Orlando Delgado Selley
La llamada de Germán Larrea, presidente del Grupo México, a rechazar el populismo en las próximas elecciones, sin atreverse a mencionar a Andrés Manuel López Obrador, confirma la existencia de una estrategia concertada entre grandes empresarios para actuar contra la propuesta de Morena a la Presidencia de la República. Los nombres de quienes ya han manifestado su oposición a AMLO son elocuentes: Carlos Slim, antecedido por Claudio X. González, José Antonio Fernández Carvajal, presidente de Fomento Económico Mexicano, Eloy Vallina, del Grupo Chihuahua, los directores y dueños de Herdez y de Vasconia. Los argumentos que les unifican son su oposición a lo que denominan populismo y al pretendido mesianismo y autoritarismo obradorista.
Esta estrategia se implementa en el momento en que la medición de las preferencias electorales da cuenta de una ventaja para López Obrador muy amplia, que oscila entre 15 y 26 puntos porcentuales respecto del segundo lugar, ocupado por Ricardo Anaya. Para estos empresarios se trata, es claro, de convencer a ciertos grupos de electores que el triunfo de AMLO provocará salida de capitales y, en consecuencia, una crisis. Por eso conviene insistir en que, al mismo tiempo desde otras atalayas empresariales, se plantea que no sólo no habrá salidas de capitales, sino que el crecimiento económico se estimulará.
BMI Research y Bloomberg han señalado que los temores expresados por ciertos grupos empresariales carecen de fundamento. Bloomberg, por ejemplo, reitera que la propuesta económica de AMLO sostiene tres tesis centrales: se mantendrá una estricta disciplina presupuestal de modo que el déficit fiscal no se incrementará; se mantendrá la autonomía del Banco de México; se mantendrá el régimen de flotación cambiaria del peso. En la propuesta de López Obrador la posible expansión del gasto será financiada con la eliminación de la corrupción, con los ahorros derivados de una austeridad en el gasto corriente y con la disminución de la deuda pública.
La intervención de Felipe González en la presentación del libro de Juan Ramón de la Fuente en Madrid agrega un punto central. Las resistencias empresariales son infundadas, pero además no son democráticas. No hay razón para temer a la democracia. El único que puede equivocarse y, en su caso, enmendar su error es el ciudadano. Advirtió que las utopías regresivas pueden ser peligrosas, pero hay que tener cuidado de rumores, de información falsa, divulgada para convencer no para aportar elementos de juicio a los que deben decidir quién les gobernará los próximos seis años.
Las supuestas preocupaciones de estos empresarios mexicanos utilizan un recurso propagandístico que pretende equiparar la propuesta de Morena con los regímenes de Venezuela, Cuba y la URSS que supuestamente han fracasado. Implícitamente manejan que izquierda es eso. Pero un gobierno de izquierda como el de AMLO puede ser como el de Lula en Brasil, el de Bachelet en Chile, el del Frente Amplio en Uruguay que ha ganado tres elecciones seguidas. También tiene referencias inequívocas con los planteos de las izquierdas socialdemócratas europeas. Se trata de experiencias exitosas que han centrado su política en el bienestar social, en la reducción de las desigualdades, en la búsqueda de un dinamismo económico sostenido y sustentable.
Pretender asustar a los electores con experiencias de políticas populares, no populistas, no les resultará. Y no resultará, porque al mismo tiempo quieren que los electores piensen que las cosas se mantengan en el estado desastroso en el que están. Desastre que se ha construido durante muchos años, bajo la conducción de muchas administraciones, priístas y panistas. En realidad este modelo de funcionamiento económico es el que ha fracasado para la gente, pero no para esos grandes empresarios.
Fracasó con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Esto es lo que los electores están rechazando. En la encuesta publicada por Reforma ayer a la pregunta ¿quién le haría más daño al país?, el 29 por ciento de los encuestados dice que José Antonio Meade y el 21 por ciento que Anaya, es decir, 50 por ciento piensa que los que proponen mantener el rumbo le harán daño al país. Por eso se plantean cambiar. Para eso sirve la democracia.
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