Pero no sólo estarían operando ahí, sino también con el control de
las autoridades electorales, llámense Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación, Instituto Nacional Electoral, o los Órganos
Públicos Locales que se encargarán de organizar los comicios en los 30
estados donde se renovarán gobernadores, diputados locales y presidentes
municipales.
Aunado a esto, algunos de los empresarios más importantes del país
han desplegado una campaña de miedo entre sus empleados mediante cartas
en las que les advierten que puede venir un gobierno populista que les
quitará sus centros de trabajo y con ello su principal fuente de ingreso
y de mantenimiento de sus familias.
Por ejemplo, Héctor Hernández-Pons Torres director de Herdez les
advierte en su misiva que vienen “tiempos turbulentos” y que tomen sus
medidas en su economía personal “para amortiguar un posible deterioro a
su patrimonio”.
Mientras que en otra carta Eloy S. Vallina Laguera manifiesta su
temor ante la regresión de “presidencias imperiales que llevadas por la
iluminación mesiánica y la impunidad autoritaria se apropien del
patrimonio ya generado por otros para después repartirlo a su antojo”. Y
exhorta a sus empleados a “votar con responsabilidad” por un gobernante
“con energía y claridad de pensamiento, con salud física, mental y
estabilidad emocional”.
Con supuestos y temores, sin ninguna base comprobable y, sobre todo
de manera irresponsable, estos y otros empresarios encabezan esta
campaña de miedo y de coacción hacia sus empleados que antes de votar
pensarán en sus trabajos y en sus familias.
El fraude es un engaño, una simulación y un chantaje, es falsificar
un hecho para beneficio propio. Eso es lo que están haciendo gobierno,
empresarios y todos aquellos que llevan a cabo una campaña de inducción,
coacción y miedo del voto.
El punto importante o el aspecto que hay que tomar en cuenta es si ya
midieron el riesgo de la irrupción social violenta ante una simulación
electoral burda, si ya tienen un control de daños que vaya más allá de
los primeros días posteriores al primero de julio, si ya tomaron en
cuenta que esta elección es distinta a las anteriores por el gran enojo
ciudadano harto de tanta corrupción oficial y empresarial, de tanto
engaño y del ninguneo del que es sujeto por parte de los partidos.
Si la idea es ensuciar todo el proceso electoral para llevarlo al
Tribunal Electoral con la intención de anular el resultado, solo
estarían postergando un conflicto social de largo aliento que crearía
una situación de ingobernabilidad que afectaría no solo al próximo
presidente sino también a los empresarios.
Por cierto…Hoy es importante tener en cuenta en la memoria pública
las desventuras del fraude en elecciones pasadas. En 1988 Cuauhtémoc
Cárdenas domeñó al “tigre social” que le pedía tomar armas para impedir
la llegada de Carlos Salinas de Gortari y en 2006 Andrés Manuel López
Obrador lo controló a través del plantón de varios meses en la avenida
Reforma. Hoy ese ánimo social, ese enojo ciudadano, ese tigre ha crecido
alimentado por múltiples acciones de corrupción, impunidad, injusticia y
ninguneo gubernamental. Si no se canaliza ese enojo ciudadano a través
del voto libre podría manifestarse con toda su fuerza imposible de
detener.
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