71 Festival de Cannes
Leonardo García Tsao
Cannes.
Desde el principio, ya se veía venir
que la recién concluida edición del festival de Cannes iba a estar
marinada en controversia. Muchas decisiones, no todas afortunadas, se
tomaron para preservar la casta del certamen más prestigioso del mundo. Y
la respuesta fue negativa en la mayoría de las instancias.
Para empezar, la asistencia de los acreditados –los compradores,
sobre todo– fue notoriamente baja y eso se podía comprobar en los stands del Mercado y los propios restaurantes. Hasta los más fufurufos tenían
mesas disponibles a horas pico. ¿A qué se debió eso? Según los
expertos, la falta de ofertas interesantes, las medidas de seguridad y
la incertidumbre del mercado trajeron como consecuencia una de las
ediciones comerciales más flojas de Cannes.
La gran ironía es que mucho se dependía de las compras de Netflix
para salvar el negocio. Como se recordará, la empresa fue vetada de
tener títulos en competencia para evitar la discusión del año pasado.
Netflix no mostró resentimiento alguno y compró para su difusión dos de
los títulos sobresalientes de la sección oficial: la italiana Lazzaro Felice, de Alice Rohrwacher, ganadora del premio a mejor guion, y Girl, del
belga Lukas Dhont, que se llevó la Cámara de Oro, entre otros
reconocimientos. Quiere decir que pronto estarán exhibiéndose en las
pantallas caseras, pero no en las salas cinematográficas. Se ganan unas
batallas, se pierden otras.
Otra disposición muy polémica fue la de procurar que la prensa viera
todas las películas en competencia después de sus funciones de gala.
Muchos colegas se vieron afectados por el cambio y, ciertamente, eso
trajo un retraso considerable en lo que antes era un prerrogativa. Por
ejemplo, las conferencias de prensa del equipo de cada título
concursante ocurrían al día posterior de haberse estrenado, no
inmediatamente después, como antes ocurría. Eso le daba al ritual un
aire de anticlímax. También se afectaron las entregas a los diarios. En
mi caso personal, no pude enviar mi última crónica sobre las
concursantes finales, porque la única y última función de prensa, para
la película turca Ahlat agaci (El peral salvaje), de Nuri Bilge Ceylán, terminó cerca de la medianoche debido a sus tres horas de duración.
Podría decirse que se aplicó la ley del embudo. Al irse
retrasando las funciones de prensa para dar prioridad a las públicas,
acabaron por acumular títulos para el último día (cuando muchos colegas
ya se habían retirado de Cannes). Mucho más práctico resultaría, como
hace la Berlinale, dictar un embargo y que se penalice publicar algo de manera prematura.
Todo eso, más la absurda prohibición de tomarse selfies en la alfombra roja (mandato que nadie peló),
daba a Cannes el aire de ser un festival anticuado, todavía atado a sus
prejuicios como el dinosaurio más necio del Parque Jurásico.
La lástima es que tanta controversia opacó el buen nivel de la
competencia. Fue un año de buena cosecha, con escasos tostones en su
selección (yo contaría tres: la egipcia Yomeddine, la francesa Les filles du soleil y la franco-mexicana Un couteau dans le coeur, que
quizá fueron programadas por razones extra-cinematográficas). Un
palmarés justo, salvo en una omisión, redondeó la impresión de haber
visto buen cine durante 12 días.
Tras una semana de clima soleado y caluroso, se dejaron venir los
nubarrones, las lluvias y el frío. Ese aspecto climatológico es afín al
resultado final. La 71 edición de Cannes tal vez será recordada más por
sus errores que sus aciertos.
Twitter: @walyder
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