Foro de la Cineteca
Carlos Bonfil
La Jornada
La cinta de la yemenita Khadijah Al-Salami aborda una realidad común en
varios países de Medio Oriente. En la imagen, Reham Mohammed,
protagonista de la película
La esposa niña. Resulta
tan inusual recibir en nuestra cartelera alternativa una película
procedente de Yemen y los Emiratos Árabes Unidos, como ver sacudidas
nuestras certidumbres morales relacionadas con su tema: el matrimonio
infantil. Me llamo Nojoom, tengo diez años y quiero el divorcio, de
la realizadora yemenita Khadijah Al-Salami, plantea desde su título y
su primera secuencia, la enérgica decisión personal de la niña Nojoom
(Reham Mohammed, formidable), de poner fin, jurídicamente, al horror de
padecer día a día las agresiones sexuales del hombre mayor a quien,
mediante un contrato de venta, sus padres la obligaron a desposar antes
de los 10 años.
Lo que en principio parecería un crimen vinculado con la pedofilia,
en realidad es algo común en diversas regiones de Medio Oriente,
particularmente en Yemen, donde los usos y costumbres tribales autorizan
a casar legalmente a las niñas desde los ocho años. La realizadora toma
la historia de un hecho real consignado en el libro homónimo de Nojoud
Ali y la periodista Delphine Monoui, mismo que abrió un fuerte debate en
Yemen a propósito de los matrimonios forzados que implican la violación
sexual de niñas antes de su primera menstruación. Las referencias a
esta situación son explícitas en la película, pero también se enfatiza
la manera en que Nojoom se ve arbitrariamente privada del goce de su
propia infancia, obligándosele a asumir una responsabilidad doméstica
impropia de su edad y para la que no está preparada.
A pesar de los tintes melodramáticos con los que, sin
necesidad, sobrecarga la directora esta historia, algo que sí evita es
el maniqueísmo de convertir al tribunal donde se discute el divorcio en
un sitio de confrontación entre víctimas y villanos. Los espectadores
asisten así a una exposición de los hechos más compleja de lo que se
insinuaba en un principio. Muchos delitos sexuales proceden no sólo de
la ignorancia y lo obsoleto de las costumbres tribales, sino de un
sistema social que agrava las desigualdades y orilla a las familias a
vender a sus propios hijos. La temprana conciencia que tiene Nojoom de
esta última realidad, que por momentos la enfrenta a su familia, tiene
un peso casi equivalente al mismo agravio de su pérdida de inocencia.
Las dificultades de una impartición laica de la justicia y la barbarie
de una práctica secular que hace de la mujer una mercancía
intercambiable y que cancela su niñez para precipitarla prematuramente
en la edad adulta, son los elementos del debate al que invita esta
película, formalmente muy desigual, pero por su pertinencia social,
totalmente insoslayable.
Se exhibe en la sala1 de la Cineteca Nacional, a las 12:15 y 17:45 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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