Para que la población
votante tenga más información y criterios el 1 de julio, la ciudadanía
espera que quienes aspiran a la Presidencia comiencen a definir las
ofertas al electorado. Entre tanto se han observado distintos esfuerzos
por elevar el nivel propositivo de las campañas, con énfasis en los
temas de la política social y económica.
En su edición de abril (https://goo.gl/7TYrHh), la revista Brújula Ciudadana
recoge varias reflexiones respecto a la insuficiencia de las políticas
social y económica impulsadas en el país, las cuales impiden salir de la
crisis y orillan desde hace décadas a buena parte de la población a
vivir en pobreza y cruzar, o intentar pasar, la frontera con Estados
Unidos. Un primer tema que merece nuestra atención son los riesgos y
amenazas que enfrenta la política social como tal en México.
Un artículo de la revista destaca que dicha política se ha vuelto
cada día más compleja por su fundamento en concepciones simplistas del
modelo económico predominante, que ha privilegiado al mercado y anulado
la capacidad del propio Estado para atender las necesidades de la
población.
Parte del problema, dicen los analistas, está en el error de igualar
la política social y los programas diseñados para superar la pobreza.
Quienes igualan la política social y dichos programas, se escudan en la
supuesta falta de capacidad de las personas para aprovechar todas las
oportunidades abiertas por el libre mercado.
Este pensamiento no ha hecho más que degradar el nivel de vida de la
población, agudizar el problema de la desigualdad y la discriminación y,
al mismo tiempo, generar el caldo de cultivo para la violencia crónica
que se ha expandido por todo el país. Son políticas para administrar la
pobreza, no para superarla.
La referencia es directa a los programas de transferencia monetaria
focalizados, que fomentan el individualismo al tiempo que desmantelan
las visiones colectivas, comunitarias y solidarias. Un segundo tema que
llama la atención es la política salarial, que en uno de los artículos
de Brújula Ciudadana se describe como
una antipolítica social, porque va en sentido contrario a la dignificación del trabajo, desincentiva a la juventud y mantiene en la pobreza a gran parte de las familias del país.
Pese a los escasos o nulos resultados de la política social, es
preocupante observar cómo han proliferado los programas sociales. Los
datos de Coneval señalan que existen más de 6 mil 400 programas de este
tipo en los tres niveles de gobierno. Además de los problemas ya
apuntados, la mayoría funciona en total desarticulación y es común que
se dupliquen, haciendo que algunas personas se benefician de varios
servicios o apoyos, mientras otras no reciben ni uno.
A todo ello se suma la facilidad con que la clase política utiliza
los programas sociales en tiempos electorales para ampliar o mantener
sus clientelas a nivel nacional. Se trata de una de las
manifestaciones de la corrupción más arraigadas en las estructuras
partidarias que resisten a cualquier tipo de blindaje, como en más de
una ocasión se ha intentado, porque cada año se destinan a ellos
millones, y su verificación se ha hecho muy difícil hasta hoy.
De esto da cuenta el reportaje titulado La Estafa Maestra,
que rastrea el destino de los fondos aprobados para la Sedesol en 2013 y
2014. Otro de los textos de la revista profundiza en el tema salarial, y
explica cómo el modelo de crecimiento económico predominante en México
ha fomentado tres grandes problemas: una caída de la ocupación en el
campo de casi 1.7 millones de personas; la ampliación del sector
dedicado a actividades por cuenta propia, y el flujo de migrantes hacia
el país del norte.
No sólo eso, la población que tuvo la suerte de tener un empleo, se
tuvo que contentar con negocios de muy baja productividad
(micronegocios), en contraste con las proyecciones que se tenían de que
se ubicarían en empresas más modernas del sector exportador. A esto se
le denomina precarización del empleo. Un problema al que también ha
contribuido la liberación de los mercados y la inserción de México en el
mercado global.
Al depender de la exportación de manufacturas y de tratados
comerciales como el TLCAN, México ha consolidado una política laboral
que tiene como fundamento principal el deterioro planeado de la calidad
del empleo para atraer y preservar inversiones. En este contexto de
desigualdad social también puede uno referirse al tema de la política
educativa, que debería ser uno de los pilares para generar mejores
condiciones para el desarrollo personal y la dinámica social.
Según otro artículo de Brújula Ciudadana, los esfuerzos que
un gobierno tiene que hacer en el área de la educación deberían
concentrarse en el desarrollo profesional del magisterio y el
fortalecimiento de la escuela pública.
Sin embargo, la política educativa en México se desvió de esas metas y
se pusieron todos los esfuerzos en una reforma educativa que padece
tres grandes problemas: le asignó a la evaluación una función correctiva
que intenta resolver problemas de naturaleza administrativa y política,
con lo cual se alentó la
simbiosis SEP-SNTE; no se ha planteado en la administración Peña Nieto cómo mejorar la calidad educativa en los centros escolares, y uno de los puntos de partida de la reforma ha sido la desconfianza hacia los docentes, la escuela y las autoridades de los estados.
Urgen más acciones sistemáticas educativas y menos publicidad
envolvente. Poner el acento en la necesaria reorientación de los
programas sociales y las políticas salarial y educativa, es un desafío
importante que no debe soslayarse. Por el contrario, se requieren más
esfuerzos para que las campañas electorales trasciendan los espots, y se
asuma en serio la discusión de los temas nacionales y sus soluciones.
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