La Jornada:
Napoleón Gómez Urrutia
Lo que enfrenta México no es solamente proseguir en la ruta de los propósitos que el presidente Andrés Manuel López Obrador delineó en su Informe de gobierno este domingo 1º de septiembre. Según los indicadores políticos, sociales y económicos y las opiniones sensatas del sector más informado de este fenómeno, el país tiene la encomienda histórica de construir la nueva sociedad en México. Una sociedad con nueva conciencia y dimensión social. De otro modo, el profundo resultado electoral del 1º de julio de 2018 se quedará trunco, en sólo un intento de cambio, pero no será el comienzo de la anhelada transformación profunda.
Los cimientos están puestos precisamente en la lucha iniciada desde antes de las elecciones de 2018 contra la corrupción y la desigualdad social, contra la injusticia y la prevaricación de unos cuantos, por el desarrollo económico y el bienestar de la población, claramente evidenciados también en este informe presidencial como procesos en desarrollo, no sólo como intenciones más o menos realistas.
Para que este nuevo gobierno pueda considerarse a sí mismo como triunfador en este cotejo histórico, es obligado pensar que lo alcanzado en estos primeros nueve meses del gobierno de la Cuarta Transformación es apenas el comienzo de un largo camino de esfuerzos que se traduzca en desarrollo, prosperidad, dignidad y pujanza ante el mundo y ante sí mismo, donde se haga valer con hechos la independencia política de la cual nos ufanamos cada mes de septiembre. En esa misma medida habrá triunfado el pueblo de México.
Éste terminará por ser no sólo una sustitución de personas en el gobierno, sino un cambio profundo de régimen, que habrá de llegar a las instituciones, a los órganos de gobierno, a los usos y costumbres del poder y a todas las políticas con las que se ha dirigido mal a México desde los ex gobiernos neoliberales. En consecuencia, el esfuerzo para lograrlo debe ser muy inteligente, muy persistente y absolutamente tenaz. El elefante está muy reumático, sin duda.
El hecho de quelos conservadores están moralmente derrotados, como expresó López Obrador, debe reflejarse no solamente en el ámbito moral, sino en el duro mundo de los hechos fácticos y tangibles de la vida cotidiana.
La tarea no es menor, pero el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no está solo, tiene el apoyo del gran pueblo de México, de sus mayorías, con una aprobación que supera 70 por ciento. El Presidente tiene en contra a una gran conjunción de intereses económicos y políticos que desean con intereses mezquinos que a este gobierno todo le salga mal y se preparan ya, aunque ilusamente, para un retorno de los personajes neoliberales sin escrúpulos.
El gobierno está en la necesidad, junto con la alianza del pueblo que lo sigue y apoya, de actuar con sabiduría y firmeza, donde no quepan las aventuras de los impacientes y ansiosos de poder por encima y en contra de los principios y los ideales. La historia muestra cómo las mejores causas populares se han venido abajo ante el imperio de los intereses contingentes que sólo ven a través de sus estrecheces. Díganlo, si no, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y sus letalestribus.
Lo que hay que construir es la nueva sociedad mexicana, basada en la justicia, la dignidad y el bienestar de la mayoría. México está preparado para ella. De otra manera, las elecciones de 2018 no se hubieran dado en los términos en que se produjeron, de absoluta mayoría para el intento transformador que en el nivel de los sectores populares se vio como el mejor intento deregeneración nacionalque se haya presentado. Este recambio en las filas del gobierno se tiene que acompañar de todas cuantas acciones, o renuncias, sean necesarias para salir adelante.
Las condiciones, pues, están dadas. México necesita urgentemente que crezca la economía, así como distribuir justicieramente sus frutos entre el pueblo y los sectores que lo hayan merecido, esto es, necesita crecimiento económico con desarrollo económico y social. Lo mismo se puede decir de cambiar el modelo económico que privilegia el beneficio de unos cuantos y la miseria de las mayorías. En todas las áreas de la actividad humana hay algo que hacer en este sentido, tanto desde el gobierno como desde fuera de él. Se necesitan fortalecer los lazos solidarios del pueblo con el pueblo, y a ello están siendo enfilados muchos de los propósitos del actual gobierno, dentro de la tesis justa y verdadera de quesólo el pueblo puede salvar al pueblo.
La nueva sociedad se relaciona con el esfuerzo histórico de los tres grandes movimientos que antecedieron al actual. Léase la historia sin prejuicios académicos o de élite social y se verán las profundas posibilidades que tienen México y su pueblo de triunfar e ir adelante pacíficamente en la construcción de la nueva sociedad: una que permita el bienestar de la totalidad de los integrantes del estoico, noble y combativo pueblo de México.
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