En el marco de la
presentación del primer informe presidencial, impulsado desde la
narrativa hegemónica de la Cuarta Transformación, de manera lenta,
silenciosa e inexorable (como su nombre lo indica), invisibilizados y
ninguneados lo mismo por la prensa fifi (cuyos dueños son los
asesores financieros del presidente), que por los medios de izquierda
los mismos que ahora justifican lo que ayer criticaban (con honrosas e
incomodas excepciones que confirman la regla); en un contexto por demás
adverso, vigilados por la recién inaugurada Guardia Nacional (ahora en
funciones de border patrol) y desafiando las recetas y manuales
que hacen de la correlación de fuerzas una verdad inmutable y eterna, el
EZLN y las comunidades que forman parte de sus bases de apoyo, lo
volvieron hacer.
A diferencia de las recientes iniciativas
políticas ahora su ofensiva es ante todo territorial. En un comunicado,
acompañado de fotos y vídeos, firmado por el indígena tojolabal, ahora
subcomandante Moisés, el neozapatismo anuncia, en síntesis, la creación
de once nuevos Caracoles, que sumados a los existentes son diez y seis, más sus respectivos MAREZ
(Municipios Autónomos en Rebeldía Zapatistas), en total suman cuarenta y
tres Centros de Resistencia Autónoma y Rebeldía Zapatista. Aunque dicha
ofensiva política no es del todo inédita como bien ha recordado Raúl
Romero (https://www.jornada.com.mx/ 2019/08/17/opinion/015a2pol),
pues para el 19 diciembre de 1994 con el anuncio de su presencia civil
en treinta y ocho municipios del estado de Chiapas, habían roto el cerco
militar impuesto; ahora como entonces el gobierno (que también entraba
en funciones), repetía por todos los medios de los que disponía: que el
problema del EZLN se limitaba a cuatro municipios. Algunos de los
funcionarios de esos gobiernos han regresado con otros colores y
discursos, otros nunca se fueron.
Es preciso reconocer y valorar
la hazaña organizativa de mujeres, hombres, ancianos y niños de dichas
comunidades éticas, encarnadas en torno a un proyecto antipatriarcal y
anticapitalista. Un proyecto que sobre todo lucha por la vida y que
entre otras estrategias se vale de la autonomía territorial, como forma
de hacer política, capaz de trascender el tiempo y el espacio cuyuntural
que imponen los calendarios del poder y sus instituciones. Esa
autonomía escapa y escurre por muros y fronteras impuestos desde la
lógica del menos peor, de la resignación y el fatalismo. La autonomía
aporta de manera modesta a la construcción de un mundo más justo y
solidario, cumple la función de inspirar a movimientos sociales
antisistémicos en momentos de crisis como los que atestiguamos a nivel
planetario.
El contraste no pudo ser mayor entre el ritual
estatal del informe presidencial que asegura haber abolido el régimen
neoliberal en México (rodeado en el discurso y en la práctica de los
mismos empresarios cuyos negocios seguirán floreciendo de la mano de los
megaproyectos del gobierno en turno como el corredor interoceánico del
Istmo, el mal llamado tren maya o el Proyecto Integral Morelos); y el
comunicado del EZLN en el que anuncia los nuevos Caracoles desde
donde convocan a la realización de lo que próximamente podría llamarse
Foro en defensa del territorio y la Madre Tierra. También llaman a la
construcción de una Red Internacional de Resistencia y Rebeldía, lo que
me conduce finalmente a recordar la frase del escritor uruguayo amigo de
los zapatistas, quien afirmaba que “mucha gente pequeña, en lugares
pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Aplaudir o
construir esa es la cuestión.
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