cuenta
las élites oligárquicas en el poder, las cuales continúan actuando como
si el país estuviera en jauja, con la complacencia de la burocracia
dorada que encabeza nominalmente Peña Nieto. De ahí que sea fácil
pronosticar un fin de sexenio inédito, cuyas consecuencias no están
previstas ni por el grupo en el poder ni por las organizaciones
progresistas, con alguna que otra excepción pero bajo puntos de vista
particulares.
Las expectativas creadas por
el régimen una vez aprobadas las mal llamadas reformas estructurales se
verán frustradas, como lo evidencian los hechos. No hay condiciones
objetivas para que puedan dar resultados en favor de la oligarquía, por
la terrible descomposición del sistema político en su conjunto. Le
apostaba a que la situación global mejoraría, una vez que Estados
Unidos superara la crisis económica del año 2008, pero el tiempo ha
transcurrido y las cosas no mejoran, pese a que sigue teniendo una
fuerte hegemonía el Grupo de los Siete sobre la humanidad.
La economía estadounidense no
repunta, ni lo hará en los meses venideros porque no existen bases
concretas para ello. El fondo del problema es que el capitalismo
neoliberal ya dio lo que tenía que dar en las más de cuatro décadas de
que fue impuesto el llamado Consenso de Washington. La única
posibilidad de que la economía tenga un mínimo crecimiento,
desgraciadamente, es con base en el repunte del armamentismo a nivel
global. Es decir que haya más conflictos bélicos, mismos que a su vez,
con el desarrollo científico y tecnológico actual, sólo lleva a una
tercera guerra mundial. Obviamente, todos saldremos perdiendo en un
entorno apocalíptico. A nivel nacional, la oligarquía no entiende que
su voracidad nos está llevando a más violencia y degradación social.
¡Qué lamentable!
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