Psicóloga colombiana experta en violencia sexual
El Desconcierto
La periodista colombiana Fernanda Sánchez Jaramillo conversó con Natalie Sánchez, psicóloga, magíster en estudios culturales, quien es parte del equipo profesional de la Casa de la Mujer en Colombia, respecto a los efectos y métodos de acompañamiento a mujeres víctimas de violencia sexual. “Yo acá es la primera vez que dejé de sentirme loca porque en todos lados sentía que me trataban como si estuviera loca”, es uno de los miles de testimonios que le han llegado a Sánchez. |
¿Cuáles son los impactos en la salud mental de las mujeres afectadas por la violencia sexual y la tortura?
-Los
impactos en la salud mental de las mujeres son variados. En nuestra
experiencia, hemos encontrado varios ciclos; al principio, el desamparo
es total pues se revive el miedo a la violencia sexual que tenemos las
mujeres en las sociedades patriarcales, y está unido a un dolor
emocional. Además hay una desconexión con el cuerpo -como mecanismo de
defensa- ya que el cuerpo es la prueba de la experiencia traumática.
¿Cómo se manifiesta esto?
-Lo
que pasa es que las mujeres re-experimentan el hecho traumático. Tienen
pesadillas, ataques de pánico en distintos contextos: en el bus, en una
noche cualquiera mientras caminan cuando algo les recuerda el hecho. A
veces hay reacciones de mucha agresividad hacia algunas personas, hacia
los hombres, o el compañero afectivo. Esto depende de las circunstancias
en que se dieron los hechos.Cuando el evento ocurre en presencia del
compañero afectivo, esto afecta la relación de pareja, se culpa al otro,
se le exige lo que no puede hacer, la agresividad aparece como
mecanismo de defensa. Muchas veces las mujeres se culpan por los hechos
y, de una manera inconsciente, se castigan.
¿De qué forma?
-Cuando
vuelven a sentir placer sexual, por ejemplo, hay una tendencia a no
sentirse merecedoras de volver a disfrutar la sexualidad porque es como
si estuviera mal, esto afecta sus experiencias eróticas y afectivas.
Otras
afectaciones están relacionadas con la desconfianza hacia los hombres,
es una afectación alrededor de lo masculino, muy fuerte, y obviamente
hay daños físicos -pues comprendemos la salud de las mujeres de una
manera holística- no separamos el cuerpo de su universo emocional.
La
violencia sexual tiene consecuencias físicas como un embarazo no
deseado, el VIH, el papiloma y algunas veces, por la sevicia con la que
se comete la violación, hay afectaciones en las rodillas y los brazos
porque la violencia ocurre en una situación de tortura. Estas
experiencias dejan mucho dolor y son difíciles de procesar.
No a todas mujeres les ocurre lo mismo, pero hemos encontrado estas constantes.
¿Qué lenguaje utilizan ustedes para referirse al impacto de la violencia sexual en la salud mental?
-Nosotras
hablamos de daños psicosociales, daños en la salud mental,
entendiéndola como la posibilidad de bienestar que tienen las mujeres.
En esa medida los daños son interpretados como los malestares asociados a
las experiencias traumáticas como la violencia, que dejan secuelas
tanto en quienes las padecen como en quienes son testigos.
No
hablamos de patologías. Creemos que lo que les ocurre a las mujeres
después de las experiencias de violencia son reacciones normales que
tiene un ser humano y que lo anormal es la experiencia de violencia. Que
hay algunos casos que tienen algunos agravantes sí, pero desde nuestro
enfoque de acompañamiento no privilegiamos ese lenguaje.
¿Qué tipo de acompañamiento ofrecen ustedes a las mujeres?
-Nuestro
acompañamiento promueve lo colectivo y que las mujeres compartan con
otras mujeres que han sido víctimas porque así crean lazos de
solidaridad, de comprensión. Además van de la mano lo psicosocial y lo
jurídico, y en algunos casos ofrecemos espacios terapéuticos porque no
tenemos la capacidad institucional para hacerlo siempre.
¿Qué metodología siguen en los programas?
-Por
ejemplo tenemos un proceso de acompañamiento que se llama Memoria Soy
Yo, en el que las mujeres pasan por tres espacios: una reflexión crítica
feminista de la memoria alrededor de las mujeres; luego se les enseña
lo básico en fotografía, las invitamos a tomar fotografías de sus
experiencias de vida, a que narren lo que quieran, y, posteriormente, se
hace una exposición y se publica un libro. Las mujeres son las
expositoras de la galería, este es un proceso catártico. Después de los
procesos colectivos quienes lo deseen pueden tener un espacio de
acompañamiento individual.
¿Y cómo es ese acompañamiento indivual?
-En
los espacios individuales hacemos una revisión muy cuidadosa de sus
experiencias de dolor y aportamos elementos, desde la teoría crítica
feminista, que permitan comprender por qué ocurren estas violencias.
Esto les ayuda a no culpabilizarse, a fortalecer la autoestima y
promover la autonomía. Hay casos en los que hemos acompañado a una mujer
durante seis meses, pero llega un momento en que no vuelve y, de
pronto, regresa al año; otros, los atendemos con mucha intensidad,
viéndonos cada quince días, y otros cada mes. Las mujeres tienen sus
tiempos y hay que respetarlos.
¿De que manera afecta a las mujeres la imposibilidad de ejercer su liderazgo político?
-Muchísimo.
En el caso de las lideresas el patriarcado ejerce una presión muy
fuerte sobre ellas con el fin de constreñirlas en el ámbito privado.
Muchas veces, los castigos por participar políticamente son la violencia
sexual, las amenazas, el reclutamiento de sus hijas e hijos y el
asesinato de sus familiares.
La restricción de la participación
de las mujeres, además de quebrantar la posibilidad de ejercer su
ciudadanía plena, deja daños muy fuertes.
A veces los actores
armados logran que las mujeres bajen su perfil político, pero muchas
continúan pues las mujeres que ejercen liderazgo tienen unos niveles de
resistencia impresionantes. Entre las afectaciones más comunes que
experimentan están la zozobra -ante las persecuciones constantes y las
amenazas- la desconfianza, el miedo, y la irritabilidad porque está en
riesgo la vida.
¿Qué recursos emocionales de las mujeres favorecen su recuperación?
-El
baile, el arte y la escritura son algunos de esos recursos que usan las
mujeres para llevar a cabo sus procesos y nosotras las acompañamos.
Algo que motiva mucho es que esto no le ocurra a otra mujer. Para
algunas se vuelve muy importante narrar lo ocurrido, hacer visible lo
que pasa con las mujeres en Colombia y ser una voz de esperanza para
otras; en otras es una apuesta política que la violencia sexual no quede
en la impunidad. Las mujeres se ayudan espontáneamente, se conectan a
través de las redes sociales y los conversatorios, tejen sus propias
redes de apoyo.
Nosotras las guiamos para que la primera
motivación sean ellas mismas porque a veces las motivaciones son otras,
como por ejemplo los hijos, y es válido pero en el proceso de ganar
autonomía se espera que lo más importante sean ellas mismas. Es un
proceso lento.
¿Qué importancia tienen los elementos culturales en la recuperación de estas mujeres?
-Son
fundamentales y lamentablemente son precarios porque en nuestra
sociedad hay un sistema de creencias y de prácticas alrededor de la
violencia sexual donde se termina revictimizando a la víctima. Esto
ocurre sobre todo en los sistemas judiciales y de salud donde se crea un
contexto agresivo y esto se convierte en una experiencia traumática
adicional. Creo que las organizaciones sociales de mujeres terminan
siendo el único lugar acogedor.
¿Qué les dicen las mujeres víctimas?
-Algunas
nos han dicho: “Yo acá es la primera vez que dejé de sentirme loca
porque en todos lados sentía que me trataban como si estuviera loca”.
Además, los medios de comunicación son terribles; la forma como hablan
en las emisoras sobre casos de violencia sexual con amarillismo y
cuestionando la ocurrencia de los hechos.
Estamos en una cultura
patriarcal en la cual las acciones de resistencia de la mujeres se ven
con sospecha y hay una naturalización, en zonas de conflicto, de la
violencia y de la prevalencia de la violencia sexual.
Entonces uno encuentra relatos como: “Pues es que acá a las niñas las violan a los diez años”,
casi como un orden social y se convierte en algo natural. ¡Es muy
difícil! Hay mucho miedo, una de las formas en las que opera la
violencia sexual es instalando la vergüenza y la culpa.
¿Aplican ustedes un enfoque diferencial para las mujeres afrodescendientes e indígenas?
-Tenemos
una mirada crítica frente al proceso de colonización de las mujeres
afro e indígenas. Somos conscientes y lo hacemos explícito, hablamos
sobre ser mujer y estar en un contexto geográfico particular y racista
que incrementa los tipos de violencia; esa es nuestra mirada
diferencial, la reconocemos y la ponemos sobre la mesa.
Entendemos
nuestras diferencias, porque nosotras somos mujeres académicas, estamos
en la ciudad y tenemos privilegios. Por eso, nos comprometemos a
contribuir en la construcción de un país a medida de todas las mujeres
porque somos bien distintas.
Hacemos unos acuerdos con las
mujeres: hablamos de que somos diferentes, ponemos límites, hay temas de
los que no conversamos como la política partidista y la religión. Los
espacios de cierre de los talleres los construimos con ellas; con las
mujeres afro cantamos alabaos.
¿Las mujeres evalúan el acompañamiento que ustedes les ofrecen?
-Cuando
tenemos proyectos que nos permiten sentarnos con las mujeres y evaluar,
se hace. Las mujeres tienen autonomía sobre sus casos y su
experiencias, algunas sienten que no tienen un contexto seguro para
denunciar y no denuncian. En todo caso, la violencia sexual no prescribe
y en cualquier momento pueden denunciar.
¿Cree que el Programa de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas[i] (Papsivi) responde a las necesidades psicosociales de las mujeres que sobrevivieron la violencia sexual y la tortura?
-Frente
al Papsivi cuestionamos su ejecución, su implementación, el tiempo en
que tardó en formularse, los contratos que hubo no fueron muy
explícitos, las formas poco participativas en que se consolidaron las
guías, pero también creemos que las instituciones van avanzando y
haciendo esfuerzos, muchas veces en cobertura, pero no sabemos qué tanto
en calidad.
En nuestra experiencia, el Papsivi en Buenaventura
en el año 2014 no operó. Entonces uno dice: ¿Buenaventura uno de los
sitios más críticos en violencia sexual y que no opere el Papsivi[ii]? Que la Unidad de Víctimas estuviera en Cali y sea esto difícil para la gente, son aspectos cuestionables.
Existe
una página que permite ver cómo está operando el Papsivi pero no
conocemos un informe oficial que dé cuenta de la calidad de esa
atención.
También creemos que, a veces, hay desarticulación entre
el Ministerio de Protección Social y la Unidad para las Víctimas. No
obstante, en el sistema de salud hay algunas instituciones que han
avanzado más que otras, muy lentamente, como por ejemplo Medicina Legal;
pero jamás los avances son suficientes para las necesidades del
contexto.
¿Cuáles son sus recomendaciones para periodistas y académicos que escriben sobre violencia sexual y tortura?
-Primero
revisar cuáles son sus prejuicios frente a la violencia sexual y cómo
se evidencian cuando narran un caso de violencia sexual; segundo,
respetar el principio de confidencialidad porque muchas veces en los
afanes del sensacionalismo se flagela la dignidad de la persona;
tercero, centrarse en la relación de subordinación entre la víctima y el
victimario para que se cree una solidaridad social alrededor de la
víctima y una sanción social alrededor del victimario.
No crear
especulaciones en las cuales se cuestiona el relato de la víctima, ser
cuidadoso con las fuentes, no acelerarse a comprender demasiado rápido,
tener una postura reflexiva y crítica sobre por qué ocurre la violencia
contra las mujeres.
Hay que leer alrededor de las cifras,
oficiales y no oficiales, sobre violencia sexual, evitar el uso sexista
del idioma y cuidar la forma en que se enuncia la experiencia de la
persona porque muchas veces ésta resulta revictimizante.
¿Es necesario utilizar siempre la imagen de una mujer sexualmente victimizada?
-Yo creo que no. ¿La pregunta es para qué? ¿Es útil?
[i] https://www.minsalud.gov.co/proteccionsocial/Paginas/Victimas_PAPSIVI.aspx
[ii] Este año, 2015, el Papsivi es ofrecido también en Buenaventura.
* Fernanda Sánchez Jaramillo, periodista, maestra en relaciones internacionales y trabajadora comunitaria.
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