Mujeres Cautivas
Por: Teresa C. Ulloa Ziáurriz*
En
el marco del I Congreso Abolicionista Internacional celebrado en Buenos
Aires, el 16 y 17 de mayo pasados, Amelia Tiganus, sobreviviente de
trata, combatiente, feminista, vegana y activista de feminicidio.net, ha
convertido su experiencia en una herramienta política y de lucha contra
el sistema prostituyente, el loby proxeneta y el patriarcado.
El consentimiento ha estado en el centro del debate público y
mediático cuando se habla de acoso y violación sexual, pero no ha
sucedido así con la prostitución. Y a ese respecto mencionó que “en el
neoliberalismo la prostitución es el lugar donde se blanquea la
violencia sexual y donde el intercambio de dinero hace posible que
creamos que es asumible; como dice Graciela Atencio, “la prostitución es
la excepción patriarcal”. Hablar de consentimiento en la prostitución
es una trampa patriarcal porque se confunde con la resignación que
asumen muchas mujeres para poder sobrevivir.”
Es fundamental poner en el centro del debate el consentimiento en
cuanto a la sexualidad de la mujer porque nos deja en un lugar inactivo,
es decir, quien decide y propone es el hombre, por lo cual nos quedamos
sin la posibilidad de ejercer nuestra propia sexualidad. Y sucede, en
parte, porque los hombres temen al deseo de las mujeres, temen que se
les toque su hombría reforzada a través del dominio. Y ahora cuando está
en el centro del debate la violencia sexual, en especial con el caso de
“La Manada”, he leído muchos comentarios como “pero qué necesidad de
violar, si se pueden ir de prostitutas” evidenciando la doble moral a
través de la cual entendemos que tienen que haber mujeres que estén a
disposición, poniendo el cuerpo, para que los varones puedan seguir
ejerciendo su masculinidad hegemónica.
Uno de los argumentos que siempre han usado del lobby proxeneta y el
reglamentarismo es que la prostitución es una forma de liberación
sexual, pero Tiganus refirió que “en la prostitución es el único lugar,
simbólicamente, en el que se le permite a la mujer ‘tomar la
iniciativa’, y es una falsa iniciativa, porque quienes sí eligen
libremente consumir cuerpos de mujeres son los hombres.
La decisión de las mujeres, supuestamente libre, que se traduce en el
discurso proxeneta en liberación sexual, no es más que un espejismo que
responde al patriarcado: si ellas “eligen” deben tener muy claro quién
es el que tiene el poder. A los hombres les gusta que una mujer tome la
iniciativa siempre y cuando no vean amenazada su virilidad.”
También dijo: “la prostitución tiene rostro de mujer pero es un mundo
de hombres: es ocio y negocio masculino. El papel de los puteros está
totalmente invisibilizado porque conviene: son los que sostienen toda la
estructura prostituyente y esa alianza tan firme que tienen el Estado,
los proxenetas y los puteros no tiene fracturas, nuestro papel es
visibilizar esos actores invisibilizados y buscar fugas para intentar
quebrar ese poder”.
Por otra parte, agregó que “en Europa los medios de comunicación
tienen mucho que ver con que el foco esté en la mujer y en la
construcción de un estereotipo del proxeneta: encarcelado, con aspecto
violento y siempre de origen extranjero, y, en realidad, los grandes
proxenetas son españoles, tienen amparo legal y son llamados
empresarios de ocio. En España la prostitución es alegal, sin embargo,
no está penada la tercería (o alquiler de locales), ni el proxenetismo
no coercitivo y aquí, volvemos a la idea de consentimiento porque no se
mira el estado de vulnerabilidad de las mujeres en situación de
prostitución”.
Además señaló que: “de la ecuación prostituyente el Estado, también
invisibilizado, permite y se lucra con el dinero que produce la trata,
la prostitución, la pornografía y todo lo que genera la “industria del
sexo” que no es más que un eufemismo de proxenetismo.
Y me parece importante señalarlo porque si queremos plantearnos qué
Estado y qué tipo de sociedad queremos, donde los derechos de las
mujeres sean garantizados, la existencia de la prostitución discrimina a
todas las mujeres poniendo a disposición de los hombres lugares físicos
para que algunas de ellas, generalmente empobrecidas, vulnerables,
migradas y que han sufrido violencia sexual desde pequeñas, se
conviertan en meros receptáculos de semen.” También habló “de cómo
algunas mujeres nos convertimos en una mercancía en la que los hombres
pueden verter el miedo a la mujer sin miedo, como diría Eduardo
Galeano.”
Y agregó que: “hace 11 años salí del sistema prostitucional después
de sobrevivir 5 años a ese campo de concentración. Pasé por más de 40
prostíbulos en España y salí en silencio sin el menor apoyo y reparación
estatal porque estaba colapsada, había llegado al límite y no podía dar
más de mí.
Yo no me identifiqué como víctima de trata hasta hace 4 años cuando
comencé a estudiar protocolos sobre la trata. Cuando leí el Protocolo de
Palermo aparecieron los términos captación, traslado y acogida a través
de medios engañosos o aprovechándose de la situación de vulnerabilidad
de una persona para obtener su consentimiento. Comencé a atar cabos y
dije, claro, todo esto pasó porque estaba en una situación muy
vulnerable y aprovecharon ese momento para obtener mi consentimiento.
Fue allí cuando tomé conciencia de hasta qué punto había vivido un sin
número de injusticias sin saber que se me debía una reparación.
Es muy difícil separar la trata de la prostitución porque desde el
punto de vista de la demanda, si la mujer no tiene las herramientas para
darse cuenta de que es víctima de trata, cómo lo va a hacer un putero
con la cartera en la mano. Hay que dejar de pensar que hay una
prostitución buena y una mala, eso es quedarse en lo superficial.”
“Antes de tomar conciencia sobre mi situación, pensaba que era algo
que había elegido, que me lo había buscado y que tenía que asumirlo,
porque no tenía ninguna herramienta. Ni siquiera sabía que existía la
trata porque en mi imaginario una víctima de trata era una mujer
encerrada y encadenada, hasta a mí me daban pena las víctimas de trata y
en parte eso pasa como mecanismo de supervivencia porque no nos
queremos identificar como víctimas: ser víctima mujer en el imaginario
colectivo es alguien inerte y que no es capaz de luchar, cuando
realmente ser víctima no quiere decir más que una persona inocente ha
sufrido la vulneración de sus derechos y que existe un victimario que es
responsable y debe pagar por ello. ¿Para qué sirve la imagen de víctima
perfecta? Para invisibilizar al victimario.”
Y terminó diciendo: “el feminismo y la sororidad me salvaron la vida:
me dieron las herramientas para analizar y sacar mi experiencia de lo
personal y asumirla como política. Me sentí en la obligación ética de
actuar, dije “todo esto que sé es poder y lo voy a ejercer”. Se habla
mucho de la dignidad en la prostitución y para mí la dignidad es
utilizar el poder, sea mucho o poco, para crear un mundo mejor. Entonces
me vi en la dicotomía de hacerme cómplice guardando silencio o
convertirme, por fases, de víctima a sobreviviente, y de sobreviviente a
combatiente. Elegí la segunda.”
*Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y
Niñas en América Latina y el Caribe, (CATWLAC por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Imagen retomada del portal indymedia.org
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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