Periodistas turcas profesión de alto riesgo
En
la redacción de Jinha trabajan una veintena de periodistas, produciendo
y editando en kurdo, turco, árabe e inglés
Fundada en Turquía, la agencia kurda Jinha News es el primer medio de la
región gestionado exclusivamente por mujeres. En una sociedad
fuertemente patriarcal y un contexto político de recorte de derechos y
libertades, magnificado tras el fallido golpe de Estado del pasado 15 de
julio, Jinha pone el foco sobre las mujeres y las incluye en la agenda
pública.
“Zehra nos acaba de enviar una carta desde prisión, dice que está bien.
Supongo que la mantendrán allí un tiempo antes de soltarla”, apunta
Güzide Diker. Güzide es editora de la agencia Jinha News y se refiere a
su compañera Zehra Doğan, reportera y pintora, encarcelada hace pocos
días por el gobierno turco por denunciar con sus escritos y pinturas la
situación en Nusaybin, ciudad del sudeste turco bajo toque de queda en
pleno recrudecimiento del conflicto kurdo en Turquía.
Jinha es un medio único en la región. Fundado en 2012 por cinco mujeres
kurdas en Diyarbakir, capital oficiosa del Kurdistán turco, su objetivo
es visibilizar a las mujeres en una sociedad tan profundamente
patriarcal y discriminadora como la turca, donde todo el espectro,
público y privado, profesional y doméstico, aparece ocupado por los
hombres. No en vano, Turquía se sitúa en el puesto 130 de 145 países del
último ranking de igualdad de género elaborado por el Foro Económico
Mundial.
Jinha News (Jin significa “mujer” en kurdo) tiene por vocación dar voz a
las mujeres, incluirlas en la agenda mediática, cambiar el lenguaje y
los estereotipos, afirman.
Su sede, situada en un alto edificio que domina la ciudad, se reparte
entre dos pisos en los que hay salas de redacción, edición y montaje,
una cocina y un espacio de descanso, para los días en que la regla juega
una mala pasada, porque aquí todas somos mujeres y nos entendemos,
dicen. Unos pocos cuadros donados por una artista local ejercen de
somera decoración en paredes por lo demás austeras: la agencia es un
espacio funcional y en él trabajan una veintena de jóvenes, de entre 18 y
35 años, produciendo y editando a la vez en kurdo, turco, árabe e
inglés.
Cubriendo el conflicto desde ambos lados de la frontera
La terraza de la redacción tiene unas vistas envidiables de la ciudad de
Diyarbakir. “Allí está Sur, la ciudad vieja”, explica Diker, apuntando a
la lejanía. “Allí sigue el toque de queda, ahí murieron cientos de
personas durante la ofensiva del ejército contra los rebeldes el pasado
invierno”.
Hace justo un año, el Estado turco y el PKK dieron por muerto el proceso
de paz para acabar con un enfrentamiento bélico que ensangrienta la
región desde hace más de tres décadas. La guerra ha vuelto, dejando
miles de víctimas civiles y centenares de miles de desplazados. Las
periodistas de Jihna han seguido de cerca el conflicto, cubriendo
primero las protestas y después los combates, sacando a la luz las
masacres y los crímenes cometidos contra la población, visibilizando
especialmente sus implicaciones en la vida de las mujeres y de la
infancia.
Muchas han vivido la guerra en primera persona: algunas llegaron a
Turquía como refugiadas del vecino conflicto en Siria; otras, como
Güdize, empezaron a trabajar en la agencia después de que el ejército
turco la expulsara de la iglesia armenia en la que trabajaba en
Diyarbakir.
El conflicto kurdo en Turquía se ve y se siente, es palpable en todo
momento, pero informar sobre lo que ocurre en la región desafiando el
silencio mediático impuesto tiene consecuencias: en un año, la web de
Jinha ha sido bloqueada cinco veces por el gobierno turco por hacer
“apología del terrorismo” y sus reporteras han sufrido en carne propia
la represión policial.
Antes de Zehra Doğan, Beritan Canözer, otra corresponsal de Jinha, fue
detenida durante una manifestación en Diyarbakir en diciembre y pasó más
de tres meses en prisión. Otra de sus periodistas recibió un disparo en
la cabeza con un cartucho de gas lacrimógeno en la frontera con Siria
el año pasado durante las protestas por la falta de apoyo del gobierno
turco al cantón kurdo-sirio de Kobane, y a otra, la policía le rompió el
brazo en una manifestación en Nusaybin en marzo.
Ser periodista en Turquía es una profesión de alto riesgo. Reporteros
Sin Fronteras la situó este año en el puesto 151 de 180 países en su
clasificación sobre la libertad de prensa. Las amenazas, intimidaciones,
detenciones y cierre de medios son el pan de cada día en un país en el
que la mano autoritaria del presidente Recep Tayyip Erdoğan se percibe
en cada faceta de la vida cotidiana.
El fallido golpe de Estado del pasado 15 de julio ha dado pie a una
purga masiva en Turquía en el ejército, la judicatura y los medios
académicos, y la prensa no se ha salvado: en los últimos días el
gobierno ha retirado las licencias a 130 medios no afines y ha emitido
órdenes de detención contra medio centenar de periodistas.
Violencia machista omnipresente
Ser periodista en este país es una profesión de alto riesgo, sí, y “ser
periodista mujer es una dificultad añadida”, asegura Makiye Görenç, otra
de las editoras de la agencia, enfrentada a diario a la doble opresión
de censura estatal y machismo. “Las mujeres somos invisibles en los
medios, en las artes, en la política. Hablando claro, a veces parece que
en el único espacio en el que somos protagonistas es en el de la
pornografía”, ironiza.
Görenç llevaba cinco años trabajando en otra agencia cuando oyó hablar
de Jihna. Sin pensarlo, dejó su empleo estable y se lanzó de lleno al
proyecto. “Aunque era solo en parte consciente, estaba cansada de ser
ninguneada. Cuando estás dentro del sistema no te das cuenta, pero desde
que estoy en Jinha veo el machismo imperante con mayor claridad”,
asegura, mientras apura un cigarrillo.
La violencia machista es simbólica y física, una realidad tristemente
presente en Turquía, donde cada año mueren alrededor de 300 mujeres a
manos, casi siempre, de sus parejas o exparejas. Los llamados crímenes
de honor siguen a la orden del día, y las denuncias anuales por
violación se cuentan por miles (con el agravante de que, en muchos
casos, el agresor escapa a la condena si se casa con la víctima).
“En Turquía parece que el delito lo comete la víctima de una violación o
un asesinato por caminar sola por la calle a las dos de la mañana y no
el agresor por violarla o matarla”, lamenta la editora Güzide Diker.
“Desde Jinha, empezamos a hablar del acoso callejero, de las
violaciones, de la violencia machista. Abrimos el debate en las redes
sociales y el tema empezó a colarse en la agenda mediática mainstream.
Aquí no nos resignamos a hacer un conteo rutinario de las mujeres
asesinadas. Nosotras las humanizamos, hablamos de sus vidas y les
ponemos cara”, explica.
El 8 de julio de 2015, tras años de maltrato y denuncias infructuosas,
Çilem Doğan, una mujer de 28 años de la ciudad de Adana, mató a su
marido. La gota que colmó el vaso fue que este trató de forzarla a
prostituirse. El fiscal pedía cadena perpetua, la sentencia final fue de
15 años. Tras meses de revuelo mediático y de presión ejercida por
asociaciones feministas, el tribunal cambió de parecer y Çilem acabó
siendo absuelta.
“Celebramos la liberación de Çilem Doğan como si fuera la de una
hermana”, recuerda emocionada Diker. “Habíamos seguido de cerca su caso,
nos habíamos implicado para darle voz y luchar contra la injusticia que
se estaba produciendo, así que en Jinha lo vivimos como una victoria
personal”, asegura.
Revolución social
Pese a tratarse de una sociedad fuertemente machista, en la región se
están produciendo interesantes cambios que pasan por ampliar la
presencia de las mujeres en la esfera pública y amplificar sus derechos
en el ámbito privado.
En Turquía, el partido prokurdo turco HDP, que arrasó en las últimas
elecciones municipales y ya es la tercera fuerza del país, impuso listas
para lograr la paridad entre sus dirigentes, y en las localidades en
las que gobierna, en el sudeste de Turquía, se da un sistema de dobles
alcaldías, con un hombre y una mujer como primeros ediles.
En la vecina Siria en guerra, en la región kurda de Rojava, la
revolución en marcha desde hace 4 años se basa en las ideas del
encarcelado líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK),
Abdullah Öcalan, que desarrolló el concepto de confederalismo
democrático, una ideología basada en la democracia directa, el
ecologismo y el feminismo. Pese a haber sido impulsado por un hombre, el
cambio social sobre el terreno está teniendo como protagonistas
indiscutibles a las mujeres.
La sociedad kurda de uno y otro país se imbrican y refuerzan entre sí, y
Jihna podría entenderse como producto de esa tendencia feminista y
emancipadora que se está extendiendo por la región.
“Rojava sacó a la luz la fuerza de las mujeres. Las mujeres son
asesinadas en Turquía todo el tiempo, pero con las brigadas de
autodefensa de mujeres kurdas sirias (YPG) se vio que éramos capaces de
defendernos por nosotras mismas. Por eso luchas como las de Çilem Doğan,
que mató en legítima defensa, son importantes”, alega Güzide.
“Queremos cambiar la agenda”
“Nos enfocamos en las mujeres, en sus luchas. Hablamos de ellas cuando
se convierten en víctimas, pero también contamos sus pequeños éxitos
cuando ganan batallas”, coincide Makiye.
La agencia se ha convertido en una potente herramienta de sororidad y
empoderamiento femenino. Aunque están constituidas como empresa,
funcionan como un colectivo, de forma horizontal. “Aquí no hay jefes ni
jerarquías: somos reporteras, editoras y aprendices”, explica Güzide.
Cuando llega una nueva colaboradora a la agencia, recibe una formación
de un mes y medio en redacción, fotografía y vídeo. “Un mes y medio para
ser autónomas y después, a correr”, asegura orgullosa.
La agencia muestra además cómo, en un contexto de creciente polarización
y exacerbación del nacionalismo turco, mujeres de distintas etnias,
(turca, kurda, o armenia, como Güzide) pueden trabajar juntas. Aunque la
mayoría son kurdas, reciben el apoyo de asociaciones de mujeres de todo
el país. En la actualidad ya son 60 colaboradoras, entre editoras y
periodistas, reportando desde Turquía, Irak, Irán y Siria, con la idea
de expandirse progresivamente también a Europa.
La agencia sobrevive, admiten, gracias al trabajo altruista de muchas de
sus colaboradoras. “Los ingresos nos los proporcionan la venta de
vídeos y de fotos. Los textos los publicamos gratuitamente porque nos
interesa que sean difundidos”, explica Güzide.
En su página web, junto a teletipos que desgranan las últimas exacciones
del ISIS en Siria, el avance de las fuerzas kurdas en Rojava, o las
últimas detenciones de periodistas en Turquía, se incluye un foro de
debate sobre Jineología (la ciencia de las mujeres) y una agenda con los
eventos feministas en la región. También trabajan en otros proyectos,
como un glosario feminista para distribuir entre los medios
generalistas, y quieren editar un libro sobre mujeres resistentes.
“Siempre he tratado de existir a través de mis pinturas, de mis
artículos y de mi lucha como mujer”, afirma Zehra Doğan en su carta
desde prisión. “En este país negro como la noche, donde nuestros
derechos han sido cubiertos de rojo sangre, sabía que sería encarcelada:
una mujer que inicia una revolución del color puede construir una
prisión con sus trazos. Pero solo son trazos… ¡no olvidéis que es mi
mano la que sujeta el pincel!”
Quizá puedan incluir a Zehra en ese libro.
*Este artículo fue retomado del portal Pikara Magazine.
| Foto: Andrea Rey
Por: Andrea Olea*
Cimacnoticias | Bilbao, Esp.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario