LA VOZ DE LA COALICIÓN
Por: Adriana Patricia Lozano Daza y María Sarai Fabián Villa*
Pasados
y presentes que duelen, discriminaciones y desigualdades que persisten,
vivencias de violencia contra las mujeres indígenas, sus voces tocan
nuestra fibra más sensible, sus experiencias, de manera lamentable
siguen siendo tan cotidianas, y como mujeres, como hermanas se precisa,
justo en estas fechas de noviembre, un llamado a la reflexión y al
análisis; la lucha por la equidad real nos convoca.
Si bien mucho se ha avanzado en el camino de la exigencia por los derechos de las mujeres y la erradicación de la violencia, esta última sigue siendo uno de los principales pendientes que necesita ser atendido por nuestras autoridades.
Por ello, hoy en este espacio damos voz a quien la necesita, pues sus testimonios, sus historias de vida evidencian los grandes adeudos existentes en nuestro país:
“...A los dos años que falleció mi papá yo me casé, me fui con mi esposo, y él me daba maltrato, los golpes; bueno, al principio viví bien pero ya después, empezó todo eso. Pasado un tiempo, él decidió irse al extranjero, estuvo cinco años, yo me quedé embarazada como de tres meses, él allá y yo acá.
“Cuando yo tuve a mi niño, porque fue niño, nació muerto... cuando mi esposo se enteró que nació muerto, me culpó a mí, decía que no me atendí a tiempo, que por qué no fui con un doctor; y yo me sentí bien mal...” (Historia de vida, mujer Náa Savi, mixteca, 42 años).
“...Sufrí violencia de parte de mis medios hermanos. Ellos no querían que nosotras naciéramos porque les íbamos a quitar el terreno que les iba a tocar a ellos. Hasta la fecha, yo no puedo olvidar lo que me pasó en mi niñez y la violencia que sufrí con mis papás. A mi mamá la golpeaban, pero ella no tuvo ese valor de dejar a mi papá, por sus hijos...” (Historia de vida, mujer mixteca, 27 años).
“...Desde quinto de primaria me apartaron, me pidieron. Así sin que fuéramos novios, sin que yo platicara con él antes, porque esa era la costumbre… la mayoría de mujeres de mi edad se casaron por obligación porque la cultura de la comunidad así es...” (Historia de vida, mujer Náa Savi, mixteca, 42 años).
Es a partir de estas historias de dolor e injusticia que emerge una esperanza, una conciencia, la cual ha permitido la unión y organización por el reconocimiento de los derechos inherentes de las mujeres indígenas, en el municipio de San Luis Acatlán, Guerrero, lugar que alberga la Casa de la Mujer Indígena (Cami) Nellys Palomo Sánchez.
La Cami es un espacio abierto para la atención de las mujeres indígenas que sufren diversos tipos de violencias: sexual, física, patrimonial, por parte de actores e instancias de salud o de justicia que paradójicamente violentan sus derechos, cuando su papel debiera de garantizar los mismos (violencia institucional).
Por este tipo de situaciones, las mujeres que se organizan han decidido tomar la palabra; aun cuando esto no es “bien visto” en sus comunidades, lo cual puede ser una causa para estigmatizar su labor y señalarlas, y en el peor de los casos ser el blanco de atentados que pongan en riesgo su vida.
Pero ante el desafío ellas no claudican, pues las motiva el deseo de lograr que otras mujeres puedan tomar decisiones en libertad.
“...Estoy aquí, estoy luchando por algo que a mí me sucedió, estoy luchando por algo que a mí me obligaron a pasar; y no quiero que las muchachas de hoy las obliguen a casar. ¡Que se casen por su gusto!...” (Mujer Náa Savi, mixteca, 42 años).
Por ello, al acercarse el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres decidimos hablar de la lucha, de estos destellos de reivindicaciones de género que existen en nuestro país, y no sólo dar datos de la pandemia mundial que atenta contra las mujeres: la violencia.
La ruta es incierta, difícil de andar y en algunos sectores existe la incredulidad generando resistencias en el interior de las regiones indígenas, en las instituciones y en la propia sociedad; pero ante tal panorama, las mujeres siguen construyendo desde nuevas perspectivas.
Desde el buen trato, como propuesta de reconciliación configuran nuevas formas de comunicarse para alcanzar la tan anhelada equidad entre mujeres y hombres.
Asimismo, tejen redes que denuncien y atiendan los casos de violencia, descubriendo una realidad que en ocasiones se muestra “natural” para algunos, o en otros, se mantiene en segundo plano, como una verdad incómoda.
Por ello hoy volteemos la mirada, observemos bien nuestro entorno y unamos esfuerzos para construir un mundo en que la violencia contra las mujeres sea eliminada de raíz; hay que tener en mente que las consecuencias de la violencia de género perdurarán generaciones sino actuamos ahora.
*Integrantes de Kinal Antzetik Distrito Federal.
**Kinal Antzetik es parte de la Coalición por la Salud de las Mujeres, una red de organizaciones civiles con trabajo en salud y derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | México, DF.-
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