La CNTE es el último
obstáculo en la visión del neoliberalismo mexicano. Todas las reformas
estructurales que se han impuesto en México a favor del capital quedaban
incompletas sin el exterminio del último reducto organizado de
trabajadores disidentes y combativos. En su visión de futuro, la CNTE
representa el peligro permanente de una resurrección del México bronco.
Para los socialistas, la importancia política del ascenso magisterial y
popular de los últimos meses es clara: un triunfo de la CNTE llena de
ánimos al resto de las luchas y pone en peligro las utopías neoliberales
alimentadas en tres décadas.
Como bien resume David Harvey en su Breve Historia del Neoliberalismo,
el neoliberalismo es un proyecto político según la cual el mejor marco
institucional para un país es el que garantiza “fuertes derechos de
propiedad privada, libre mercado y libre comercio”. Este proyecto hizo
su entrada en México en 1982, cuando el Fondo Monetario Internacional y
el Banco Mundial otorgaron –por primera vez en su historia– un rescate
financiero a cambio de “reformas estructurales”. Aunque hubo esta
influencia externa fue crucial, el dogma neoliberal tenía décadas cultivándose en México gracias al patrocinio de la burguesía local que quería emanciparse del régimen del PRI.
Con el viraje neoliberal, el régimen mexicano rompió el pacto social
heredado por la revolución de 1910 y, en este sentido, sustituyó la
colaboración (corporativa) de clases por la simple supremacía del
capital sobre el trabajo. El “ogro filantrópico”, como definía Octavio
Paz al régimen del PRI, fue abandonando su filantropía para irse
convirtiendo en un simple ogro. Los saldos de este viraje fueron
desgarradores para las clases trabajadoras.
Por ejemplo, el
artículo 123 de la constitución aún estipula que el salario mínimo debe
ser suficiente “para satisfacer las necesidades normales de un jefe de
familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la
educación obligatoria de los hijos”. Sin embargo, el neoliberalismo ha
convertido en letra muerta este precepto impuesto por la insurrección de
1910.
Entre 1981 y 2014, según la CEPAL,
el salario mínimo real en México se ha devaluado un 70% –la mayor caída
en este indicador en América Latina. Para ilustrar, si en 1984 un
trabajador que ganaba el salario mínimo podía adquirir una “canasta
obrera indispensable” –una unidad de medida elaborada por economistas de
la UNAM con base en la definición constitucional del salario mínimo–, para 2015 se necesitaban más de 6 salarios mínimos para comprar la misma canasta. Peor aún, del total de trabajadores remunerados y asalariados que han especificado sus ingresos en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) levantada por el INEGI, la cantidad que percibe más de 5 salarios mínimos pasó del 13.9% al 7.4% entre 2006 y 2016.
A pesar de esta clara erosión, el gordito Carstens, gobernador del
Banco de México, se ha opuesto al aumento del salario mínimo por considerar que primero debería aumentar la productividad. Sin embargo, aunque entre 2008 y 2015 la productividad de la mano de obra en la industria manufacturera aumentó en un 10%, el salario mínimo real sólo aumentó 7.5% en el mismo periodo –según la Comisión Nacional de Salarios Mínimos.
Peor aún, dentro de la misma industria manufacturera el porcentaje de
trabajadores que ganó más de 5 salarios mínimos (del total que
especificó su ingreso en la ENOE) cayó del 10% al 6% en 2008-2015,
dándose esta contracción también en términos absolutos: en ese periodo
la cantidad de asalariados que ganó más de 5 salarios mínimos pasó de
alrededor de 540 mil a alrededor de 400 mil.
El debilitamiento
de la clase obrera también se reflejó –y tal vez ahí se originó– en la
tasa de sindicalización, la cual para el primer trimestre de 2016
representaba la mitad de su nivel de 1984 –en ese periodo, el porcentaje
de la población económicamente activa afiliada a un sindicato pasó de
16.7% al 8.3% (ver este artículo para el primer dato y la ENOE para el segundo). En este contexto, no sorprende que la Ley Federal del Trabajo fuera reformada a favor del capital, al facilitar el despido y legalizar la subcontratación (outsourcing), tal y como ocurrió en septiembre de 2012. Gris panorama.
La reforma educativa, al ser una extensión y adaptación de la reforma
laboral al ámbito magisterial, buscaba reproducir en las aulas del país
el ambiente de vulnerabilidad permanente que los trabajadores
experimentan desde el inicio de la neoliberalizaión en las fábricas y
otros centros de trabajo del país. Así, la batalla de la CNTE podría
convertirse en la primera victoria importante de la clase trabajadora en
mucho tiempo. Este podría ser el inicio de la revancha.
Columna publicada el 15-jul-2016 en 30-30.com.mx
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