Gobierno no atiende demandas, no tienen garantizada comida
Su
vida cambió el 26 de mayo de 2016. Su padre, Guadalupe Cruz Hernández
recibió tres balazos por parte de un grupo paramilitar en su propia
casa, murió. Su madre, María López Santis resultó herida en una pierna; y
su hermano, David Cruz López, de 26 años, recibió dos balas, una en
cada pierna.
Araceli Cruz López tiene 24 años de edad. Es de las pocas mujeres que
habla español en el plantón de familias desplazadas del ejido Puebla,
municipio de Chenalhó, que se ha instalado en el centro de Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas. Aprendió a hablarlo porque antes de que su familia
fuera agredida, trabajaba en un restaurante en la Ciudad de México.
CHENALHÓ
Hace cinco años Araceli decidió migrar de Chenalhó, un municipio de
la región Altos de Chiapas. No es el lugar más visitado por el turismo
nacional e internacional atraído por las campañas del “indigenismo
folclórico”. En cambio, sí es un sitio que de manera recurrente está en
las noticias. Ahí se dio la matanza de Acteal en 1997, donde fueron
asesinadas 45 personas, entre ellas, mujeres embarazadas y niños.
A Chenalhó también fue llevado por la fuerza el entonces presidente
de la mesa directiva del congreso del estado, Eduardo Ramírez. Una parte
de la población lo obligó a vestirse con el traje tradicional de las
mujeres y bailar en la plaza del municipio como una forma de humillación
pública –para la mayoría de la población de las comunidades indígenas
lo femenino sigue siendo relacionado como algo vergonzoso-.
A Eduardo Ramírez Aguilar lo acusan de ser el principal promotor del
gobierno de Rosa Pérez, alcaldesa electa en el 2015. La presidenta
municipal ha sido responsabilizada de manera pública por el Centro de
Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas y el Centro de Derechos
Humanos Ku´untik, de reactivar grupos paramilitares de la zona.
El municipio ha sido referente de enfrentamientos, pero la situación
empeoró por los conflictos poselectorales del 2015. El resultado han
sido cientos de familias desplazadas, personas asesinadas y heridas.
Araceli salió de ese lugar porque las oportunidades para las mujeres
de la comunidad son contadas. En el ejido Puebla las pocas que estudian
llegan hasta la secundaria, que les queda a 40 minutos caminando. No hay
ninguna preparatoria cercana. Después de la secundaria el destino de
las adolescentes es casarse y dedicarse al campo, las labores domésticas
o migrar, Araceli decidió lo último.
EL PLANTÓN
La plaza central de Tuxtla Gutiérrez este día se encuentra llena de
maestros que han decidido movilizarse por dos días. El plantón de las
familias desplazadas de Chenalhó quedó reducido.
Las mujeres indígenas vestidas con su traje tradicional están a un
costado de Palacio de Gobierno, se ven acaloradas por las intensas
temperaturas -38 grados marcó este lunes 9 de abril- y cansadas por la
marcha que realizaron, junto con los maestros, de unos 10 kilómetros en
la capital del estado para exigir condiciones para el retorno a su
comunidad.
Con ellas está Araceli, pero a diferencia de las demás, ella hoy no
lleva su traje tradicional “hace demasiado calor” –dice- y es que la
vestimenta de Chenalhó está hecha para las bajas temperaturas de aquel
lugar y no el “calorón” de la ciudad.
Araceli no pensaba que al regresar a Chiapas no tendría casa, que no
volvería a su comunidad y que retornaría para enterrar a su papá, y ver
por su madre y hermano heridos.
Desde que regresó de la Ciudad de México la joven vive en las mismas
condiciones que el resto de las familias desplazadas: en campamentos
improvisados o pequeños cuartos que rentan en San Cristóbal de las
Casas. Pero eso no es la peor parte, lo que más sufren es la falta de
alimentos, nunca tienen garantizada la comida del día siguiente.
El gobierno de Manuel Velasco Coello, a pesar de las minutas
firmadas, no ha cumplido con abastecer de alimentos a las 249 personas
desplazadas de Chenalho -117 son niñas y niños entre los cero y 17 años
de edad-. Tampoco ha generado las condiciones para que las familias
puedan retornar, que es su principal demanda.
Araceli fue una de las mujeres que se fue a huelga de hambre el
pasado mes de marzo cuando estuvieron por primera vez en plantón en la
capital del estado. Levantaron la huelga y el plantón, que mantuvieron
por 11 días, con la promesa de que se atenderían sus demandas, pero hace
15 días regresaron a instalar su manifestación en la plaza central
porque el gobierno no cumplió con lo más básico, que era la entrega de
alimentos para el campamento de desplazados.
Cuando estaba en la Ciudad de México Araceli pensaba que regresaría a
su casa para trabajar en el campo, ir a cortar café, platicar con sus
padres y hermanos. La situación en la que se encuentra ahora está muy
lejos de ser lo que añoraba cuando se sentía sola en la capital del
país, uno de los lugares más poblados del mundo.
En el año que ella nació también salió a la luz el Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) y con ello la activación de varios grupos
paramilitares en toda la región de los Altos. La palabra “paramilitar”
le sonaba familiar desde niña. Cuando tenía tres años, a una hora de su
casa, en la comunidad de Acteal, se dio la masacre en donde fueron
asesinadas 45 personas. Los paramilitares viven en las mismas
comunidades, son vecinos, los ven de manera cotidiana, con ellos
conviven.
Aún con todo, el ejido Puebla en Chenalhó era el lugar a donde
regresaría Araceli, en donde creció y quería volver en mejores
condiciones, ella está segura que aún eso puede ser posible y por ello
la huelga de hambre, los días bajo el sol, el hacinamiento en el
campamento, porque está segura que se pueden dar las condiciones para el
retorno, por eso es su lucha y para exigir justicia por su padre
asesinado.
Imagen retomada del portal ChiapasParalelo |Foto: Sandra de los Santos
Por: Sandra de los Santos
Cimacnoticias/ChiapasParalelo | Ciudad de México.-
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