Juan Carlos Ruiz Guadalajara*
La Jornada
Por segunda ocasión en su mandato y
para que no olvidemos, el pasado 15 de agosto el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) disertó ante la prensa sobre la desaparición del Cerro de San Pedro Potosí. Lo hizo como parte de la respuesta que le dio a una reportera de Querétaro, quien preguntó al mandatario sobre un polígono de 5 mil hectáreas que la ciudadanía queretana desea convertir en área natural protegida en contra de los planes de fraccionadores. AMLO aprovechó el tema para fustigar por enésima ocasión a lo que denomina como antiguo régimen neoliberal, además de reiterar que su gobierno no está al servicio de la minoría rapaz de la que forman parte, entre otros, los dueños de inmobiliarias.
¡Ya cambiaron las cosas!, remató, y en un episodio más de su cruzada moralizante llamó a reflexionar sobre la vergüenza que deben sentir los hijos y nietos de aquellos personajes que permitieron la devastación del Potosí mexicano. El mensaje del Presidente señaló como responsables del despojo a funcionarios mexicanos, quienes habrían otorgado concesiones a la canadiense New Gold-Minera San Xavier (MSX) para su ecocida proyecto de megaminería de tajo a cielo abierto.
Sin embargo, la postura presidencial preocupa por ingenua, pues la
desaparición del Cerro de San Pedro fue producto de una conspiración
criminal que sigue impune y que inauguró, como lo señaló entonces Carlos
Montemayor, una nueva forma de delincuencia organizada. Eso es lo que
no deben olvidar los mexicanos. Dicha conspiración tuvo a la cabeza dos
presidentes apátridas (Vicente Fox y Felipe Calderón), un gobernador
panista (Marcelo de los Santos Fraga), el entonces abogado del Partido
Acción Nacional (PAN) en San Luis Potosí, quien al mismo tiempo era
abogado de MSX y su traficante de influencias (Ángel Candia Pardo), un
primer ministro de Canadá (Stephen Harper) y su cuerpo diplomático en
México al servicio de sus mineras, el violento Robert Gallagher,
entonces presidente de New Gold, dos serviles gerentes y golpeadores
mexicanos encargados de operar el ilegal proyecto minero (Jorge
Mendizábal y el ex funcionario zedillista Armando Ortega), varios jueces
corruptos, una presidenta municipal inexplicablemente enriquecida
(Rosaura Loredo), y además muchos peones insertos en dependencias
federales y estatales, incluidos algunos académicos.
El caso no es atribuible, como dice AMLO, a un simple problema de
política pública neoliberal que entregó la tercera parte del territorio
mexicano a mineras trasnacionales. La conspiración criminal que nos
despojó de los vestigios novohispanos del Potosí mexicano, y que nos ha
heredado en menos de una década un irreversible ecocidio, se caracterizó
por la corrupción de las instituciones encargadas de garantizar el
cumplimiento de la ley y la procuración de justicia. Fue una corrupción
gestionada desde el poder estatal y federal, e impulsada por las
autoridades y corporativos canadienses. Esta alianza para delinquir se
tradujo en la violación de nuestra soberanía por parte de Canadá, un
minero-Estado acostumbrado a intervenir en países jurídicamente débiles y
corruptos. Los desastres, muerte y violencia generados por las
industrias extractivas canadienses en Asia, África y América Latina han
sido plenamente documentados. Sin embargo, es un gravísimo error pensar
que dichas industrias se manejan diferente en territorio canadiense.
Alguien, con urgencia, debe acercarle la información correcta a AMLO:
Canadá es un país depredador en su propio territorio. Las presiones y
despojos a pueblos originarios, el atropello de los derechos ambientales
de comunidades, así como la destrucción y contaminación de grandes
territorios son prácticas que han instrumentado las mineras canadienses
en el propio Canadá. La idealización que AMLO hace de este país nos
puede hacer un gran daño como nación, sobre todo porque las mineras
canadienses, con apoyo de su gobierno, han violado sistemáticamente la
soberanía de México. Recordemos que en el caso del Cerro de San Pedro la
sociedad civil organizada demostró, sin violencia y en tribunales, la
ilegalidad del proyecto de MSX, el cual fue anulado por sentencias
firmes ignoradas por Fox, Calderón, Marcelo de los Santos, MSX y el
gobierno canadiense.
¿Sentirán vergüenza los hijos y nietos de quienes conspiraron para
violar la ley y la soberanía nacionales, provocando con ello un daño
irreversible a nuestro patrimonio ambiental e histórico en el caso Cerro
de San Pedro? ¿A los hijos de los fraccionadores les preocupará la
integridad moral de sus padres por intentar destruir con sus ecocidas
negocios la Sierra de San Miguelito? La respuesta es que se sienten muy
orgullosos de ser hijos y nietos de enriquecidos depredadores, como en
el caso de Marcelo de los Santos Anaya, hijo de una pieza clave de la
conspiración en torno a MSX. Marcelo de los Santos Fraga, al igual que
su padre, De los Santos Anaya no sólo se ha enriquecido a la sombra de
esa combinación entre poder político y económico que AMLO aspira a
erradicar de la vida pública de México, sino que ahora, emulando las
hazañas moralmente insolventes de su progenitor, se prepara para ser el
candidato del PAN a la gubernatura de San Luis Potosí. Esperemos que los
potosinos logren superar la prueba.
*Investigador de El Colegio de San Luis
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