8/03/2015

La “mina de oro” neoliberal comercializadora de la Educación Superior y la falsa solución tecnocibernética on-line



Breve Caracterización de la educación superior neoliberal (en México)
En un texto historiográfico el académico David Baltazar1 hace un recorrido revelador y documentado de la manera en que se fueron implementando los mecanismos de la reestructuración neoliberal de las políticas públicas gubernamentales del Estado Mexicano (de José López Portillo a Carlos Salinas) hacia la educación superior desde finales de los años setenta hasta finales del siglo XX; periodo en el cual se dio el viraje que respondió a la necesidad del capital mundial en crisis, por imponer directrices estandarizadas de racionalización y tecnificación. Así, los gobiernos tecnocráticos de México mediante planes, leyes, programas, organismos, etc., ad hoc ensayaron y finalmente adaptaron al dedillo esos ejes con los objetivos de controlar institucionalmente las maneras de operar de las escuelas, centros e institutos de educación superior, y de esta manera someterlos a presiones presupuestales y a procesos de evaluación, medición y acreditación definidos desde criterios eficientistas y pro privatizadores; que en esencia –en el caso mexicano–, para este autor han implicado “la reducción progresiva de la responsabilidad estatal de procurar y sostener el desarrollo” de dichas instituciones mediante los decrementos sustanciales de los presupuestos estatales.
Por su parte Pedro Rodríguez Ruiz2 se refiere a los lineamientos diseñados desde las instituciones y tratados capitalistas internacionales que repercuten en las políticas públicas en México y en la vida diaria de las universidades. Siguiendo al especialista Hugo Aboites, señala la conversión de los “servicios y productos educativos” (cursos, talleres, diplomados, posgrados, intercambios, evaluaciones, planes, programas, etc.) en comercializables, o sea en mercancías. Así enfatiza que la educación (especialmente la superior) es concebida cada vez más en el neoliberalismo como una “mina de oro con posibilidades de inversión por la gran cantidad de servicios en los que se desdobla y los mecanismos que protegen el capital invertido en el conocimiento”.
Patrick Cuninghame en su texto “La doble crisis de la Universidad: capitalismo cognitivo, precariedad laboral, producción del conocimiento y conflictos sociales”3; plantea el cambio del capitalismo industrial al capitalismo “cognitivo”, en donde se desarrolla un aumento del valor del trabajo inmaterial intelectual en relación con el trabajo manual material que para el caso de la educación se traduce en “precarización” creciente de las condiciones de trabajadores universitarios, restricción de ingresos, menos recursos, más exclusión y más conflictos. Es por eso que el autor postula una doble crisis de la Universidad pública: de función-estructura (institucional) y de financiamiento (económica) en conversión a universidad-empresa de producción, transmisión y consumo de conocimientos. Específicamente por ello en México la Universidad pública está empantanada hacia su gradual privatización (lo que implica intromisión de agencias privadas, control, inspección y certificación, entre otros).
Modernización tecnolectrónica de la educación neoliberalizada (y sus consecuencias)
La llegada de la tecnología electrónica en los procesos de enseñanza-aprendizaje ocurre en los tiempos actuales y se retroalimenta capitalistamente con los procesos mercantiles de los productos y servicios educativos arriba señalados. Para cuestionar realmente estos alcances tecnológicos en instituciones superiores, y reconocer la inserción del mercado del conocimiento, tendremos que anotar aquí los mecanismos “modernizadores” que han adoptado cada vez más las instituciones superiores para competir de manera efectiva con los abastecedores tecno-comerciales del saber en el siglo XXI, que dicen: “tendrán que hacer tecnológicamente cosas totalmente nuevas o enfrentarse a la extinción”. Según dictan las reglas del “capital cibercultural”4.
El modelo neoliberalizado de educación vigente, al menos en América Latina y en educación media superior y superior, ha sido dictado por las reglas de organismos internacionales, en la medida que el campo laboral “lo requiere”, por lo tanto un número importante de estas instituciones se suman a una lista cada vez mayor de adoptadoras del modelo y de las nuevas reglas, esto al tiempo de que miles de jóvenes buscan cursar sus estudios superiores en universidades que les garanticen un nivel académico significativo. Del “éxito” o “fracaso” en su sobrevivencia de estas instituciones (principalmente públicas) depende que muchos de esos jóvenes puedan sumarse a iniciativas de modelos educativos que tienden –ante la demanda en aumento y la saturación por falta de recursos– a convertirse en «asistencialistas», sumándose por lo tanto a una transición de educación presencial a→ educación no presencial o a distancia (on-line, abierta, virtual, etc.).
Habría que considerar que una “intrucción a la libre” que ofrece la educación a distancia amenaza la hegemonía de las universidades y la capacidad de éstas de ser las proveedoras exclusivas del saber. Ya que si bien estas formas tecnoelectrónicas de estudio a distancia pueden supuestamente ayudar a resolver la problemática de la saturación de espacios por falta de crecimiento (falta de recursos, infraestructura, presupuesto, inversión material) para que un mayor número de jóvenes o adultos ingresen a estas instituciones de educación media superior y superior: así se pone en juego/riesgo el propio sentido presencial de las universidades.
Existe otra realidad inminente de los modelos modernizadores derivados del neoliberalismo de instituciones de educación superior que también ha jugado un papel importante para el cambio del campo laboral a corto plazo, y que igualmente responde a las necesidades de los mercados de los conocimientos educativos, se trata de que está apareciendo cada vez más el fenómeno de la poca profesionalización de los educadores en dichas instituciones. Así ante el hecho de que la demanda de educación media superior y superior crece de la misma manera crece la mano de obra barata “tecnificada”; pues ahora se están requiriendo trabajadores jóvenes que utilizan básicamente conocimientos aplicados bajo el esquema de un bajo perfil laboral y con pocas posibilidades para continuar desarrollando conocimientos de profesionalización y de preparación especializada (posgrados, por ejemplo); todo esto repercute en el campo laboral, específicamente en mayor inestabilidad e inseguridad, falta de prestaciones y bajos salarios.
La neoliberalización y tecnificación de la enseñanza superior, ya ha presentado consecuencias, en tanto que se ha visto en la necesidad de: estandarizar sus curriculas, adecuar perfiles de ingreso-egreso, responder parcialmente a necesidades de ampliación de cobertura de matrículas, insertarse en la lógica de responder a las presiones externas e internas, de los mercados laborales, de las instituciones internacionales (FMI, BM, BID, OCDE, OMC, etc.) o nacionales (Secretaría de Educación Pública SEP, Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior ANUIES, Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior A. C. CENEVAL, Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación INEE, etc.) de los sectores socioeconómicos a los que se pertenece o quiere pertenecer.
Así pues, el mercado neoliberal del conocimiento, va señalando las pautas que las instituciones y universidades tienen que seguir en tanto nuevas productoras o elaboradoras de conocimientos ad hoc; muchas de ellas que tienen que hacer un esfuerzo por “no quedarse rezagadas” o “condenadas” a/o solo a aceptar o reproducir los lineamientos. Así, en el caso de los trabajadores de las academias, se incrementa el número de intelectuales-profesores-académicos que están trabajando para mejorar técnicas de actualización cibernética. Tal pareciera que el modelo de las universidades actualmente y desde el ámbito tecnológico respondieran al propio mercado de la Microsoft/Apple y otras empresas tecnoelectrónicas.
A partir de estos condicionamientos a los que se enfrentan las escuelas de educación media superior y superior, nos preguntamos: ¿Cuál modelo será el mejor: el maestro que domina la tecnología o el tecnólogo que vierte conocimientos dentro de su maquinaria para transmitirlos mediante el internet y otros cibermedios?; ¿será la enseñanza en un futuro cuestión de empaquetar y distribuir cursos, programas, tutorías, etc.?; ¿cuál será la relación que se plantea entre los académicos profesionales y los tecnólogos en funciones de enseñanza?
Cuestionamientos al trans-modelo neoliberal tecnocibernético
Esto nos lleva creer que bajo ese trans-modelo neoliberal/tecnocibernético tarde que temprano la gente profesional que produce los conocimientos –el investigador y el académico especializado– será menos importante en el futuro de lo que serán las personas técnicos, expertos o semiprofesionales que empaquetan y transmiten esos conocimientos a través del ciberespacio. Estamos, por lo tanto, ante premisas poco alentadoras; si bien el futuro de las universidades no sólo está en el trabajo que realicen sus académicos, investigadores, y profesores, sino que está en la totalidad de la comunidad. Nos referimos a los propios estudiantes, administradores y servidores que prestan sus servicios en las escuelas y universidades públicas y privadas, y que en lo inmediato o en lo próximo tendrán que hacer frente a este transmodelo de orden neoliberal internacional y nacional que continua con políticas de desestabilización y de control (desde los gobiernos) en todos sus niveles de la educación pública, especialmente las de niveles superiores.
Un resultado de esta dinámica podría ser que las escuelas de educación media superior y las universidades opten por dividir a su profesorado, por un lado, los que divulgan conocimientos empaquetados y, por otro, los creadores y transmisores de conocimiento no empaquetado, sino con tendencias de saberes que enseñen a pensar. Todo esto en tanto los estudiantes que son la base fundamental de las instituciones, puedan darse cuenta y asumir compromisos conscientes y plenos con su formación y con la sociedad, en el sentido en que –creemos– las deudas con su historia y su país continúan vigentes.
Igualmente, y no menos importante, es el trabajo administrativo en las universidades que ha llenado de trabas burocráticas y ha permeado de ineficiencia la vida escolar, la cultural y las dinámicas sociales. Pareciera que la tecnoelectrónica no ha resuelto lo administrativo sino lo ha complicado en las escuelas latinoamericanas.
Hay que tener siempre en consideración que los siguiente pasos van –según este “transmodelo”– que algunas universidades tradicionales o “rezagadas” harán todo lo posible por “modernizarse” adaptando características muy parecidas o complementarias a las antes descritas
Así, lo que finalmente hay que considerar como preocupante es que ¿¡tendremos que esperar a ver universidades sin aulas, laboratorios y bibliotecas reales!? ¿Sólo la virtualidad? Pues habrá los compradores y consumidores de esas mercancías/kits que formarían parte de un “estudiantado” disperso por el mundo al cual los profesores nunca llegarían a conocer en persona, y entre ellos ni siquiera se conocerían en el «ciberespacio»
En el futuro próximo estas “universidades” serían supermercados del saber, accesibles por un módem, un ordenador (y otros gadgets), sin campus reales y con poca necesidad de profesores y catedráticos. Creemos importante que ha llegado el momento de confrontar estos monstruos al mismo tiempo reales, virtuales e imaginarios, y que en los procesos de la globalización y la comercialización de la enseñanza media superior y superior, todo es posible bajo ese transmodelo neoliberal, tecnológico y globalizador.
La competencias académico-laborales traerán consigo la necesidad/posibilidad de que algunos de nosotros como profesores nos convirtamos a final de cuentas no en educadores en el sentido amplio y profundo de ese concepto sino en «proveedores de paquetes» a niveles que rebasen lo local y presencial. ¿Seremos académicos ciberespaciales?, ¿tecnotransmisores?, ¿diseñadores de software académico?
La avalancha de la Modalidad On-line (caso México)
Aunque toda esta avalancha de las aulas on-line no es –por el momento– lo que predomina en universidades (principalmente públicas) bien establecidas y con historia y cierta cultura académica en México y en América Latina, conforme las presiones de todo tipo crezcan (económicas, políticas, laborales, tecnológicas) se hará más difícil no “adaptarse” al nuevo ambiente electrónico comercializador.
Lo que seguramente es cada vez más sabido es que para ciertas instituciones de E.S.–por ejemplo para el Instituto Tecnológico de Monterrey, en México–, esta “adaptación” o “conversión” ha sido un gran éxito económico y laboral. El “mérito” del Tecnológico de Monterrey, se debe a que es una universidad privada económicamente exitosa. Pretexto tecnoprestigioso para dar cabida on-line (a distancia) a un mayor número de estudiantes con poder adquisitivo notable. Así, muchas otras universidades de este tipo han seguido este camino de relativo éxito matriculador (y ¡económico!) y otras más ya se encarrilan decididamente hacia allá.
Existen otros procesos mercantilizadores complementarios actuales y promisorios que funcionan y funcionarán dentro de las dinámicas de las instituciones de educación media superior y superior (fundamentalmente a nivel de las privadas pero también ya de la públicas), y son que éstas se están transformando y se transformarán en consumidoras (o copiadoras) que sólo comprarán (o imitarán) lo que otras más “adelantadas” ingenierilmente producen, específicamente: planes de estudio, paquetes pedagógicos, software didáctico, material hardware de uso digital, etc., etc.
En México ya existen en todas las Universidades públicas y privadas importantes áreas o “campus” virtuales que ofrecen cursos, diplomados, especializaciones, grados y posgrados de modalidades semipresenciales, interactivas, en línea, abiertas, o a distancia; por ejemplo a nivel de escuelas de educación superior: Universidad Abierta y a Distancia de México (UNAD) (SEP), Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia SUAyED (UNAM), Polivirtual (IPN), Universidad de Guadalajara (UDG Virtual), Universidad Interactiva y a Distancia del Estado de Guanajuato (UNIDEG), Universidad Virtual del Estado de Michoacán (UNIVIM), entre otras5. La mayoría de estas ofertas educativas y de conocimientos se inclinan por disciplinas que tienen rating y marketing en los mercados laborales de mano de obra semicalificada o calificada. Destacan las ofertas de técnicos superiores universitarios, de ingenierías y de licenciaturas. De éstas predominan carreras como administración (de empresas, de negocios), diseño, contaduría, informática (y tecnologías de información y digitales), turismo, desarrollo (industrial, agroindustrial, sostenible, de proyectos), mercadotecnia y derecho; pero también licenciaturas en áreas como psicología, pedagogía, sociología y filosofía; llama la atención un doctorado en tecnologías educativas y de aprendizaje.
Ante la carencia de recursos estatales y gubernamentales para hacer crecer la educación superior presencial-integral y ante la falta de marcos regulatorios del «boom» que ya está aquí y que se avecina de este tipo de comercialización del conocimiento on-line. La Secretaría de educación Pública en México (SEP) creará el Sistema de Educación Abierta y a Distancia para, por un lado, tratar de alcanzar coberturas territoriales mayores en la propuesta de estudios universitarios (pues detectó que sólo 681 municipios de un total de 2 mil 445 cuentan con una oferta de educación superior presencial real), principalmente mediante concesiones tipo “reconocimiento” o “certificación”. Y, por otro lado, para tratar de establecer un mecanismo de control de esta modalidad. Pues, por ejemplo, la propia SEP a través de la Universidad Abierta y a Distancia de México (UNAD) detectó comportamientos “poco éticos” o “inmorales” (pero no ilegales) de instituciones y empresas particulares (de las que ni siquiera se saben sus nombres reales) que cobran sus cuotas dinerarias y que usan “materiales, diseños pedagógicos, planes de estudio, perfiles de ingreso y egreso”, o sea prácticamente “todos los contenidos y diseños” de las universidades públicas (y no públicas) que cuentan con “campus virtuales” (como la propia UNAD, la UNAM y la Universidad de Guadalajara), para montar su propio negocio de “Universidad”. Se trata pues, de piratería comercializadora para hacer de los conocimientos académicos on-line, todo un “nicho” mercantil6 .

Las opciones: a manera de conclusión general
De todo lo mencionado anteriormente, podríamos hacer consideraciones muy generales, que nos darán cuentan de la trascendencia y el futuro a corto plazo que tendrán las escuelas y universidades en nuestra América Latina. Qué tanto éstas –pensando sobre todo en las públicas con historia y compromiso– están dispuestas a sacrificar, modificar, o descartar para continuar con tan loable labor y no perder rumbo ante las imposiciones y tendencias globales, neoliberales y tecnoelectrónicas.
Y no perder rumbo implica mantener y acrecentar la cobertura presencial de las curriculas y las matrículas, implica sostener una educación laica, pública, gratuita, crítica, de calidad y comprometida social y culturalmente; en las que ante las tecnologías ciber en los procesos de enseñanza-aprendizaje no disminuya la relación directa entre profesorado-alumnado (profesor-estudiante) y se sustituya por cualquier tecno-intermediación y esto se relaciona, por ejemplo, directamente con las técnicas didácticas de horas-clase, de tutorías, asesorías, etc.; en donde las tecnologías digitales, informáticas y on-line, sólo tendrían que ser coadyuvantes y complementarias, y no sustitutas, y menos concebidas como business to business.
Como podemos apreciar las modalidades del conocimiento y la educación virtuales que se pretenden “universales” y/o“universalizadoras” tienen poco que ver con lo que podríamos entender con una verdadera universalización de la educación. Y si mucho con tecnocracias, tecnicismos y tecnologías parcializadoras, unilateralizadoras y desarticuladoras de la investigación, la docencia, la enseñanza-aprendizaje, la conivencia cara a cara y la difusión de conocimientos educativos-formativos, alternativos y críticos.
Observamos que como países de América Latina que cuentan con Universidades y escuelas de educación media superior compartimos las presiones y dominios del mundo imperialista global que se impone como mercado en el panorama estandarizador, tecnologizador y desarticulador de los conocimientos educativos, es cierto. Pero, que por otro lado, también es más que cierto que compartimos historias de resistencia, de conocimientos y experiencias creativas comunes, del presente y de luchas por un futuro mejor para nuestros países. El escenario de lo educativo aunque desalentador, también es esperanzador en un mundo en donde cada vez se ve más la necesidad de replantear formas alternativas de producción/consumo social-económico-político y cultural, que estén a la medida de sus ciudadanos y de las formas diversas de apropiación de su propias necesidades culturales; en ese sentido las instituciones superiores de educación pública de nuestros países con sus actores y protagonistas presenciales y en interacción de propuestas, pueden generar esa conciencia (a partir de sus propias memorias históricas) para sus propios procesos democráticos de conocimientos: educativos, pedagógicos, profesionales y éticos.
Notas:
1 “La ¿reorientación? de la educación superior mexicana en el neoliberalismo. Una revisión histórica (1978-2000)” en Miguel Angel Adame (Coord.), La Educación superior en México en el contexto neoliberal, Edit. Navarra 2015.
2 “La mercantilización de la educación superior en México”, Idem.
4 Vgr. Miguel Ángel Adame: “Internet, redes urbanas y capitalismo tecnoglobal”, en Mundo Siglo XXI, revista del CIECAS-IPN ISSN 1870-2872, Núm. 28, Vol. VIII, 2012, pp. 41-54.
6 Véase Laura Poy Solano: “Creará la SEP el Instituto Nacional de Educación Superior Abierta y a Distancia”, en La Jornada, 29 de julio de 2015, p. 32.

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