9/04/2019

¿Qué pasa en México hoy? Apuntes para responder una pregunta constante


Jovenes ante la Emergencia Nacional
Nota introductoria
Con esta reflexión iniciamos una modesta contribución al análisis del México actual. Su objetivo: desatar la reflexión a partir de un análisis crítico y profundo que contribuya a divisar los caminos de una liberación nacional y social.
México aparece en la geopolítica latinoamericana como un caso excepcional, ajeno a la corriente general que marca los tiempos de la región e incluso a contramano. Sin embargo, lo que aquí ocurre es vital en la configuración estratégica de la región, regida principalmente por el yugo económico, político y militar del imperio norteamericano.
Por lo tanto, nuestro esfuerzo estará centrado en ahondar en el diagnóstico de lo que ocurre en México en relación con América Latina y el Caribe, así como pensar en posibles salidas al horror que azota a nuestro país.
Ante el primer informe presidencial de AMLO
Este primero de septiembre Andrés Manuel López Obrador (AMLO) presentó su primer informe de gobierno. Con un 70% de aprobación social a 10 meses de asumir el cargo, la principal marca del nuevo gobierno es el acontecimiento que representó su triunfo: la ruptura de una cadena de fraudes electorales, crisis económicas, magnicidios y levantamientos populares que marcaron las transiciones de gobierno en los últimos 30 años.
Con el nuevo gobierno se reconfiguró el mapa político del país:
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó el país más de ochenta años, está muy débil. Su reciente elección interna -denunciada de fraudulenta por una parte de sus propios militantes- es una muestra de la incapacidad de reorganización de los intereses a lo interno para plantear un proyecto político nacional.

El Partido Acción Nacional (PAN), que ganó la presidencia en dos ocasiones, también está desmovilizado y dividido. Felipe Calderón, ex Presidente del país por ese partido, intenta crear una nueva agrupación política (México Libre) sin conseguir impacto político.

El Partido de la Revolución Democrática (PRD), otrora referente de la izquierda y de la lucha por la democracia, casi desaparece. Sus líderes más desacreditados por las alianzas con el PAN y el PRI intentan lanzar una nueva coalición llamada Futuro 21 con actores políticos tradicionales de “centro” y de “derecha” sin promesa alguna de éxito.

Y, paradójicamente, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), como partido en el poder, no alcanza a tener una organización partidaria efectiva. Las pugnas por los controles políticos de las cámaras ha demostrado su debilidad orgánica, propia de intereses de corrientes y personajes provenientes del PRI y el PRD que le dieron vida al nuevo partido.

En síntesis: no hay una oposición sólida frente al nuevo gobierno. Las campañas de la derecha en contra de AMLO son apenas muestra de los esfuerzos desesperados de un amplio espectro de actores políticos tradicionales que intentan convertirse, sin un éxito alguno, en una oposición firme. Sus intereses contrapuestos entre sí, les han impedido generar un polo de unidad, al mismo tiempo que sus contradicciones con el nuevo gobierno están aún lejos de motivar una agenda de golpe blando o parlamentario, aunque una parte de analistas pro AMLO magnifiquen las acciones de la disidencia.

Por parte del sector económico dominante, el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios han dado muestras visibles de apoyo al nuevo gobierno. Carlos Salazar y Antonio Del Valle, presidentes de esos dos organismos que agrupan a las principales empresas de origen mexicano (varias trasnacionales) junto a Carlos Slim, presidente de Grupo Carso, en menos de un año cambiaron las críticas a las promesas de campaña del actual gobierno, por un respaldo incondicional al mismo, haciendo explícitos mensajes de coincidencia en torno al diagnóstico de los problemas de México y el rumbo que debe tomar la economía nacional. El acuerdo de construcción de mega infraestructura para abastecerse de gas natural vendido por Estados Unidos parece haber sanado las diferencias en torno a la cancelación del aeropuerto en Texcoco -megaproyecto ilegal y que implicaría una de las devastaciones ambientales más importantes del Valle de México-.
Algo similar sucedió con las Fuerzas Armadas: tras disentir públicamente sobre algunas declaraciones de AMLO en campaña, volvieron a su papel silencioso y siempre cercano al poder presidencial. No se removió a ningún alto mando dentro de la cúpula del Ejército. Con el pretexto de austeridad y de un vínculo más cercano con el pueblo, AMLO disolvió al Estado Mayor Presidencial, elemento clave de la estructuración sui generis de las Fuerzas Armadas en México, que según Pablo González Casanova fue determinante para que a lo largo del siglo XX no ocurrieran golpes de Estado como en el resto de América Latina.[1] Se legalizó la presencia del Ejército en las calles a través de la Guardia Nacional -mandos y tropas castrenses en funciones policiacas- lo cual resulta gravísimo si se tiene en cuenta que las Fuerzas Armadas de México sobrepasan el índice de letalidad de cualquier fuerza de ese tipo en países en guerra declarada. En estas últimas las fuerzas armadas asesinan a una persona por cada cinco que hieren en combate, mientras que en México el índice de la Marina en 2018 fue de 79 asesinatos por cada herido.[2] AMLO se concentra permanentemente en crear una imagen positiva del mismo, insistiendo en que los altos mandos no son oligarcas, sino parte del pueblo y que vienen todos ellos de una tradición popular revolucionaria.[3]
Mientras eso ocurre en los sectores dominantes, la izquierda popular está sumamente fragmentada. Aproximarse a comprender qué ocurre en ella, evitando las generalizaciones que subestimen su incidencia y capacidad, requiere de un análisis más profundo que trataremos en un próximo reporte. Por ahora basta señalar que pese a la gran tradición de resistencia popular y propuestas radicales que perviven, la mayoría de los referentes organizativos han sido absorbidos por la dinámica estatal y sus bases desmovilizadas por concentrar la expectativa de cambio en la figura del Presidente. La capacidad de pelea de los sectores populares, las ideas de rebeldía y la inconformidad estructural frente al Estado siguen vigentes y por fuera de las expresiones de izquierda claramente definidas.
Es cierto que es prematura cualquier síntesis que dé cuenta de los verdaderos alcances del gobierno actual, autonombrado de “Cuarta Transformación” (4T) -entendiendo que las tres primeras habrían sido: la Guerra de Independencia, la Reforma y la Revolución-. Por ahora, AMLO centra sus discursos y acciones en “el combate a la corrupción y a la impunidad”, en coalición con los grandes empresarios de México, las Fuerzas Armadas y el respaldo popular, que promete sostener en base a programas sociales y al desarrollo de mega infraestructura principalmente en el sur del país, con el corredor Transístmico y el Tren Maya -que tienen un fuerte rechazo in situ.
La violencia continúa. Según el monitoreo hecho por México Evalúa sólo durante el primer semestre de 2019 el número de homicidios (el faltante histórico es el número de desaparecidos) fue de 17 mil 608 personas, lo que equivale a una tasa de 14 homicidios por cada 100 mil habitantes y representa un crecimiento del 5% con respecto al semestre anterior, que fue de 16 mil 714.[4] Los asesinatos de periodistas y de defensores de Derechos Humanos continúan. Uno de los más significativos y cuya impunidad es alarmante, fue el de Samir Flores Soberanes en Morelos, opositor al Proyecto Integral Morelos que AMLO impulsa.
La política de subordinación a Estados Unidos se exacerba. Más allá del discurso de soberanía que AMLO intenta imprimir en la agenda internacional, México aceptó de facto ser el gran contenedor de los migrantes centroamericanos. Y de contención no tiene nada puesto que las garantías humanas que debieran corresponderles a los migrantes están completamente ausentes y el peligro que corren dentro del territorio mexicano es absoluto.
Porfirio Muñoz Ledo, Presidente de la Cámara de Diputados, uno de los personajes históricos de la política mexicana declaró a una prestigiosa periodista el 28 de agosto pasado: “Ya tenemos una democracia instalada. La victoria de AMLO y la coalición abre una nueva etapa en la historia de México (…) se recuperó la legitimidad política (…) Es un momento en que deben evitarse los extremos”.
Las palabras de Muñoz Ledo hacen referencia a una poderosa imagen que trata de instalarse en el imaginario social. La reconfiguración del poder, la ausencia de una oposición consolidada, el protagonismo de las élites económicas trasnacionales, el respaldo castrense y la esperanza popular parecen fortalecer esa imagen. Pero ésta amenaza con explotar en pedazos por una situación de horror que no ha terminado. Mientras AMLO presentaba su informe presidencial a 100 kilómetros del Palacio de Gobierno las calles de varios municipios de Morelos permanecían vacías, la gente aterrorizada yacía oculta en sus viviendas ante un toque de queda impuesto a través de redes sociales por un grupo del crimen organizado. Pero esa parte de la realidad fue silenciada por el estruendoso festejo de la “democracia”.
Notas:
[1] Dice Pablo González Casanova en “A dónde va México”: “El Estado Mexicano era un Estado antigolpe, y si desde Guadalupe Victoria el Presidente disponía de una Guardia Presidencial, que más tarde se convirtió en Estado Mayor Presidencial bajo las órdenes directas del Presidente, en tiempos del general Ávila Camacho, el Estado Mayor Presidencial llegó a tener la misma capacidad de fuego que el Ejército nacional. La estabilidad del gobierno no sólo dependía de la lealtad de las fuerzas armadas sino, también, de la estructuración para el control de sus fuerzas. Ahora y en el futuro sólo dependerá de la lealtad de los militares, como en todos los estados de América del Sur, lo que por la experiencia histórica hasta hoy da a la política del imperio mucho mayor posibilidad de intervención abierta o encubierta.” En La Jornada. México, 7 de abril de 2019.
[3] En entrevista a La Jornada el primero de julio de 2019 el Presidente declaró: “ creo que el Ejército mexicano es distinto a los Ejércitos de otras partes, que es un Ejército que surgió de un movimiento revolucionario. Un Ejército popular. Los altos mandos del Ejército no forman parte de la oligarquía de este país, como sucede en otros” [http://www.jornada.com.mx/ultimas/2019/07/01/texto-integro-de-la-entrevista-de-la-jornada-a-lopez-obrador-307.html]
[4] Citado por Javier Sicilia en “La violencia en la 4t” en Proceso [http://www.proceso.com.mx/597814/la-violencia-en-la-4t].

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