10/05/2011

Violencia crónica



Por Clara Jusidman*

México, DF, 4 oct 11 (CIMAC).- Esta semana un grupo de expertos fuimos invitados a conversar sobre los efectos que la violencia crónica tiene en las relaciones sociales, la ciudadanía y la democracia en América Latina.

El planteamiento original es que la existencia de violencia crónica genera mayor violencia y desintegración social y parece convertirse en una condición normal de vida entre los grupos sociales más vulnerabilizados.

Tani Adams, autora de uno de los textos básicos de la reunión, después de revisar la literatura en la materia, sostiene que la violencia crónica es un problema no reconocido por los responsables de las políticas públicas y se constituye en una amenaza creciente para la paz y para la construcción del Estado en los países donde está ocurriendo.

Además de América Latina, otras regiones afectadas son el África subsahariana, el Medio Oriente y Asia.

De acuerdo con el Informe sobre el Desarrollo Mundial 2011 del Banco Mundial, el 25 por ciento de la población del mundo –tanto rica como pobre– vive con niveles altos y de larga duración de violencia y conflicto y ello tiene repercusiones transgeneracionales.

La situación afecta particularmente a las poblaciones jóvenes, a las mujeres y a ciertos grupos indígenas y étnicos, así como a grupos crónicamente marginalizados en los países ricos, como son los migrantes sin documentos y ciertas minorías.

Jenny Pearce, una experta inglesa nos ofrece una definición operativa de violencia crónica señalando que esta existe en los países o regiones donde la tasa de muertes violentas es al menos el doble del promedio de regiones o países con igual nivel de ingresos, cuando además estos niveles de muertes violentas se sostienen por más de cinco años y cuando se registran altos índices de actos violentos en los hogares, las escuelas, las comunidades, que no necesariamente resultan en muertes, pero que contribuyen a la reproducción de la violencia en el tiempo.

Se trata entonces de la presencia en el mundo del siglo XXI de comunidades y países completos en donde la violencia se ha convertido en un elemento principal de la vida cotidiana. Las personas y familias se ven obligadas entonces a desarrollar una serie de estrategias que les permitan seguir llevando la vida en situaciones permanentes de amenaza y de alto riesgo.

La llamada violencia crónica es provocada y reproducida por fuerzas profundamente arraigadas entre las que se señala desde los patrones de construcción de las desigualdades de género y las relaciones conflictivas al interior de los hogares, hasta el surgimiento de una amplia gama de actividades transnacionales ilegales que florecen fuera del alcance de los mecanismos nacionales e internacionales de gobierno, y que se conocen como la “parte obscura de la globalización”.

Es el tráfico de drogas, de personas, de armas, de especies y la acumulación de riqueza fuera del alcance de los gobiernos.

A ello se agrega la profundización de la desigualdad de ingresos y riqueza entre personas y países, con la afectación mayor de ciertos grupos poblacionales, el aumento del desempleo y del empleo en el sector informal y la depresión salarial en muchos países, así como el aumento en América Latina de personas con altos niveles de educación que experimentan desempleo de larga duración o se ven relegados a empleos informales.

Las migraciones obligadas por la falta de oportunidades de trabajo o por el incremento de la violencia en determinadas regiones, es otro de los procesos que son tanto causa como resultado de este fenómeno de violencia crónica cuyo estudio apenas se inicia.

El planteamiento debe ser motivo de gran preocupación pues de acuerdo a lo que se está observando en el mundo, la expectativa de que la violencia que estamos viviendo en México sea un fenómeno pasajero y que pronto recuperaremos la tranquilidad, no tiene sustento.

Ello además si nuestra clase gobernante se niega a reconocer y a enfrentar las causas sociales, económicas, culturales y políticas de las violencias en nuestro país y se concentra sólo en el combate policial y militar de la violencia delincuencial.

* Analista del Cambio Social y presidenta de INCIDE Social A.C.


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