Meade reproduce, tal como anunció el pasado 11 de febrero en el
cierre de su precampaña en Tlalnepantla, Estado de México, el modelo de
compra de votos que llevó a cabo en la elección de 2017 el entonces
candidato priista a gobernador, Alfredo del Mazo.
El operativo arrancó en Culiacán, Sinaloa, y supone la aplicación de
una presunta encuesta en la que los asistentes al evento proporcionan
sus datos personales, como nombre completo, dirección, teléfono y correo
electrónico; posteriormente, definen el tipo de apoyo que les interesa
recibir. Por su parte, el equipo de apoyo del candidato les entrega un
certificado-compromiso de Meade y una tarjeta con número de folio que
les permite darle seguimiento a su solicitud.
El candidato señaló que el objetivo es recabar información para
conocer las necesidades de los ciudadanos, pero eso, aunado a los datos
personales, le permitirá darle seguimiento puntual a lo largo de la
campaña, así como hacerles llegar mensajes personalizados y, desde
luego, la promesa concreta del apoyo que recibirán si él gana la
elección, lo cual se traduce en compra y coacción.
La Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales señala
en el párrafo 5 de su artículo 209 que, durante el tiempo que comprendan
las campañas electorales, deberá suspenderse “la entrega de cualquier
tipo de material en el que se oferte o entregue algún beneficio directo,
indirecto, mediato o inmediato, en especie o efectivo…” Y precisa que
“dichas conductas serán sancionadas de conformidad con esta Ley y se
presumirá como indicio de presión al elector para obtener su voto.”
La ley es muy clara. Sin embargo, las resoluciones de la Sala
Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en
relación con las tarjetas que se repartieron en el Estado de México y
Coahuila durante las campañas por las gubernaturas en 2017 le abrieron
la puerta a Meade para recurrir al mismo operativo, incluso mejorado.
La estrategia es muy evidente: el 15 de febrero Alfredo del Mazo
inició en el Estado de México el reparto de las Tarjetas Rosas en actos
masivos que le permitieron comunicar que el PRI sí cumple sus promesas
de campaña. Para este año se pretende atender a 111 mil amas de casa
mexiquenses, a quienes les repartirán casi mil millones de pesos, es
decir, un promedio de 9 mil pesos a cada una de ellas, aunque los montos
serán muy variables, pues algunas recibirán únicamente un pago de 2 mil
400 pesos, mientras otras recibirán hasta 14 mil 400 pesos (Proceso
2158).
Este operativo no se limita al Estado de México. Ya está en marcha
también en Coahuila y Campeche. A pesar de la prohibición legal,
eventualmente se extenderá en los siguientes meses a otras entidades
gobernadas por candidatos del PRI. Puesto que las reglas de operación
son muy ambiguas, les permiten a los operadores un manejo muy
discrecional del mismo y, por lo tanto, condicionar tanto su
incorporación al programa como el monto que recibirán a su compromiso de
votar por el candidato priista.
Y la pinza se cierra con el operativo implementado por el equipo del
candidato del PRI, que apela a esta promesa de beneficio mediato en
efectivo si se le apoya con el voto para ganar la elección presidencial.
La complementación de los dos es evidente: por una parte, pretenden
generar la certidumbre de que los candidatos priistas cumplen sus
compromisos si los electores cumplen el suyo; y, por la otra, les
permite utilizar los programas sociales estatales para coaccionar el
voto del próximo 1 de julio y aumentar la presión con la promesa del
beneficio futuro.
Como indica Horacio Duarte, representante de Morena ante el Consejo
General del Instituto Nacional Electoral y presidente del comité estatal
de ese partido en el Estado de México (Proceso 2160), el operativo
incluye la compra masiva de votos a través de las promesas de beneficios
futuros y los programas sociales. Ahora también incluye a los
representantes de casilla de los partidos de oposición para lograr que,
particularmente en las zonas rurales y de mayor pobreza (Proceso 2158),
éstos no acudan a las casillas y el PRI tenga la posibilidad de aumentar
la votación a su favor.
La experiencia de las elecciones del Estado de México y Coahuila
muestra que el operativo es efectivo en elecciones muy cerradas y que sí
se puede mover un porcentaje importante, pero limitado, de votos. En
cuanto a Coahuila, las encuestas de preferencia electoral previas a la
jornada arrojaban un promedio de tres puntos de ventaja para Guillermo
Anaya, el candidato del PAN; por lo que toca al Estado de México, los
resultados eran muy heterogéneos, pues unas daban la ventaja al
abanderado priista Alfredo del Mazo y otras a Delfina Gómez, la
candidata de Morena, aunque en este caso las que la favorecían le
otorgaban una ventaja de 1 punto porcentual.
En ambos casos la diferencia fue de menos de tres puntos; en el del
Estado de México, el porcentaje de votos que se logró movilizar fue de
aproximadamente cuatro puntos, mientras en Coahuila fue de alrededor de
seis.
En lo que atañe a la elección presidencial, de acuerdo a las
encuestas de encuestas que realizan varios medios de comunicación
internacionales y un grupo mexicano la diferencia en estos momentos
entre Andrés Manuel López Obrador, el candidato que encabeza la
contienda, y Ricardo Anaya, que aparece como segundo lugar, es como
mínimo de 13 puntos; con respecto a José Antonio Meade, la diferencia es
de 18, lo cual reduce sustancialmente las posibilidades de éxito de un
operativo de esta naturaleza.
Sin embargo, es un hecho que el gobierno federal y los estatales
priistas, junto con Meade, apuestan a que podrá ubicarse en el segundo
lugar (por lo pronto, ya varias encuestas de medios claramente cercanos
al gobierno lo ubican en esa posición, para seguir con la práctica de
alterar los indicadores, como lo hicieron con la pobreza y la economía)
y, desde allí, que el operativo le permita hacer el resto
Las probabilidades de éxito de esa estrategia son muy bajas; pero es
un hecho que ya la pusieron en marcha y están dispuestos a recurrir a
todo tipo de prácticas, incluyendo las que ya lavó el Tribunal
Electoral.
Este análisis se publicó el 8 de abril de 2018 en la edición 2162 de la revista Proceso.
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