Carolina Vásquez Araya
Adital
EL
QUINTO PATIO
La
libertad, ese valor tan manoseado, tan aspiracional, tan alejado de
su verdadero significado, se ha convertido en un emblema cuya
principal función es adornar ideologías, discursos y proyectos
políticos. Sin embargo, aun siendo extremadamente elusivo, permanece
en nuestra mente intentando tomar forma racional a pesar de su
carácter abstracto. En este siglo, la libertad es solo una idea
lejana.
En nuestras sociedades, la libertad amenaza a las estructuras de poder. Por ello, en función de limitarla se construye todo un entarimado complejo de leyes y prohibiciones, se veda el acceso al pensamiento a través del control de la educación y las comunicaciones, se constriñe el libre albedrío por medio de las doctrinas políticas y espirituales, haciendo de la masa un instrumento al servicio de los poderosos. Y entonces se le llama libertad a un orden diseñado para perpetuar ese poder.
Pero
esto que se observa a nivel general, en más de la mitad de la
población —el gran segmento femenino— tiene características
mucho más severas. Se calcula que más de las dos terceras partes de
las víctimas de trata —lo cual es un estado de esclavitud, por
tanto pérdida total de libertad— a nivel mundial, son mujeres. En
esta mitad de la población el concepto de libertad, con su aura de
realización, independencia y autosuficiencia, resulta ser una
quimera, si no una burla cruel.
Atrapadas
por un sistema de "categorías” en el cual se las relega a un
segundo y muchas veces tercer plano, carentes de derechos y
condenadas a una vida de servidumbre, millones de niñas y mujeres se
encuentran abandonadas a su suerte en uno de los negocios más
infames de todos los tiempos. Transformada en una línea productora
de miles de millones de dólares cada año, la trata recluta a niñas,
niños, mujeres y hombres para trabajos forzados y esclavitud sexual
para proveer a redes en más de 127 países alrededor del mundo,
incluidos aquellos de primer mundo con legislaciones estrictas contra
el crimen.
En
algunas naciones de tercer mundo, cuyos sistemas de administración
estatal han caído en el círculo de la corrupción, infiltradas por
del crimen organizado la mayoría de sus estructuras oficiales, el
negocio de la trata prácticamente tiene el territorio a su
disposición. Armados de influencias que les facilitan el tránsito a
través de las fronteras y dueños del poder económico por ser este
uno de los negocios más lucrativos —quizá más que el de la
droga— las redes prosperan gracias a la debilidad de estas
naciones.
La
perversidad de quienes lucran con la trata no tiene límites. Tampoco
lo tiene la indiferencia de quienes deberían luchar en su contra,
por lo cual pasarán probablemente muchas décadas antes de que este
terrible negocio haga estallar la conciencia de los Estados y de las
organizaciones mundiales, cuyo trabajo es defender los derechos
humanos.
Contra
este crimen es imperativa la participación de la prensa y también
la ciudadanía, por medio de la denuncia de casos ante las
autoridades no dejando pasar los hechos de violencia contra niños,
niñas y mujeres, no permitiendo la explotación y no cerrando los
ojos para no verla. En esto somos todos responsables y no seremos
libres mientras no acabemos con ella.
Fuente:Prensa Libre
Carolina Vásquez Araya
Periodista, editora y columnista. Chilena en Guatemala.
Blog personal:carolinavasquezaraya.blogspot.com
Twitter:@carvasar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario