Pedro Miguel
El sistema mexicano de
partidos está diseñado para corromper y desvirtuar, favorecer el
desarrollo de burocracias internas y disociar a las organizaciones
partidarias de sus principios y programas. Los congresos estatales y el
federal operan para romper el vínculo entre los representados y sus
representantes y para colocar a los segundos en la esfera de la clase
política, la cual tiene como intereses primordiales mantener el modelo
neoliberal, corrupto y antidemocrático, y procurar el enriquecimiento de
sus integrantes. Las desmesuradas prerrogativas que el Instituto
Nacional Electoral (INE) otorga a los partidos tiende a centrar la
atención de sus dirigentes, cuadros y militantes en el dinero, y a
hacerlos olvidar el propósito de su quehacer político. Y esos objetivos
se cumplen. Agasajados con salarios estratosféricos, prebendas de toda
clase, regalos inconfesables y oportunidades para realizar negocios
multimillonarios a costa del erario, la mayoría de los políticos se
olvida de las necesidades de los votantes y abandona, si es que alguna
vez lo tuvo, todo propósito de transformar o cuando menos de reformar el
sistema político del que se ha vuelto parte. Y eso, sin tomar en cuenta
el fraude electoral directo.
Este entramado de complicidades, encubrimientos e impunidades permite
entender la descomposición que experimentó el PRD y su pérdida para la
defensa de las causas populares, la democratización del país y la lucha
contra la injusticia y la desigualdad.
Tal situación ha hecho concluir a muchos que la transformación
nacional y la destrucción del régimen neoliberal es imposible por la vía
electoral, y no les faltan razones. La exasperación y el desencanto
ante los partidos, candidaturas y elecciones es inevitable si se observa
procesos como los ocurridos en Guerrero, Oaxaca y el Distrito Federal,
entidades actual o recientemente gobernadas por individuos que
recibieron el apoyo de las izquierdas y que terminaron por ser parte de
aquello que se habían comprometido a combatir: la política excluyente,
la administración venal, la diplomacia entreguista, la protección a la
impunidad, la represión, el espíritu privatizador, la mentira, la
indecencia y la criminalidad.
Esas prácticas han generado o agravado conflictos sociales que se
expresan en una infinidad de resistencias, luchas, movilizaciones y
reivindicaciones. Trabajadores explotados, ciudadanos agraviados,
comunidades atropelladas, personas discriminadas y violentadas,
consumidores defraudados, dan testimonio, con su acción organizativa, de
un país que ha sido sometido a un embate destructivo, violento y
delictivo desde la cúpula misma de sus instituciones y con la
participación protagónica o la complicidad de la mayor parte de sus
políticos.
Pero sin un partido que articule en el ámbito nacional el
conjunto de las causas populares no hay manera de que éstas puedan
desplazar del poder a la oligarquía neoliberal, y mucho menos formular
propuestas alternativas a las políticas económicas en curso. Además, los
movimientos sociales aislados son particularmente vulnerables a la
represión, a la cooptación y a la infiltración desde el poder público y
desde las instancias corporativas interesadas en dividirlos y
desarticularlos.
La respuesta a esto que parece ser un callejón sin salida consiste en
articular las luchas sociales con las electorales. De esa forma se
logra dar a las primeras proyección nacional y presencia en las
instituciones gubernamentales y preservar el sentido de las segundas.
Mediante su articulación con una organización nacional, capaz de
formular una visión de gobierno, las causas de los de abajo pueden tener
perspectivas de éxito perdurable. La fidelidad a tales causas permite
al partido participar en elecciones y en las instituciones formales sin
pervertirse y desnaturalizarse.
Éste es el significado de Morena como partido-movimiento y ésta, su
tarea doble. Olvidarse de las luchas populares llevaría al partido a
convertirse en un componente más de la clase política corrupta y
descuidar el trabajo electoral llevaría a los movimientos sociales a la
dispersión y el aislamiento. Organización popular, movilización y
participación electoral son vías complementarias, y necesarias, las
tres, para lograr el propósito principal: la derrota del régimen
oligárquico y la recuperación del país.
Twitter: @Navegaciones
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