Entonces, ¿qué se pretende con la oferta de gobierno de coalición
presentada por el PAN? Veamos cómo es que se trata de una farsa, ideada
con el peregrino propósito de atraer apoyos de personas desinformadas o
distraídas, pero, sobre todo, para dar cobertura argumental a una
alianza electoral con el PRD.
Se postula la necesidad de un gobierno de coalición con el anhelo, se
dice, de que no dirija un solo partido y, para ello, se crea un frente
electoral para unir izquierda y derecha sin tener que dar explicaciones.
Así, se presenta como finalidad de la unidad a la unidad misma.
Para dar forma al tal gobierno de coalición se ha ideado una figura
inexistente en la Constitución, bajo el nombre de Jefe de Gabinete, el
cual sería, se dice, una persona perteneciente a un partido diferente al
del presidente de la República. Para ese desempeño se ha designado a
Miguel Ángel Mancera. Sin embargo, éste no es miembro de “otro partido”,
sino que carece de militancia, aunque sí es candidato de uno de ellos,
el PAN, justamente al que pertenece Ricardo Anaya. No es cierto, por
tanto, que el tal Jefe de Gabinete sería el contrapeso partidista del
presidente de la República.
Cierto es que pocos se creen la idea de un próximo gobierno de varios
partidos, mucho menos Mancera, quien ya es candidato a senador en lugar
de serlo a jefe de gabinete para lo que Anaya le ha designado.
Lo peor del esquema es que, además de que no habría jefe, tampoco
gabinete. En la reforma constitucional (art. 89-XVII) para introducir la
figura de “gobierno de coalición”, el PRI y el PAN olvidaron crear el
Consejo de los secretarios de Estado, es decir, el Gabinete, de tal
manera que la única diferencia es que el Senado tendría que aprobar el
convenio y el programa de la coalición, si a caso se lo solicitara el
presidente de la República. No hay más.
En realidad, las sucesivas reformas políticas desafortunadamente no han introducido modificaciones orgánicas al Poder Ejecutivo.
Si el PAN llegara a la Presidencia, habría, con suerte, una ridícula
“coalición” bajo el mando personal de Ricardo Anaya. Se trata de un
falso bipartidismo en el gobierno, como lo ha sido en todos los estados
donde PAN y PRD se han aliado y han obtenido el triunfo dizque para
gobernar juntos, según ofrecía el mismo Anaya cuando era presidente de
Acción Nacional.
El PAN y el PRD están aliados por el momento, pero con propósitos
diferentes. Acción Nacional, por su lado, busca la Presidencia de la
República con todo el peso institucional del cargo, al igual que como ya
ha logrado recientemente varias gubernaturas. En cambio, el PRD sólo
busca algunos puestos convenidos con la derecha y, ante todo, impedir
que la izquierda alcance el Poder Ejecutivo.
La historia conoce convergencias de izquierdas, por un lado, y de
derechas, por otro. Como proyectos exitosos en América Latina,
recordamos la Unidad Popular de Chile y el Frente Amplio de Uruguay,
entre otros. Podríamos decir que esas eran alianzas serias. Hemos visto
frentes neoliberales, como en Chile, Brasil y Argentina. Pero, luego,
presenciamos en Brasil una catastrófica alianza entre izquierda y dizque
centristas, en realidad neoliberales hipócritas pero muy “modernos”
(PMDB), la cual desembocó en el golpe contra la presidenta Dilma
Rousseff.
Lo que no habíamos visto es un frente electoral entre la derecha
tradicional, rancia y también neoliberal, y un partido de izquierda con
programa anti neoliberal. Se entiende que el PAN lo ha pactado por el
papel de liderazgo que desempeña, mientras el PRD lo ha admitido por su
conversión en un organismo para el mercadeo político, en el cual ya no
hay otros objetivos que los meramente comerciales. Lo que tenemos aquí
es una compra-venta de servicios, sin fecha de caducidad pactada, por lo
cual se puede romper en el momento en que el negocio vaya mal. De la
izquierda perredista no está quedando nada, por no decir que ya se
extinguió.
Se entiende así que es una farsa el planteamiento panista de gobierno de coalición.
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