La investigadora publica el ensayo El cielo completo, sobre el significado de ser escritora
Existen mujeres que usan el género para justificarse: Sara Sefchovich
Critica a las colegas
plañideras, que piensan que su condición les permite vomitar sus penas sin problema
Aborda el reconocimiento a la literatura femenina,
idea muy de dientes para afuera
Incluye un catálogo razonado de mexicanas y latinoamericanas y una breve antología
Como académica de la UNAM y feminista, la autora ha dedicado gran parte
de su investigación a las mujeres en todas sus vertientes
Periódico La Jornada
A diferencia de lo que ocurría hace 40 años, las
mujeres hoy tienen muchas más posibilidades de desarrollarse, no sólo en
la vida cultural, sino en la política. No obstante, muchas se cobijan
en esa situación
para hacer cosas bastante malas y culpar al hecho de ser mujer para justificarse.
Así lo considera la socióloga e historiadora Sara Sefchovich (Ciudad de México, 1949), quien, en el terreno literario, llama
plañiderasa esas colegas que luego de tantas décadas
siguen escribiendo como si el mundo no se hubiera modificado, como si ser mujer les permitiera vomitar todas sus penas sin el menor problema, sin corregir o intentar escribir bien, incluso sin tener ortografía. También las mujeres en el poder se cobijan en eso con el tema de las cuotas y hay quienes ocupan cargos sin necesariamente ser las más hábiles.
Como investigadora y académica de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM), pero sobre todo como feminista, nadie mejor que la
autora de País de mentiras (2008) para hablar del que ha sido el tema de su vida: las mujeres en todas sus vertientes.
Sefchovich ha observado de cerca durante cuatro décadas a escritoras,
pero también a las mujeres en el poder o a las que están cerca de los
hombres en el poder.
En su libro reciente, el ensayo El cielo completo: mujeres escribiendo, leyendo (publicado
por Océano), presenta un panorama de lo que significa ser mujer y
escribir desde esa perspectiva única, trabajo en el que, por ejemplo, se
puede apreciar qué preocupaba a Rosario Castellanos y qué interesa hoy a
Laura Restrepo,
extremos opuestos, dice la autora.
Sin correcciones políticas
El volumen incluye un catálogo razonado de escritoras
mexicanas y latinoamericanas y una breve antología, “porque son las
menos conocidas; hay algunas de Argentina o Brasil que son las famosas,
pero no tenemos recuperada completamente la historia de nuestras
escritoras. Incluí además a las cronistas porque estoy convencida de que
desde hace rato es el mejor género en el sentido literario, no sólo en
cuanto a temas, sino a formas de escritura, explica en entrevista con La Jornada.
También dedicó un apartado a las que llama “escritoras sentidas, mis
favoritas absolutas; ahí están Alfonsina Storni, Marguerite Duras, Elena
Poniatowska, Virginia Woolf, Ruth Prawer Jhabvala, Anne Sexton, Sor
Juana, Gabriela Mistral y Marguerite Yourcenar. A cada una dedico un
capítulo de mi lectura y de los cambios que he tenido con respeto a
ellas, porque se trata de textos que he escrito durante 40 años, los
cuales hoy retomo y reviso.
Al hacer esta parte me di cuenta de que quité pasiones de mi vida: escritoras que idolatré ahora no están, y también explico por qué, con nombres y apellidos. En 40 años, evidentemente cambié, y escritoras a las que quise mucho hoy no me dicen nada. No será cultural ni políticamente correcto decir que Toni Morrison, quien ganó un Nobel, no me atrapa, pero así es.
En la cuarta parte del libro, la autora compara a algunas
poetas y narradoras de varias nacionalidades y presenta “el inicio de un
proyecto nuevo que tiene que ver con lo que significa el sufrimiento en
la vida de las mujeres escritoras en términos colectivos: ¿qué pasa
cuando se exilian, cuando hay un guerra, cuando se tienen que refugiar? A
la escritura que se da en esas situaciones la llamo literatura desde
los confines.
“También hablo de las escritoras ‘predicadoras’, que no me gustan,
pues de repente se vuelcan no sólo a dar consejos, sino a cronicar a los
escritores que son una fauna de un narcisismo bestial; eso no me
interesa. Están además las que hacen sagas familiares, las que cuentan
su vida y las que venden en serio, como Agatha Christie, Danielle Steel y
Norah Roberts, despreciadas por las grandes teóricas y feministas, pero
aquí digo que si cuatro millones de mujeres las leen en un año, algo
les están diciendo, ¿y quién soy yo para decir, desde mis alturas de
intelectual y estudiosa, que eso que tú lees es una porquería? ¿No que
mucha democracia? ¿No que debemos dejar participar a los demás? Si esa
literatura gusta a muchas mujeres quiero entender por qué.”
La autora de Demasiado amor (1990) también recuerda en este libro que cuando empezaron a tener éxito las mujeres escritoras “nos acusaron de ser light, de
hacer una literatura baja en calorías, que no servía para nada, y llego
hasta la actualidad, cuando ya es culturalmente correcto decir que las
mujeres son muy importantes y hay que hacerles caso. Pero es puro
discurso, pues ahí está el canon del siglo XX de Carlos Fuentes, y lo
que espera para el siglo XXI, en el cual no está incluida ninguna mujer,
habiendo en este continente escritoras como Clarice Lispector, Isabel
Allende o Elena Poniatowska.
“Menciono la encuesta que hace años hizo la revista Nexos, que
preguntó a sus lectores cuál era el mejor literato y ninguna persona
mencionó a una mujer. Eso demuestra que es muy de dientes para afuera la
idea de que las mujeres somos importantes.
“De todo esto habla El cielo completo, cuyo título tiene que
ver con lo que decía Confucio: las mujeres constituyen la mitad del
cielo. Pero no se puede sostener sólo la mitad del cielo o el techo de
una casa, porque si no, se cae. Es decir, o le entramos todos a detener
el cielo, llámese México, literatura o violencia, o se nos cae encima
todo. No nos podemos quedar sentados mirando a la otra mitad, o al
gobierno o al Ejército, esperando que lo resuelvan. La vida debe ser
algo donde todos estemos comprometidos”, concluye Sefchovich.
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