10/08/2011

De la beatificación a la condena y otros excesos

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"La policía siempre vigila", de Helguera, publicado el día de ayer en el periódico La Jornada.

Una semana intensa para las redes sociales, el Internet y la tecnología en general. El miércoles 5 de octubre, en nuestro país el Presidente tenía que lanzar un tweet que indicaba que respetaba la diversidad sexual ya que la “broma” que había realizado un día antes había conseguido convertirse en Trending Topic por motivos bastante deshonrosos, mientras, el Secretario de Educación Pública declaraba que estaba a favor de la regularización de las redes sociales para que no volvieran a ocurrir hechos como los de Veracruz y aún no acabábamos de tomar aire cuando los breaking news de todos los medios anunciaban el fallecimiento de Steve Jobs, fundador de Apple y, al parecer, gurú de mucha más gente de la que nos imaginábamos.

Estos tres eventos tienen un lazo común mucho más fuerte que el hecho de poder ser etiquetados bajo la categoría “Tecnología, Internet y redes sociales”: la polarización. A pesar de las latitudes, estas tres circunstancias reflejan el peso que esa etiqueta está teniendo en el mundo y en nuestro país.

El día de ayer el periódico La Jornada publicó un cartón del dibujante Helguera bastante acertado: un policía practica tiro al blanco con el pájaro del icono de Twitter mientras detrás de él yacen cuatro cabezas sin cuerpo. Referencia clara, no sólo a lo que ocurre en Veracruz sino a un fenómeno que parece contagiar a distintas entidades y, al parecer, a distintos funcionarios.

Y es que como acertadamente comentó un lector en uno de los muchos artículos que publicamos por aquí respecto al tema: histerias colectivas como la de Veracruz no se darían si el Estado no estuviese tan afectado por el miedo, si no estuviese tan sumergido en una histeria latente y si no fuera parte de una colectividad que alcanza al país completo.

Sin embargo, las autoridades parecen no ver el problema general o a profundidad y se van a las particularidades. Y por eso tenemos declaraciones como la de Lujambio, quien declaró en una reunión con representantes del sistema educativo comentó: “[es] grave que un tweet diga que el Ejército está abriendo fuego contra menores de edad como de hecho sucedió en Veracruz y no tenga consecuencias”.

Vaya que es grave. Pero más grave aún es que un porcentaje de la población esté ya tan sensible que reaccione de forma desesperada. Vamos, que mucho más allá de las redes sociales, tampoco es justo para una población vivir en esa histeria. Tal, que nadie decidió comprobar antes si los hechos que se afirmaban en una fuente, cuya confiabilidad es bastante ambivalente, eran ciertos.

Lujambio fue muy cuidadoso con lo que declaró, diciendo que no era experto en la materia y que el tema merecía “una discusión legítima, importante, necesaria”. En ese aspecto tampoco se le puede discutir al secretario: estos temas merecen la debida discusión, el debido análisis, antes de que los Congresos y gobernadores se lancen a legislar de forma repentina.

Y es que posiblemente, antes que los tuiteros analicen lo que van a decir, deberían ser los funcionarios mismos los que analicen su discurso. Ahí está el Presidente mismo, quien decidió echarse un chascarrillo el pasado martes durante la Tercera Semana Nacional de Salud 2011: “Cuídalos, quiérelos, vacúnalos a tiempo”, en el Estado de México.

En el discurso de este evento, Felipe Calderón anunció que llevaba puesto su “moñito rosa” porque Octubre es el mes de la lucha contra el cáncer de mama, “no vayan a pensar otra cosa”, concluyó. Así como los tweets de los veracruzanos afectaron la sensibilidad de muchos, la frase del Presidente que podría parecer inocua para varios (y que trae una carga sutil de prejuicios bastante añejos), afectó la sensibilidad de muchos otros. Una sensibilidad de la que, posible y lamentablemente, el gobierno no esté tan consciente.

La respuesta en Twitter no se hizo esperar, y tweet tras tweet los mexicanos consiguieron poner al día siguiente en el primer lugar de los Trending Topics nacionales el #novayanapensarotracosa, con las ya probadas muestras de ingenio e ironía. La cantidad de tweets fue tal, que a las 5:20 del miércoles el presidente tuvo que poner en su cuenta: “#novayanapensarotracosa Reitero mi profundo respeto a la diversidad sexual y mi rechazo a toda discriminación. #todoscontraelcancerdemama”.

Bastó menos de una hora para que a #novayanapensarotracosa lo quitaran del primer puesto y fuese sustituido por: #SteveJobs. Tan sólo unos minutos después de la reiteración del presidente, las cuentas de Twitter de distintos medios anunciaron lo que en principio sonaba a rumor (y que, de hecho, alguna vez ya había sido falsa noticia) y que al cabo de un rato Apple confirmó a través de un comunicado: Steve Jobs había muerto.

Como con toda muerte, la primera reacción fue un shock. Una vez aceptado el hecho, comenzaron las lamentaciones por haber perdido a uno de los empresarios e inventores del siglo pasado y lo que va de éste. Y al cabo de unos horas, y luego de unos días, comenzaron los tributos que fueron de lo pequeño a lo enorme.

La muerte de Jobs, si bien sí sorprendió, tampoco fue tan inesperada. Desde hacía años era notorio el deterioro en su salud y, de hecho, en dos ocasiones tuvo que darse de baja de Apple por este motivo. Hasta que en agosto pasado, renunció como director de la compañía.

Si bien, era un hecho que la salida de Jobs marcaba el fin de una era en una de las compañías más poderosas del planeta, no deja de sorprender lo masiva que ha sido la respuesta en torno a la pérdida del gurú de Sillicon Valley: todo mundo tiene algo que decir de él.

Desde el presidente de Estados Unidos Barack Obama, pasando por el rapero Snoop Dogg, hasta mucha gente que usted conoce, o posiblemente, usted mismo. Vamos, hasta la Fonoteca Nacional decidió echarse el respectivo tweet en torno a la muerte de Jobs argumentando que el empresario había cambiado la forma en la que se concibe la música.

De nuevo, hay algo de cierto en todo esto. Pero, de nuevo, hay una sensación de exageración, de reacción desmedida.

Es un hecho que Jobs era un personaje único, y de hecho, no puedo dejar de pensar en las reacciones provocadas por las muertes de Jobs y del Papa Juan Pablo II como algo similar: ambos personajes carismáticos, terriblemente mediáticos, y los dos, responsables de la fe de miles de personas. Fe, por supuesto, depositada en distintas entidades y símbolos, pero fe al fin y al cabo.

Así como en su momento de Juan Pablo II llovieron las frases motivadoras a raíz de su muerte, de Jobs no hemos parado de escuchar o leer los aforismos motivacionales, los enunciados extraídos de los discursos o ver imágenes de los míticos keynotes de Apple como si se tratase de una misa en el Vaticano.

Y de hecho, de los seguidores de estas dos figuras la principal idea que se saca como conclusión es que ambos ayudaron a hacer de éste un mundo mejor.

La pregunta que cabría hacer en ambos momentos es ¿es cierto?

No hay duda alguna de que Jobs era un genio, no sólo tecnológico sino empresarial, que supo levantarse del suelo en varias ocasiones y que, en efecto, revolucionó mucho más allá del producto: Jobs cambió al consumidor. Y de hecho, Jobs revolucionó a esa otra religión llamada capitalismo.

No estoy seguro de si este es un mejor mundo o no gracias a Steve Jobs. Pero de lo que sí estoy seguro es que los consumidores no somos los mismos: no consumimos ni procesamos información de la misma manera en la que se hacía antes de que las invenciones de Jobs (que, cabría mencionar, no eran exclusivas suyas) entraran al panorama.

Con lo anterior, insisto, no hay que menospreciar el pensamiento de Jobs, que vaya que aplicaba bien su propio “Piensa diferente”, pero en verdad que estos días de duelo mundial tras la muerte de Jobs son un proceso que, de nuevo, me recuerda a Juan Pablo II: la única diferencia es que la beatificación de Jobs, al ser parte de la era de la información, es mucho más inmediata.

Al grado de que no ha faltado quien retuitee aquello de que tres manzanas cambiaron a la historia: la de Eva, la de Newton y la de Jobs. Eso esta por verse, y como con todo evento, sólo el tiempo o la distancia nos ayudarán a ver las cosas con más claridad.

Lo cierto es que esta semana pudimos presenciar el extremismo que hay en la tecnología y el internet, tanto a nivel nacional como internacional. Puede ser, incluso, que el lector considere que los tres temas que propongo no tienen absolutamente nada que ver entre ellos, pero también creo que los tres temas merecen un trato más medido, con la cabeza más fría y sin llegar a los extremos de la beatificación o la condena. Y eso sí, aplica para los tres.

Sirvan, pues, estos tres ejemplos como medidas de reflexión en torno a lo que está ocurriendo en el mundo, en nuestro país y en las pantallas de nuestros ordenadores o dispositivos móviles.

Pero eso es sólo la opinión de uno de los miembros de este blog, no vayan a pensar otra cosa.

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