Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Kimie Mihara, sobreviviente del bombardeo atómico de 1945, observa el domo conmemorativo en Hiroshima, el pasado 3 de julioFoto Ap
En
el aniversario 70 del bombardeo nuclear de Hiroshima (6/8/45), y tres
días más tarde de Nagasaki, por Estados Unidos –cuando Japón ya había
sido derrotado–, The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, consagra su editorial y una serie de tres estrujantes artículos al tema.
La razón por la cual Estados Unidos bombardeó Japón en
Hiroshima/Nagasaki fue para impedir la revancha e invasión de la
entonces URSS al archipiélago nipón, según archivos desclasificados por
Gar Alperovitz en su libro La decisión de usar la bomba atómica (http://goo.gl/zN7Ina).
Mas allá de las devastaciones nucleares provocadas por Estados Unidos sobre los humanos, cinco
accidenteshan sido clasificados como
severosen los pasados 60 años: Kyshtym (Rusia), Windscale (Gran Bretaña: GB), Three Mile Island (Estados Unidos), Chernobyl (Ucrania) y Fukushima (Japón).
En forma inédita, los investigadores, todos japoneses, encontraron que los efectos de
daño mentaleran más profundos, en comparación con el número de enfermedades físicas y muertes.
Koichi Tanigawa, de la Universidad Médica de Fukushima, determinó
que la tara sicológica de las personas que viven en las regiones
afectadas es eludida en forma frecuente. Normal: en ambientes hoy
desenfrenados en la orgía financierista, el daño sicológico –¡ni el
propio!– no tiene cabida en sus alucinantes ecuaciones
ultrarreduccionistas.
Hoy, por desgracia, los médicos, a quienes se les olvidó el
juramento de Hipócrates y totalmente subyugados por esquemas de
vulgares
seguros médicos, desdeñan la misma salud mental pública.
En el Foro Chernobyl de la ONU, en 2006, se reportó que el tema de
salud pública más grave fue el daño a la salud mental, cuyo efecto
empeoró debido a la pobre comunicación (sic) sobre los riesgos de salud
de los niveles reportados de radiación.
En japonés existe la palabra fuhyohiga, que significa el
daño socioeconómico causado por la desinformación y el vilipendio sin
sustento por los multimedia que amplifican los riesgos, lo cual no es
específico de los accidentes nucleares.
En Chernobyl –que no pocos consideran constituyó la etiología del derrumbe del imperio soviético y los tragicómicos glasnost (transparencia) y perestroika (restructuración económica) del cándido Gorbachov–, 20 años después, las tasas de depresión y el
síndrome de estrés postraumáticose encuentran muy elevados.
Lo mismo sucedió en post Fukushima –a cuyo cataclismo no faltan
misántropos apologistas, con máscara seudocientífica, por estar muy
bien lubricados por el lobby nuclear–: la proporción de
adultos con estrés sicológico es casi cinco veces mayor entre los
evacuados: 14.6 por ciento en comparación con el 3 por ciento de la
población general (http://goo.gl/jxvGtD).
Según Koichi Tanigawa,
aunque la dosis de radiación de Fukushima en el público (sic) fue relativamente baja (¡supersic!), con pocos efectos físicos de salud discernibles, los problemas sicológicos y sociales provenientes de las diferencias en los riesgos de percepción han tenido un impacto devastador en la vida de las personas.
¡Cómo no: si los damnificados ignoran la letalidad de la dosis de radiactividad imbuida en sus cuerpos!
Es aterrador el número de personas que habitan cerca de las 437
plantas nucleares sembradas en el planeta –en Alemania y GB, a menos de
75 kilómetros–, quienes deben ser educadas sobre su inseguridad, estar
en observación clínica permanente y ser generosamente indemnizadas.
El síndrome de estrés postraumático es una característica común a
los desastres de la naturaleza y a los provocados en las guerras, donde
la evacuación de los hogares o el simple miedo contribuyen a su
magnificación.Su gran diferencia con los otros desastres
naturales/humanos es que los afectados por los accidentes nucleares,
cuando no bombardeos como en Hiroshima/Nagasaki, llevan las huellas de
la radiación consigo, tanto en la mente como en el cuerpo.
Akira Ohtsuru, de la Universidad Médica de Fukushima, afirma que
en la mayor parte de los accidentes nucleares pocas (¡supersic!) personas están expuestas a una dosis amenazante de radiación, aserto que provocará mucha discusión, ya que las generaciones de Hiroshima/Nagasaki, no se diga de Chernobyl, varían con el cronograma reciente de Fukushima (http://goo.gl/HRbqeW).
Los efectos de las evacuaciones repetidas y los desplazamientos a
largo plazo resultaron en severos problemas de cuidados de salud en los
más vulnerables, de los cuales las muertes se triplicaron entre los
adultos mayores en los primeros tres meses de su éxodo.
Se trata de una ruptura cosmogónica que deja en la soledad clínica a
los adultos mayores en una sociedad como la japonesa, donde predomina
la tercera edad (27 por ciento, mayor a los 65 años), y que tiene pocos
resguardos (médicos y de seguros) para sus poblaciones valetudinarias,
pese a su enorme riqueza (la quinta geoeconomía global) y su
concomitante deuda gubernamental de 230 por ciento de su PIB: la mayor
del mundo. ¡Para lo que sirve tanta deshumanización financierista!
¿Es viable el deshumanizado modelo nipón atómico financierista, que
insiste en su neobelicismo revisionista azuzado por Estados Unidos?
Otros investigadores abordan los
desafíos a la salud enfrentados por poblaciones expuestas a la radiación de los desastres provocados por humanos(¡supersic!) y señalan el impacto a largo plazo de la exposición a las radiaciones tanto en el binomio Hiroshima/Nagasaki (1945) como en Chernobyl (1986).
Se desprende que a largo plazo, 65 años más tarde, desde 1950 (cinco
años después de los bombardeos de Estados Unidos) hasta 2015, se
detecta en Hiroshima, entre los 94 mil sobrevivientes, un incremento
del cáncer de tiroides, mientras que en un menor plazo, en Chernobyl,
desde 1986 hasta los hallazgos de 2006 (20 años), el mayor daño era
infligido a la salud mental (http://goo.gl/UU2JTb).
Después de Chernobyl aumentó el riesgo de cáncer de tiroides en los niños, en especial en las
exposiciones internasderivadas del consumo de alimento radiactivo. Se ignora hasta la fecha
los efectos de las dosis menores, pero los investigadores sugieren la ingesta de yodo estable para la protección radiactiva.
Hiroshima –ciudad adonde fui a impartir una conferencia en nombre de
la Federación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra
Nuclear (IPPNW, por sus siglas en inglés), premio Nobel de la Paz 1985,
y de la que soy miembro cofundador en representación de México (http://goo.gl/eZEUI3)– conserva las huellas de la devastación en su Cúpula Genbaku (http://goo.gl/OS3d5c) y en su desgarrador museo alusivo a los hibakushas (supervivientes).
El editorial de The Lancet apela a la
reflexióncuando el
peligro de un ataque nuclear sigue vigentey el mundo se encuentra bajo la espada de Damocles de más de
15 mil ojivas nucleares, y agradece a los profesionales de la salud, como el grupo samaritano de IPPNW (http://goo.gl/XBrHvM), que
ayudó a retroceder el reloj del juicio final en el pasado, el cual ha sido adelantado a sólo tres minutos de medianoche (http://goo.gl/qtQXyt).
No ha existido nada más bárbaro en la historia de la humanidad que
el uso de las armas nucleares sobre poblaciones civiles indefensas.
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