Por: Carmen R. Ponce Meléndez*
En 2014 el ingreso de los hogares disminuyó 3.5 y los gastos 5.1 por ciento, respecto a 2012. Pero en los hogares rurales –los más pobres– sus ingresos se redujeron casi el doble, en 6.6 por ciento.
Comparado con el ingreso percibido en 2008 la caída es de 15 por ciento, no hay recuperación desde la crisis.
Son resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares del Inegi (ENIGH 2012-2014).
Los hogares rurales se ubican en localidades de menos de 2 mil 500 habitantes, ahí es determinante el volumen de trabajo no remunerado, trabajo que realizan fundamentalmente las mujeres, y justamente son las mujeres rurales e indígenas las que tienen los índices más altos de pobreza en el país.
Por eso es previsible que en el próximo informe de pobreza del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) las mujeres ocupen los primeros lugares en lo concerniente a condiciones de pobreza.
Más de la mitad de los ingresos de los hogares (68.6 por ciento) proviene de remuneraciones al trabajo subordinado, y 14.5 por ciento a transferencias (programas sociales como Oportunidades y las remesas).
Significa que la mayoría de los hogares encuestados dependen del mercado de trabajo para obtener ingresos y del mercado de bienes y servicios para obtener satisfactores; tan es así que el autoconsumo muestra una drástica caída de más del 20 por ciento.
Según la ENIGH, el ingreso diario del 10 por ciento de los hogares más pobres (decil I) es de 85.73 pesos, sin embargo en los hogares rurales del mismo decil es de 84 pesos, una disminución del 2 por ciento.
En contraste, el ingreso diario de los hogares más ricos (decil X) es de mil 546.26 pesos, una enorme diferencia, 18.2 veces más; de ese tamaño es la desigualdad de ingresos en el país.
De tal forma que los hogares más ricos concentran 35.4 por ciento de los ingresos, mientras que los hogares más pobres perciben sólo 1.9 por ciento del ingreso.
IMPORTANCIA DE LAS TRANSFERENCIAS
Es notoria la importancia que revisten las transferencias para los hogares más pobres, pues representan más de un tercio de sus ingresos (39.3 por ciento); esta proporción se reduce a 13 por ciento en los más ricos.
Por eso el Índice de Gini –que mide el nivel de desigualdad: mientras más cerca del 1, mayor desigualdad–, es de 0.491 sin transferencias, y cambia a 0.438 considerando las transferencias; es el efecto que tienen en el ingreso de los pobres las remesas y los programas sociales, donde el rol de las mujeres es muy importante.
En esa misma medida, una disminución de 11.1 puntos porcentuales de esos ingresos es muy lesiva y causa mayor pobreza en las mujeres.
Como es lógico, la mayor dependencia de estos recursos está en los hogares rurales. De cada 100 pesos que ingresan en estos perceptores sólo 55.9 provienen del trabajo remunerado y subordinado, y esta proporción aumenta al 70.2 en los hogares urbanos, por tanto es mayor su relación con los cambios que experimenta el mercado laboral, como el desempleo.
A nivel regional los estados más afectados por la disminución de ingresos son Guanajuato, Chihuahua y Oaxaca.
ALIMENTOS, DESTINO DEL GASTO
En términos generales y conforme a los resultados de la ENIGH 2014, el gasto de los hogares se redujo 5.1 por ciento, en relación a 2012. Los rubros más afectados son: vestido y calzado, así como cuidados de salud y personales.
Esto explica en buena medida la contracción del mercado interno y la disminución en la inflación, hay menos consumo privado.
El destino del gasto de los hogares es un claro reflejo de las desigualdades sociales y económicas, se vuelven causa y efecto. El ejemplo más claro son los rubros de alimentos y educación (ver gráfica).
En los hogares más pobres, de cada 100 pesos la mitad (50.7 por ciento) se destinan a la compra de alimentos, por el contrario en los más ricos (decil X), este gasto se reduce a 22.5 por ciento. Como quien dice, todo se va en comida y apenas alcanza.
En educación sucede lo contrario, los hogares ricos gastan en este rubro 20.6 por ciento de sus ingresos; sin embargo en los hogares pobres la proporción se reduce a un pequeñísimo 5.6 por ciento, prácticamente nada. Y ya se sabe que una buena forma de salir de la pobreza es invertir en educación, sobre todo de la pobreza intergeneracional.
Las y los hijos de esos hogares pobres reciben una educación mínima y de baja calidad que les resta ventanas de oportunidad para su desarrollo y para el mercado laboral, en total desventaja con los de mejores ingresos, y de esa manera se perpetúan los niveles de desigualdad socioeconómica.
Finalmente, la ENIGH dibuja un panorama de desigualdad y pobreza que no sorprende, aunque sí debe convocar al debate y aplicación de nuevas políticas públicas, un replanteamiento del neoliberalismo, y sus efectos tan negativos para la mayoría de la población.
Twitter: @ramonaponce
*Economista especializada en temas de género.
Cimacnoticias | México, DF.-
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