Sí. Hay vida después de la menopausia
Anna
Freixas, escritora y profesora universitaria especializada en
gerontología feminista, acaba de publicar “Sin reglas. Erótica y
libertad femenina en la madurez” (Capitán Swing), fruto de un trabajo de
investigación que ha durado más de tres años y que en el que ha
encuestado a 729 mujeres que han pasado de los 50 años. ¿El objetivo?
Romper el silencio sobre un tabú mantenido vivo por el patriarcado, el
poder religioso y la industria farmacéutica: la menopausia.
Sí: hay vida después de la menopausia.
No: el deseo no desaparece.
Sí: tenemos la libertad de decidir cómo y con quién seguir viviendo nuestra vida sexual
Quedamos en una librería mientras Barcelona, allí afuera, se está
llenando de nieve. Anna Freixas está sentada en un sofá y tiene una
sonrisa acogedora, luminosa. Hace 30 años se estaba ocupando de su tesis
sobre la autopercepción del proceso de envejecimiento de las mujeres y,
paralelamente, profundizaba su formación feminista con lecturas y
grupos de trabajo de conciencia femenina. Fue casi automático para ella
entonces empezar a aplicar la mirada feminista que estaba desarrollando,
primero, en los cuerpos de las mujeres y, después, en los cuerpos de
las mujeres mayores, para analizar – y romper – las normas culturales en
las que nos desarrollamos.
En su libro “Sin Reglas. Erótica y libertad femenina en la madurez”
(Capitán Swing), que acaba de publicar, sigue manteniendo viva esta
mirada utilizando herramientas feministas para tejer un ensayo
innovador, fluido, libre de números, lleno de experiencias directas, de
comentarios sobre películas cinematográficas y libros, que nos ayudan a
romper ciertos estereotipos para que podamos conocer la vida sexual de
las mujeres en la menopausia. Analizando no solo el contexto biológico
sino también el contexto afectivo, familiar y social en el que vivimos. Y
es que la publicación de la gerontóloga tiene como fundamenta una
investigación de más de tres años en la que ha encuestado a 729 mujeres
–la mayoría españolas– de más de los 50 años.
Gracias a todas estas experiencias, encendemos una luz allí donde
solo había silencio, para descubrir que “sexo” no significa “coito” y
que existen infinitas maneras de vivir o no la sexualidad en las tres
décadas de vida que nos quedan después de la menopausia.
- Sara Beltrame (SB): En tu trabajo de investigación empezado hace
años y en el análisis que te llevó a escribir “Sin Reglas” ¿has
encontrado rasgos comunes entre países y culturas sobre el tema del
control del cuerpo y de la sexualidad de las mujeres mayores de 50 años?
- Anna Freixas (AF): Hablando del aspecto sociológico de la
población de mis encuestas, se pueden identificar dos poderes muy
fuertes, comunes y trasversales: por una parte, el poder político –en el
caso de España declinado en la educación franquista- y, por otra, el
poder ejercido por la Iglesia. Una Iglesia -hay que recordar- que, en
vez de dedicarse a explorar la sexualidad de sus sacerdotes, se dedica a
juzgar la del resto de la gente. Otro dato interesante y común a todas
es la longevidad que ha hecho visible algo que antes no existía. Hace 50
años no vivíamos hasta los 90 años. Hoy en día, cuando las mujeres
llegamos a la menopausia, tenemos por lo menos otros 30 de vida por
delante. ¿Y qué hacemos? ¿Vamos a desaparecer del mapa? ¿Queremos vivir
tanto tiempo en el limbo de la no-sexualidad?
El cuerpo de las mujeres es un enorme negocio del que todos se
aprovechan desde que somos pequeñas hasta que nos morimos. La industria
farmacéutica no ha tardado en identificar la longevidad de las mujeres
con una enfermedad, abriendo así una nueva brecha en el mercado del
consumo preventivo de medicamentos con la complicidad de la clase
médica.
La industria farmacéutica y parte de la clase médica se han
aprovechado, como siempre, del cuerpo y de la salud de las mujeres. Se
han inventado enfermedades diciéndonos que si no nos tomamos algún
medicamento específico puede – no es cierto – que te pase algo muy
grave. Un ejemplo lo tenemos con el papiloma, que ha sido un enorme
negocio para ellos y otro con el tratamiento hormonal de la menopausia.
Ambos son dos maneras de hacer negocios que se han organizado alrededor
del cuerpo de las mujeres y que han funcionado hasta que, por fin,
algunas pensadoras nos han alertado sobre las consecuencias de estos
tratamientos: dan más problemas que soluciones.
- SB: El silencio entre nosotras sobre el tabú del sexo en la edad
madura es el fil rouge de Sin Reglas. ¿Cómo se presenta la narración de
este tabú entre las mujeres que han decidido participar en tu encuesta y
romper su silencio?
- AF: Una parte del cuestionario tenía un apartado donde ellas podían
escribir algo más y profundizar ciertas vivencias. Te puedo decir que
casi un 50 por ciento no aporta nada en este apartado. Contestan, sí,
pero, cuando tienen la oportunidad de escribir, no lo hacen. Las otras
hablan mucho y esto me permitió organizar unos grupos de discusión, en
diversas ciudades de España, de mujeres voluntarias que quisieron
ayudarme a profundizar algunos datos interesantes. La primera parte del
trabajo fue enviar los cuestionarios, la segunda recibirlos y
analizarlos, y la tercera fue organizar estos grupos constituidos de
ocho mujeres como máximo para poder hablar tranquilamente sobre temas
concretos.
- SB: Es gracias a estos grupos de discusión, entonces, por lo que en
tu libro no se exponen solamente datos estadísticos ‘puros y duros’,
sino que se ilumina una parte de narración silenciada por el
patriarcado, sobre la que todavía no sabíamos nada.
- AF: Soy feminista, quiero transformar el mundo y quiero contribuir a
la transformación del mundo, así que destaco y profundizo lo que me
parece mucho más importante. En este caso, uno de los datos interesantes
fue que 55 por ciento de las mujeres mayores de 50 siguen teniendo
deseo sexual. Cuando encontré este dato me interesó contactar con estas
mujeres de diferentes edades, heterosexuales, lesbianas, con pareja, sin
pareja, para que pudieran destapar la cazuela del silencio.
- SB: ¿Crees que este libro pueda ser la primera piedra sobre la que
podamos construir algo juntas y generar espacios donde las mujeres de
esta franja de edad puedan encontrarse y compartir sus vivencias sobre
la sexualidad?
- AF: ¡Ojalá! Este sería mi deseo. Mi objetivo no es ni pontificar ni
generalizar ni nada por el estilo. Quiero que el libro sirva para que
podamos empezar el camino del habla. En Buenos Aires hay un grupo de
argentinas que desde hace muchos años se reúnen hablando del tema de la
sexualidad, con las que tengo mucho contacto. Aquí también se podría
empezar algo parecido.
- SB: Has abierto un nuevo cajón que estaba cerrado bajo la llave del
patriarcado, de la Iglesia, del poder dictatorial. ¿Cómo podemos salir
de la paradoja de querer romper el silencio alrededor de un tabú sin que
–de inmediato- el patriarcado y el consumismo se aprovechen otra vez de
esta nueva conquista? Podríamos imaginarnos un panorama futuro en el
que las mujeres se encuentren para hablar de su sexualidad en la edad
madura pero también otro panorama donde los hombres, sentados alrededor
de una mesa, digan: “Mira que bien: las mujeres tienen 30 años más de
vida sexual activa así que…”.
“¡Vamos a aprovechar esto para inventar unas pastillitas nuevas!”
- AF: Entiendo lo que quieres decir. Estos hombres serían los mismos
que, al ver decrecer la natalidad y al darse cuenta que les faltaban
mujeres jóvenes, se han montado un negocio gigantesco en torno a la
belleza del cuerpo femenino y a la menopausia. Pero soy optimista: creo
que el patriarcado siempre que vea peligrar su territorio trata de
retorcer la realidad, pero creo también que somos cada vez más listas.
Sabemos detectar las trampas del patriarcado cada vez más rápidamente.
Está claro que la rapidez tiene que ir junto a una denuncia masiva y
pública de los intentos de comercialización de la belleza, del deseo, de
la sexualidad y del cuerpo de las mujeres. Si el patriarcado se
aprovecha para hacernos más felices, pues ¡estupendo! Si se inventan
cosas que nos diviertan mucho y de repente los hombres deciden
comportarse fantásticamente en las camas, ¡estupendo! Y si no sea así,
pues también dependerá de nuestra capacidad de saber ver sus nuevas
trampas. Hemos llegado muy lejos: tenemos muchas opciones y tenemos que
confiar en nosotras, porque siempre habrá mujeres que nos ayudarán a
iluminar el camino.
- SB: A propósito de opciones: al leer tu libro parece que hay
bastantes mujeres que al quedarse viudas eligen la opción lesbiana y
deciden convivir con otras mujeres.
- AF: No diría “bastantes”. Diría que “hay mujeres” y que esto ya “es
bastante”. No es algo que me sorprenda. Es algo que conozco y veo en mi
entorno. Es algo interesante porque abre a espacios y posibilidades
nuevas. Me parece importante hablar de estas opciones para que la gente
que siente este deseo no lo rechace o para que no le tenga miedo porque
le parezca inapropiado. En esta edad, se abre la puerta a la sensualidad
más que a la sexualidad centrada –desde siempre y por cierta educación-
en los órganos genitales. Hay otros elementos que constituyen una
sexualidad y una sensualidad menos genital y más global, con la
dificultad que implica, en un mundo tan marcado por cierta belleza
estética, aceptar que tu cuerpo ha cambiado, que no es lo que era antes.
Es con él con el que tienes que relacionarte contigo misma y
relacionarte con otras personas.
- SB: “Sin Reglas” no es una invitación al sexo sí o sí, al llegar a
los 50. Más bien es una invitación al sexo sí o no, a todas, como nos dé
la gana y con quién nos dé la gana. Con tu ensayo nos estás contando
que no hay una sexualidad sino muchas sexualidades.
- AF: Del cero al infinito, sí. Tienes que ser guapa, buena, esposa,
madre, trabajadora, estupenda, bondadosa, sacrificada, sexy a los 50.
¡Las mujeres estamos llenas de mandatos! No podemos volver a dar órdenes
y mandatos a las mujeres sobre cómo tienen que ser y cómo tienen que
vivir su sexualidad. Habrá quien quiera tener relaciones eróticas
intensas y otras que decidirán pasar del tema dedicando su energía vital
a otras cosas, como a los nietos, a la pintura, al cine. Al llegar a la
vejez también queremos libertad. Libertad para ser como tú quieras.
Para ser muy “tú”.
- SB: Después de tanto trabajo, tantas voces, tantos cuentos, tantas
películas vistas, ¿cuáles son las tres palabras que podrían resumir la
experiencia que has tenido en escribir “Sin Reglas”?
- AF: Libertad, desenfado y, sin duda, buen rollo.
* Este artículo fue retomado del portal Píkara Magazine
Imagen retomada del portal Pikara Magazine |Foto: Sara Beltrame
Por: Sara Beltrame
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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