Autor:
Nancy Flores / @Nancy_Contra
A 24 años del magnicidio de Colosio, las campañas sucias en
este proceso electoral posicionan la idea de un crimen de ese perfil. Si
la víctima fuera López Obrador se desataría un estallido social; si
fueran Meade, Anaya o el Bronco se moverían un poco las
preferencias, consideran expertos. Un atentado así estaría apoyado por
las élites económicas y políticas de México y Estados Unidos
A inicios de mayo, una campaña sucia y anónima en redes sociales
llamó abiertamente a asesinar al candidato de la coalición Juntos
Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador, pero la idea del
magnicidio venía de antes.
Para responsabilizarlo de cualquier posible atentado, previamente en
algunos noticiarios de radio y televisión se había “alertado” del riesgo
que corría el puntero en las encuestas por no traer escolta del Estado
Mayor Presidencial.
En ese contexto, supuestas amenazas del crimen organizado en el
Estado de México llevaron al político tabasqueño a declarar, el pasado
30 de abril, que no usaría escolta del Ejército. Afirmación que reiteró
tras el escándalo provocado por el informador del Canal 11, Ricardo
Alemán, quien hizo eco del mensaje que impulsaba el magnicidio.
Desde entonces, la sombra de un crimen de alto perfil se mantiene
como parte de un convulso proceso electoral, cuya violencia ha cobrado
la vida de más de 83 candidatos a puestos de elección popular, y ya es
calificada por algunos analistas como “terrorismo electoral”.
“Debemos aprender la lección de [Luis Donaldo] Colosio [asesinado en
1994], pero con este alto grado de descomposición de la clase política
que vivimos en México no deberíamos excluir esta posibilidad”, advierte
el doctor Carlos Antonio Aguirre Rojas, investigador en el Instituto de
Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM).
Señala a Contralínea que, aunque ninguno –López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade o Jaime Rodríguez (el Bronco)–
estaría excluido de un atentado, es el morenista “quien parece ser el
más probable de ser víctima, porque va arriba en las encuestas. Pero
podría ser cualquier otro candidato”.
Instaurar en redes sociales y medios informativos la idea de que esto
puede pasar, en un contexto de violencia extrema como el que padece
México, ha servido para que esta posibilidad ya no parezca descabellada.
“Hay una clara constante en el sistema político mexicano del uso de la
violencia y actualmente sí es un factor preocupante”, señala el
candidato a doctor Omar Elí Manríquez.
El sociólogo y politólogo dice a Contralínea que las más de
80 víctimas por violencia política son un indicador de la descomposición
que enfrenta el país en este proceso electoral.
“Sí tenemos varios riesgos institucionales que nos pueden llevar a
pensar si algunos intereses serían capaces de movilizar un escenario de
magnicidio, pero confío en que no pase porque eso pudiera deslegitimar
al país en términos de economía e inversión”.
Y es que, agrega, inmediatamente la clasificación riesgo-país que
recibiría México bajaría. “Eso de alguna manera echaría por tierra la
inversión que se tiene pensada a partir de las reformas estructurales, y
la rentabilidad menguaría; pero no sabemos, sólo confiamos en que no
ocurra”.
Estudiosa de los procesos electorales e integrante del Comité
Conciudadano para la Observación Electoral, la abogada Ana Saiz
Valenzuela observa que “tristemente el país ya vivió una situación así
cuando mataron a Luis Donaldo Colosio y, por supuesto, se está haciendo
un llamado precisamente para tratar de parar esta violencia”.
El objetivo principal del Comité, indica en entrevista, es
visibilizar y parar la violencia que identifican claramente como
terrorismo electoral, encausado a inhibir la participación ciudadana en
los distintos procesos que se llevan actualmente.
“No queremos pensar en un escenario tan grave como sucedió cuando
mataron a Colosio. Pero ya es grave que maten a cualquier candidato: no
por ser un candidato a presidencia municipal o un simpatizante en un
mitin preocupa menos. Toda la violencia es absolutamente reprobable para
nosotros. Y precisamente hacemos ese llamado urgente del alto a la
violencia para fomentar la participación”, puntualiza la experta en
análisis electoral.
La realidad significante
El 5 de mayo pasado el aún informador del Canal 11 –del Instituto
Politécnico Nacional–, Ricardo Alemán, escribió en su cuenta de Twitter:
“Les hablan”. Su mensaje se acompañaba de una imagen donde se leía: “A
John Lennon lo mató un fan. A Versace lo mató un fan. A Selena la mató
una fan. A ver a qué hora, chairos” (sic). Esto provocó su cese de las empresas de televisión Televisa y del diario Milenio.
Hablar de un crimen político de alto perfil como lo hizo el
columnista no es cualquier cosa. Para Fabián Bonilla, doctor en
comunicación política y académico de la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales de la UNAM, expresar la idea del magnicidio en redes sociales y
notas periodísticas configura una suerte de realidad significante.
“El rumor empieza a cobrar vida como una opción, una posibilidad. Si bien él [Alemán] apeló que fue un error retuitear
algo que ya estaba en el ambiente discursivo, obviamente eso implicó
que no sólo asumiera esa posición o le diera viabilidad a ese discurso,
sino que lo legitimó, lo autorizó como alguien que está inmerso en la
opinión pública.”
Lo peligroso, añade el experto en análisis del discurso político, es
que se empieza a construir un marco que dé cabida a ese tipo de
discursos como parte de la construcción de un régimen de verosimilitud,
de algo que sí puede suceder, aún cuando hay una enorme diferencia con
el acto mismo, con llevar a cabo un magnicidio o un atentado.
Las implicaciones
Las repercusiones de un homicidio o un atentado no mortal contra
alguno de los cuatro candidatos presidenciales de México dependerían de
quién es la víctima.
El magnicidio de López Obrador aceleraría y agudizaría el proceso de
descomposición política y quizá aceleraría en alguna medida el posible
estallido social, reflexiona el doctor Aguirre Rojas.
Agrega que en el país las cosas están guardando equilibrios muy
precarios. “Incluso sin magnicidio el equilibrio de las fuerzas
económicas y políticas que son dominantes es muy frágil”.
Respecto de la relación con todos los sectores populares, el
investigador señala que es muy complicada y muy conflictiva. “El
descontento social crece y estalla en pequeños brotes, poco a poco, a
todo lo largo y ancho del país. Los pueblos indios están siendo
literalmente aniquilados a través del despojo de sus tierras y de la
eliminación de sus usos y costumbres; y entonces sería un elemento más
que agudizaría y que aceleraría estos procesos de descomposición
política, de crisis política y social”.
Un atentado contra alguno de los candidatos de entrada podría
impactar en las preferencias electorales, considera el doctorante Omar
Elí Manríquez. Para el politólogo, “desatar al tigre no creo
que sea una opción rentable para las élites, porque tendrían que
recurrir a la represión, y eso se les podría salir de las manos: se
podría dar pie a nuevas alianzas entre grupos de oposición al régimen,
podrían perder confianza país porque caeríamos inmediatamente en el
estatus de los países que no garantizan certeza”.
El magnicidio de algún candidato presidencial estaría apoyado por
poderosas élites económicas y políticas tanto de México como de Estados
Unidos y algunos capitales trasnacionales; por ello, el investigador
Manríquez considera que es improbable que suceda.
En el ámbito latinoamericano, reflexiona, pareciera que no hay un
grupo de intereses corporativos financieros –interesados en la inversión
intensiva en los sectores estratégicos– que esté actualmente
recurriendo a sicarios para imponer gobiernos a modo.
“Se ha apostado por polarizar a las sociedades en las plataformas de
partidos socialdemócratas o de centro. Los intereses económicos han
apostado por financiar las plataformas de la partidocracia. Se ve
difícil que pase [un magnicidio en México] sobre todo con el escenario
con Estados Unidos que está muy caliente, como para que pase algo así
que desestabilice y pueda afectar la seguridad nacional de la frontera
Norte. No se ve que sea una jugada viable.”
El doctor Carlos Antonio Aguirre Rojas también considera que las
élites políticas y económicas llegan sin cohesión al proceso electoral
2018. “El grado de descomposición de la clase política se refleja en las
contradicciones de las propuestas: ya no hay unidad en ellos, ya no hay
un solo proyecto en el que coinciden. Es una mentira cuando dicen que
‘todos’ están contra López Obrador o ‘todos’ van a apoyar a Meade o a
Anaya. Eso ya no es cierto”.
Para el teórico y adherente a la Sexta Declaración de la Selva
Lacandona, la descomposición política, la crisis económica y los
enfrentamientos entre los propios grupos económicos poderosos es tan
grande que cada quien está jugando su propio juego, según las alianzas y
compromisos que ha hecho con cada candidato.
“Hay sectores de la clase política y de la clase económica, de los
ricos mexicanos, que apoyan a Meade; otros, a Anaya, y otros al propio
López Obrador.”
Como pocas veces en la historia de México, considera el investigador,
realmente todos esos escenarios son posibles: el fraude, una
declinación de Meade hacia Anaya o de Anaya hacia Meade, pero también es
posible que dejen llegar a López Obrador o que cometan el magnicidio.
Hasta ahora, la desesperación de los empresarios mexicanos se ha
manifestado en acusaciones contra el político tabasqueño, como el caso
de Claudio X González –a través de sus asociaciones Mexicanos Primero y
Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad– y de los integrantes del
Consejo Coordinador Empresarial y la Confederación Patronal de la
República Mexicana.
Otra manifestación de desesperación son los llamamientos de algunos
magnates (como Germán Larrea, Alberto Bailleres, Andrés Conesa, José
Elizondo, Héctor Hernández Pons y Eloy Vallina) a sus empleados para que
no voten por López Obrador.
Y se ha conocido también que algunos de ellos presionaron a Margarita
Zavala para declinar a favor de Anaya, y que también estarían
influyendo en el equipo de Meade para que deje paso libre al panista.
La pregunta es hasta dónde están dispuestos a llegar para impedir que
el puntero en las encuestas gane la Presidencia de la República. El
doctorante Omar Elí Manríquez cuestiona “¿qué tanto están dispuestos a
perder en estas áreas de oportunidad económica que se abrieron con las
reformas estructurales?”
Un atentado mediático
Las posibilidades para frenar el avance de López Obrador pueden
incluir otro tipo de violencias. Para el sociólogo Omar Elí Manríquez,
un atentado que no desemboque en un magnicidio podría mover las
inclinaciones políticas, en el sentido de la sospecha de quién lo
cometió y para afectar a quién.
“Ya en un acto desesperado, muy mediático, un atentado de magnicidio
pudiera impactar las preferencias electorales y cerrar la brecha [con
Andrés Manuel], pero me atrevo a pensar que no serán capaces. A menos
que tengan muy bien calculados los números, tendría que ser para
beneficiar a Meade, porque ese tipo de acciones no creo que las haga la
alianza donde está el PAN; esas acciones se esperan del PRI.”
“Eliminar” al oponente
En México, la comunidad política está marcada por una dimensión de necropolítica, explica el doctor Fabián Bonilla. “La necropolítica
entendida como el ejercicio de administración de la muerte para una
suerte de resolución de ciertos temas políticos o de ciertos conflictos.
Entonces hemos llegado a este punto en el que pareciera que el
aniquilamiento ya no sólo simbólico de tu enemigo o del enemigo, si no
real, material, es lo que posiblemente es la solución a todos los
problemas”.
En la sociedad mexicana, agrega, “pareciera que el simple hecho de
aniquilar a tu enemigo es lo que le va a dar solución a los problemas
que tenemos y los problemas que tenemos son de toda índole: económicos,
sociales, políticos, migratorios, hay una infinidad de asuntos por
resolver. Desgraciadamente una parte de los discursos están enfrascados
en esta virulencia, en esta violencia discursiva, en este linchamiento
en las plataformas digitales y sobre todo en la petición de asesinato de
una figura política que puede que nos caiga mal, que creamos que no es
la persona adecuada o que no tiene la posibilidad de resolver los
problemas, pero ahí está una parte muy desafiante para pensar el
presente”.
Para el académico de la Facultad de Ciencias Políticas, en el caso de
atentar contra López Obrador, el escenario del magnicidio implica que
ya no estaría el político que trataría de apaciguar el estallido social.
“Sería un escenario totalmente distinto; entonces, qué se podría hacer
con ese estallido social y sin la figura que apele a la paz. No habría
alguien que pudiera llamar a la tranquilidad, porque obviamente esa
figura en ese escenario apocalíptico ya habría desaparecido”.
Estallido social inminente
Pero el descontento social va más allá de las elecciones, considera
el doctor Aguirre Rojas, para quien resulta inminente un estallido
social en éste o en los próximos años.
“Eso es prácticamente seguro. Pienso que va a haber muy pronto un
2010 histórico, y cuando digo un 2010 histórico es porque no se tenía
que dar necesariamente el año 2010 cronológico: México parece vivir
ciclos de aproximadamente 100 años, pero podrían ser de 120 o 130 años o
90, en los cuales se va acumulando una cantidad de contradicciones
sociales, de desajustes económicos, de desfases políticos e incluso de
crisis moral y cultural y de valores, que podemos estudiarlas.
“Si vemos la víspera de 1810, luego la etapa que se vivió antes de
1910, y hoy, verdaderamente es asombroso desde el punto de vista de un
historiador las coincidencias históricas. Entonces poco importa que
estemos en 2018: la maduración de las contradicciones económicas, el
descontento popular, la pérdida de sentido hacia el futuro, el desempleo
terrible, la inflación galopante, la pérdida de empleos, la muerte de
mucha pequeña y mediana industria, el abandono del campo, la migración
masiva que se está dando –cada año, el país expulsa medio millón de
mexicanos que se van a trabajar y vivir a Estados Unidos– y todos estos
son síntomas de que estamos en vísperas de un gran estallido social. Si
se va a dar en este año o en 3, eso no lo podemos saber; pero de que se
va a dar no me cabe la menor duda.”
El investigador de la UNAM considera que sí existe una opción para
canalizar pacíficamente ese descontento. Es, asegura, la opción que
planteaba la precandidata independiente María de Jesús Patricio y que
consiste, primero, en denunciar a la clase política; segundo, en
demostrar que por la vía de las elecciones y por la vía política
realmente ya no hay salida; y, tercero, que hay que auto-organizamos
desde abajo y empezar a tomar las cosas en nuestras propias manos de
manera autónoma y autogestiva.
Y es que, dice, ninguno de los miembros de esa clase política
representa un verdadero cambio o una vía inteligente de salida a los
conflictos actuales. Por ello, observa que, más allá de la coyuntura
electoral, “tenemos que organizarnos y tomar las cosas en nuestras
manos, es la única salida inteligente a este estallido social”.
Llamado a las instituciones para evitar la violencia
La abogada Ana Saiz Valenzuela señala que el Comité Conciudadano para
la Observación Electoral reitera el llamado a las autoridades para que
haya un clima de paz en los próximos días y particularmente en la
jornada del 1 de julio.
“Esperamos que haya una respuesta al respecto, porque creemos que
tanto el Instituto Nacional Electoral puede hacer ese tipo de llamados
[a la no violencia] y sobre todo el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación.”
Agrega que esta última institución tiene que hacer uso de su facultad
como tribunal de pleno derecho y tratar de encausar y sancionar a quien
tenga que hacerlo por este tipo de actos violentos.
La abogada observa que otras instituciones del Estado también están
obligadas a actuar. “No son sólo las autoridades electorales, son todas
las autoridades del país encargadas de la seguridad. En particular, el
Tribunal y el INE deben ver lo que sea de su competencia, sobre todo
aplicar la ley de manera imparcial y con todas las consecuencias, sin
ningún miramiento, para mandar un mensaje que de verdad inhiba estos
llamados o este tipo de actos violentos”.
Boletas electorales no se reimprimen
En caso de que ocurriera un magnicidio, las boletas electorales no se reimprimirían con el nombre de algún candidato sustituto, asegura la abogada Ana Saiz.“Por ley es muy claro: las boletas electorales ya no se pueden reimprimir porque es un presupuesto destinado. Cuando una boleta está impresa ya no se puede reimprimir, simplemente porque logísticamente no hay las posibilidades y no hay el dinero para hacerlo.”Escolta de Estado Mayor Presidencial habría infiltrado a López Obrador
El general José Francisco Gallardo, doctor en ciencia política y académico de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, indica que en caso de que el candidato Andrés Manuel López Obrador hubiera aceptado la escolta del Estado Mayor Presidencial, ésta lo habría infiltrado para contener su avance.“La escolta del Estado Mayor Presidencial habría infiltrado a López Obrador”. Esa institución, indica, debe desaparecer porque es una estructura que representa un Estado autoritario.“En un inicio se creó para darle protección al presidente, pero ahora es una estructura corrupta, que no tiene un fundamento jurídico ni constitucional, es una oficina al capricho del presidente, cerrada, que no le rinde cuentas a nadie y que maneja a cerca de 15 mil efectivos militares, armamento, vehículos, incluida flota aérea y naval”, señala el estudioso de las Fuerzas Armadas.Según Gallardo, “todo el personal que comete algún ilícito o tiene cuentas con la justicia lo comisionan al Estado Mayor Presidencial para tener fuero. Eso me consta”.—¿Pero no todos los que integran el Estado Mayor cometieron algún delito?—No todos, pero la mayoría sí.
Nancy Flores
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