Gabriela Rodríguez
La
saña y el odio con que asesinaron a cinco jóvenes en la colonia
Narvarte no me han dejado dormir bien estos días. No es el primer
periodista asesinado de Veracruz, pero la crueldad contra él y las
cuatro amigas que lo acompañaban desnuda la espiral de violencia que
nos está asfixiando, el grado en que se encuentra la impunidad contra
agresores de periodistas, de activistas y mujeres, la represión a la
libertad de expresión y el crecimiento del feminicidio. La procuraduría
y el Gobierno del Distrito Federal tendrán que mostrar estatura, actuar
con eficiencia y transparencia. ¡Parar la impunidad! ¡Emitir la alerta
de género!
Todavía no nos reponemos de la censura al equipo de Carmen
Aristegui, quien seguramente estaría dando amplísima cobertura al
suceso. Lamento la decisión negativa de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación; el rechazo al recurso de amparo de la gran periodista fue
otro fallo contra la libertad de expresión, como bien señaló Elena
Poniatowska.
Y menos mal que todavía contamos con buenos medios impresos, porque
los canales oficialistas de radio y televisión apenas dedican unos
minutos para dar la nota del multihomicidio, y más bien de manera
amarillista, sin profundizar en los engranajes que están por detrás del
terrible crimen contra el fotoperiodista Rubén Espinosa, la antropóloga
y activista del #YoSoy132 llamada Nadia Vera, Mile Virginia, Alejandra
y Yesenia Quiroz.
Con excepción de Alejandra, empleada doméstica probablemente con
nivel de estudios máximo de secundaria, los demás eran jóvenes
universitarios/as, un sector que también la está pasando muy mal, y eso
que es la élite de la juventud. Ellos estaban dentro de la quinta parte
de jóvenes que logra llegar a la educación superior, porque el otro 80
por ciento ni la prepa termina y está trabajando con sueldos
miserables, en la economía informal o cuidando hijos. Acá se deja la
escuela por la necesidad de trabajar o la falta de dinero y entre
mujeres el matrimonio y el embarazo explican 31 por ciento de la
deserción del nivel medio superior (Rosa María Camarena,
Jóvenes y educación: la obligatoriedad de la educación media superior ¿sueño o realidad?, Coyuntura Demográfica, Número 3, Somede/Colmex, México, febrero 2013, pp. 43-52). El embarazo de adolescentes es expresión de exclusión social, en los últimos años creció 10 puntos (ENADID, 2014); ahí se tendría que incidir si se quiere empoderar a la juventud y tomar en serio la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo de Adolescentes.
Rubén, Nadia, Mile Virginia y Yesenia eran parte del sector
relativamente privilegiado de universitarios. Habían podido retrasar la
paternidad y la maternidad. Se trata de ese grupo que se podía dar el
lujo de trabajar en lo que les interesaba, de pasar ratos en el
desempleo y buscar medios para realizar sus sueños. Jóvenes
comprometidos que contaban con un capital cultural que les permitía
contextuar las formas de reproducción social e identificar las redes de
poder. Estaban creando proyectos profesionales, artísticos y políticos,
contribuían al fortalecimiento de las redes de ciudadanía y trabajaban
contra las formas de represión legal e ilegal. Representan el sector
que está creando alternativas para cambiar el mundo. Es parte de la
masa crítica que estorba a los políticos sinvergüenzas.
Prefieren
matar a los soñadores. Gravísimo que, en el funeral de Rubén, Pedro
Canché envíe mensaje a Peña Nieto aseverando que no funciona el
Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y
Periodistas.
Para mejorar el humor, les cuento que hace unos días, caminando por
la plaza de Santa Catarina en Coyoacán, se me cruzaron en el camino un
grupo de jóvenes con un letrero que decía
Gratis. Ofrecían objetos y prendas de vestir. “Es bueno que los objetos sigan circulando, para que quien no tiene los medios pueda obtenerlos –me dijo Diana Muller–. Esa creencia de que en la vida nada es gratis no es cierta. Cada primer sábado de mes vamos a colocar aquí la Gratiferia. La gente puede traer objetos que quiera regalar, puede venir y tomar objetos. Se rompe con la mente artificial materialista, de siempre dar algo a cambio. Es una liberación espiritual y emocional. Hay historias detrás de todos los objetos. La gente se va contenta de llevarse algo que no le costó, y es una gran satisfaccion para el que regala y el que recibe. Empezamos dos y ahora somos cinco, la idea es que más gente se vaya sumando”. Diana es antropóloga social de la UAM, pero vive de tocar la jarana y del canto. Víctor y Fermín hablan poco. Pablo Tapia estudió matemáticas en la UNAM, donde daba talleres de GO (sendero luminoso), pero perdió el trabajo injustamente. El GO es un juego chino de estrategia
sobre un tablero que representa el universo. Existen 361 posibilidades en la primera jugada. El objetivo es repartir territorio: gana quien rodea más territorio; no se trata de aniquilar al adversario, sino de compartir equilibrio con el rival, es un juego de cooperación. Lorena Moctezuma es egresada de letras hispánicas de la UNAM, vive de ser vocalista del grupo Son del Rincón.
Componen canciones con cadencia y conciencia. Se presentarán el próximo 15 de agosto en la Central de Abastos. La idea de la Gratiferia nació en Argentina; en 2012 unas chavas intentaron instalarla en México, pero las corrieron unos policías a pesar de que no estaban vendiendo nada. Les dijeron que afeaban el lugar, y que debían contar con permisos. La burocracia no procedió cuando lo intentaron. Finalmente, las volvieron a quitar por no pagar
la cuota.
Twitter: @Gabrielarodr108
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