Miguel Concha
Convocada por la Internacional
de Resistencias a la Guerra, cada cuatro años se organiza la
Conferencia Internacional Antimilitarismos en Movimiento. Este año tuvo
por sede Bogotá, Colombia, del 31 de julio al 2 de agosto. La
conferencia se realizó en estrecha colaboración con organizaciones y
grupos locales que forman una red mundial antimilitarista y pacifista de
base que trabaja por un mundo sin guerra.
Si partimos de que la guerra es un crimen contra la humanidad, el
compromiso radica en no apoyar ninguna de sus expresiones y erradicar
todas sus causas. Así, la conferencia fue un espacio en el que personas
de diversas partes del mundo compartieron prácticas y narrativas de
resistencia a la guerra.
Dos ejes facilitaron las discusiones: el antimilitarismo, referido a
la resistencia contra modelos culturales, sociales y educativos que
buscan interiorizar en las personas prácticas de ordenamiento militar de
los cuerpos y cualquier expresión de la vida, y la antimilitarización,
que es la oposición contra las estructuras sociales e institucionales
que usan la fuerza armada pública o privada para imponer el control de
las sociedades y economías.
Estas aproximaciones permiten entender las estrategias y alianzas
entre sistemas opresivos, como el capitalismo, el patriarcado y el
colonialismo que, a través de diversas intervenciones, con distintos
grados de conflictividad social, resguardan intereses geopolíticos de
países hegemónicos y grandes capitales.
Dichas situaciones fueron ilustradas en la conferencia por distintas
problemáticas interrelacionadas que, para erradicarlas, nos desafían a
todas las sociedades del planeta. En los territorios de diversas
regiones del mundo se observa el uso de armas y diversos tipos de
agresiones por parte de cuerpos militares y paramilitares para permitir
el control de territorios y de la tierra en favor de desmedidos modelos
extractivistas de bienes comunes. Conflictos que además generan crisis
de deterioro ambiental, desplazamiento forzado y asesinatos de
defensores comunitarios de los derechos humanos.
Estas incursiones se reflejan también en la externalización de las
fronteras y en controles migratorios, como se dan en los casos de
América Latina y África. Con respecto a las afectaciones del militarismo
hacia la diversidad, nos encontramos con un modelo cultural de
exclusión y discriminación de las identidades no heteronormadas, así
como con la diseminación del miedo a todas aquellas personas o grupos
diferentes.
Estos controles se llevan a cabo por medio de discursos de odio y de
estigmatización provenientes de distintas instituciones sociales. Se
proveen, asimismo, entrenamientos militares y tecnologías para vigilar
pautas colectivas que avizoren formas autónomas de organización social,
como es el caso de Estados Unidos e Israel sobre los pueblos
latinoamericanos y palestino, sólo por mencionar dos ejemplos.
En la búsqueda de
estados justos y democráticos, el control se ejerce por medio de modelos represivos a la protesta y la organización social en varias regiones del mundo, restringiéndose el espacio público; así como por medio de la militarización de las juventudes y el reclutamiento forzoso en varios países latinoamericanos y asiáticos.
La militarización, igualmente, se lleva a cabo en las transiciones
políticas de algunos gobiernos, al militarizar los cuerpos policíacos
encargados de la seguridad pública. Por tanto, una apuesta de
transformación hacia sociedades más pacíficas busca articulaciones en
torno a procesos de paz paulatinos que sean sustentables, diversos y
justos.
Sustentables, con la finalidad de alcanzar una justicia climática
para los ecosistemas mediante relaciones cooperativas en las que se
garanticen para todas las personas el acceso al agua, los territorios y
la movilidad, así como una distribución equitativa de la riqueza y la
generación de economías alternativas.
Para las diversas pacificaciones es también indispensable el
ejercicio pleno de los derechos individuales y colectivos, con
perspectiva de multiculturalidad, así como la incorporación de las
reivindicaciones de los movimientos feministas y de mujeres, la
diversidad sexogenérica y las de los pueblos y comunidades indígenas y
afros.
Mientras que las pacificaciones justas requieren dar lugar a nuevos
modelos de justicia desde las comunidades, al igual que a formas
efectivas de justicia transicional, disruptores con relación al pasado,
sostenidos por paradigmas de memoria, restauración y restitución, los
cuales también contemplen el diálogo con distintas espiritualidades y
cosmovisiones para la construcción de la paz. Como propuesta para
resistir desde el antimilitarismo y la antimilitarización de estructuras
y relaciones sociales, la conferencia invita a contar con elementos de
análisis y acción directa no violenta, aparte de los vínculos cotidianos
que establecemos entre personas y comunidades para poder ser partícipes
en la construcción de mundos pacíficos.
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