Pie de Página
La mujer que
representó al gobierno más progresista del país duerme esta semana en la
cárcel acusada de proteger un esquema de saqueo del erario. De sus años
como militante de izquierda sólo quedan las fotos de Mao en su cuenta
de Instagram y algunos amigos que no quieren hablar. ¿Cómo fue la
transformación de un emblema de la lucha social y feminista a
representante de uno de los gobiernos más corruptos de las últimas
décadas?
Asistida por uno de sus seis abogados, Rosario Robles
Berlanga desciende de su BMW que conduce el litigante Julio Hernández
Barros. Atrás, otra camioneta tipo Suburban los escolta. Es el 8 de
agosto de 2019, fecha de la primera audiencia en el Reclusorio Sur para
enfrentar las acusaciones de ejercicio indebido del servicio público.
Robles porta un elegante vestido blanco con olanes, el mismo que vistió
en octubre en su comparecencia como secretaria de Desarrollo
Territorial ante la Cámara de Diputados. Y calza unos zapatos que
cuestan más de 13 mil pesos, de acuerdo con versiones periodísticas.
La imagen es muy distinta de otra, ocurrida casi medio siglo antes: el
17 de enero de 1974, cuando una Rosario Robles de 17 años, rodeada de
otros estudiantes, trabajadores y académicos reclama en la explanada del
Colegio de Ciencias y Humanidades Naucalpan por el despido de un
empleado de su escuela. Y otras imágenes de ese mismo año, como la del
14 de junio, cuando junto con su hermano Francisco encabezó el cierre de
la Facultad de Economía de la UNAM; para exigir la destitución de la
directora.
El espionaje que la Dirección Federal de Seguridad le
hizo de 1974 a 1979 como documenta El Universal describe a la joven
Rosario como acompañante de una huelga laboral en Guerrero, defensora de
planes de estudio de corte marxista, opositora a la rectoría de
Guillermo Soberón o al frente de contingentes en marchas para conmemorar
la matanza del 68 y el Halconazo.
La Rosario de ahora, a sus 63
años, en nada se parece a la activista universitaria que, con una base
ideológica maoísta, quería cambiar este país.
Tampoco tiene nada
que ver con la sonriente Rosario Robles que en 1997 se convirtió en la
primera mujer fuerte de la capital del país, al ser nombrada por
Cuauhtémoc Cárdenas secretaria general de Gobierno… del primer gobierno
de izquierda en México.
“A lo que le tengo terror es a
convertirme en una política tradicional, de las que piensan que han
hecho todo muy bien”, le dijo entonces al periodista Arturo Cano, en una
entrevista para La Jornada.
La hormiga atómica
Tras cursar su educación básica en colegios católicos, proveniente de
Echegaray, un barrio de clase media en el municipio de Naucalpan,
Rosario Robles entró a la UNAM, primero al CCH Naucalpan y luego a la
Facultad de Economía, donde conoció a dos maestros que después serían
sus esposos: Saúl Escobar (secretario del Trabajo de la capital con
Cuauhtémoc Cárdenas) y Julio Moguel, su compañero durante varias décadas
y el padre de su única hija, Mariana.
En la Facultad de
Economía, Rosario Robles se graduó, dio clases y se incorporó al
sindicato de la UNAM, en una corriente dirigida por el actual alcalde de
Iztacalco, Armando Quintero, donde destacó entre el predominio de
hombres. Cuentan que le llamaban La Hormiga Atómica, por la energía que
tenía en un cuerpo de metro y medio.
En esos días participó en
la creación de la Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de
Masas, donde ocupó una dirigencia en la Ciudad de México, y en 1988 en
la del Movimiento al Socialismo impulsado por Adolfo Gilly, Imanol
Ordorika, Carlos Imaz, Antonio Santos, Ricardo Pascoe, Pedro Peñaloza y
Armando Quintero. Era parte de uno de los proyectos que nutrirían al
Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Su tesis de maestría
en desarrollo rural (por la UAM), Voces de las mujeres de Ixmiquilpan,
le valió una medalla al mérito universitario.
Rosario y el ingeniero
En 1987, Julio Moguel llevó a Rosario a una cena con Cuauhtémoc Cárdenas y su hijo Lázaro en casa de Óscar Pintado.
Así inició relación política de Robles con Cárdenas y se consolidó,
cuando un grupo de universitarios –el que venía del MAS– promovió la
candidatura de Cárdenas y luego, ya en la campaña, con el acto de Ciudad
Universitaria que derivó en la declinación de Heberto Castillo en favor
del ingeniero.
Cárdenas estaba a punto de deslindarse de su
militancia en el PRI y competirle la Presidencia de la República
encabezando el Frente Democrático Nacional que fue la semilla para
fundar el PRD, un año después de las controvertidas elecciones de 1988.
Quienes conocen de cerca la historia aseguran que su mayor relación fue
con Amalia Solórzano viuda de Cárdenas, la madre del candidato, quien
le tomó mucho afecto a la joven política.
En todo caso,
Cuauhtémoc Cárdenas representó para la izquierda la entrada a la vida
partidista del sistema electoral. Años más tarde, en 1994, el PRD
consolidaba triunfos para la izquierda, entre ellos el de Rosario
Robles, quien en ese año se convirtió en diputada federal.
Tres
años después, en las primeras elecciones locales de la capital del país
(antes era una Regencia del gobierno federal) Cuauhtémoc Cárdenas se
convirtió en el primer gobernante de una entidad postulado por un
partido de izquierda.
A más de uno sorprendió cuando, al nombrar
a su gabinete, designó en el segundo cargo en importancia del gobierno
de la ciudad a Rosario Robles.
La Ley Robles
Un
funcionario saliente dice: “Lo difícil de andar en bicicleta no es
pedalear, sino mantener el equilibrio. Los izquierdistas del PRD saben
pedalear, pero nunca han dejado de hacerlo, nunca han gobernado, y se
pueden caer de la bicicleta” ¿Qué opina de esa expresión?
—Los
de izquierda hemos aprendido a vivir en la pluralidad y con la
tolerancia. Pasamos de las definiciones sectarias a convivir con
expresiones muy diferentes a las nuestras, a convivir en el PRD con
proyectos que tenían otro origen y hemos tenido un aprendizaje muy
importante para ser gobierno. Otra ventaja es la frescura. Llegar al
poder sin estar atados a intereses ni a los patrones tradicionales de
hacer política, de los cuales la gente ya está cansada.
La
carrera política de Rosario Robles dio un vuelco al llegar a la
secretaría de Gobierno. Solía decir que había llegado la frescura y la
mezclilla al poder. Y comenzó a acuñar una frase que ha repetido muchas
veces: “tengo las faldas bien puestas”.
En agosto de 1998,
cuando Cuauhtémoc Cárdenas pidió licencia para contender por la
presidencia, Robles fue aceptada por los perredistas como natural para
sucederlo.
Desde el gobierno de la ciudad impulsó políticas
progresistas como la despenalización del aborto (llamada por sus
detractores Ley Robles), llenó el zócalo de conciertos gratuitos,
instauró el transporte nocturno y lideró causas feministas. Su imagen
pública era mejor que la del propio Cárdenas, aunque ya desde entonces
muchos empezaron a cuestionar el derroche que hacía en su promoción
personal.
Un par de entrevistados para este trabajo, que
aceptaron hablar sin ser mencionados, dicen que fue entonces cuando
comenzó a distanciarse de sus antiguos compañeros de batallas.
Internamente, dicen, era “soberbia, terca, y hasta déspota”.
Pero lo más delicado comenzó a conocerse con el cambio de gobierno. En
su libro Con todo el corazón ella asegura que apoyó a Andrés Manuel
López Obrador para que llegara a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de
México en 2000. Entre los funcionarios que entraron hubo versiones de
un desaseo en las finanzas de su administración. Pero las denuncias no
se formalizaron.
En 2002, Robles se convirtió en la presidenta
nacional del PRD, y desde ahí aspiraría a ser la primera mujer
presidenta del país. Pero en pocos años su carrera dentro del partido
quedaría truncada, y su vida personal daría un giro de 180 grados.
Rosario y Andrés Manuel
Para entender la relación entre Rosario Robles y Andrés Manuel López
Obrador hay que regresar esta historia a 1996, cuando el tabasqueño le
ganó a Heberto Castillo y Amalia García la contienda interna para
dirigir al PRD y nombró a Rosario Robles como secretaria de Organización
del Comité Ejecutivo Nacional perredista.
La mancuerna
AMLO-Robles y la candidatura de Cárdenas en el entonces Distrito Federal
llevaron al joven partido de izquierda a convertirse en la segunda
fuerza política de la Cámara de Diputados en 1997.
A Robles se
le adjudica la creación de las Brigadas del Sol, en las que jóvenes
recorrían la capital para empadronar a sus habitantes en las listas de
programas sociales y eventualmente sumarlos a su base electoral.
Este modelo organizativo es el mismo que años después, ya como priista,
Robles intentó aplicar para la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña
Nieto. Y es también la fórmula aplicada por el actual gobierno de López
Obrador para crear su ejército de “Siervos de la Nación”.
“Ellos se conocen demasiado bien y conocen muy bien cómo organizar estas
bases electorales”, dice un operador que conoció esa etapa de cerca y
que asegura que Robles realmente nunca fue la operadora, sólo era la que
capitalizaba el trabajo de otras personas que se mantienen cerca del
presidente.
Varios entrevistados ubican desde entonces una
suerte de “pique” entre ambos políticos que a la luz de lo que ocurrió
después terminó en mutuas acusaciones de traición.
En 2003,
Televisa presentó una serie de videos donde aparecieron importantes
perredistas y funcionarios del Distrito Federal como René Bejarano y
Carlos Imaz –exesposo de Claudia Sheinbaum- recibiendo dinero en
efectivo de un empresario ligado sentimentalmente a Rosario Robles.
El rompimiento era inevitable. El jefe de Gobierno fue implacable en su
deslinde con todos los involucrados. Rosario renunció al PRD.
Velas y jets privados
Julio Moguel y Rosario Robles se casaron un 13 de marzo de 1993, después de vivir 17 años juntos.
Se habían conocido en una conferencia que él dio en el CCH Naucalpan,
cuando ella cursaba su último año de bachillerato, y se reencontraron
años después en la Facultad de Economía, cuando él fue su profesor y
ella ya estaba divorciada de su primer esposo, Saúl Escobar, quien
también había sido su maestro.
Ella diría después que desde el
CCH decidió que se casaría con Moguel. Su relación, sin embargo, nunca
fue sencilla. Él era un hombre celoso y ella siempre llamó la atención
por su personalidad. Duraron casados una década, hasta la aparición en
su vida del empresario Carlos Ahumada.
En el año 2000, el mismo
en el que López Obrador se convirtió en jefe de Gobierno de la capital,
el delegado de Iztapalapa, Ramón Sosamontes, presentó a Rosario Robles
con el empresario Carlos Ahumada.
Dos años después, ya como
dirigente nacional del PRD, la mujer estaba en busca de fuentes de
financiamiento para las campañas electorales; por su parte, Ahumada
buscaba contratos con el gobierno local para ganar dinero en el ramo de
la construcción. Este vals empezó por necesidad y acabó en un amargo
romance.
Ahumada deslumbró a Robles con las excentricidades de
un millonario, en alguna ocasión el empresario organizó un viaje
sorpresa en el que Robles abordó un jet privado que aterrizó en
República Dominicana, luego un helicóptero la llevó al paradisiaco Punta
Cana: lo que encontró la dirigente del partido fue un camino de velas
que conducía a una mesa para cenar con el empresario.
La estudiante maoísta de la UNAM quedó en el pasado. Después de Ahumada nada volvería a su lugar.
La banda presidencial
Andrés Manuel López Obrador está convencido de que los videoescándalos
fueron parte de un complot orquestado por Carlos Salinas de Gortari y
Diego Fernández de Cevallos para minar su candidatura presidencial de
2006.
Los videos fueron grabados por el propio Carlos Ahumada en
sus oficinas, pero el hombre decidió entregar las cintas al abogado
Juan Collado –ahora detenido por operar una red financiera ilegal-.
Según él, decidió exponer a los funcionarios debido a que el gobierno de
la capital estaba cancelando contratos con su constructora Quartz.
Collado entregó las grabaciones a Carlos Salinas.
En el sálvese
quien pueda en el que se convirtió la novela Ahumada-Robles, lo único
que queda claro es que a él poco le importaba la suerte de la entonces
presidenta nacional del PRD.
El propio Ahumada ha dicho que fue utilizado por Fernández de Cevallos y Salinas de Gortari.
En su libro Derecho de Réplica el empresario describe a Rosario Robles
como una mujer que “estaba obsesionada con ser presidenta de la
República” y relata “una de las escenas más impactantes que he visto en
mi vida”: una cena en la casa de Carlos Salinas a la que asisten Robles y
Ahumada; los comensales pasan a la biblioteca donde el expresidente
tiene una colección de condecoraciones y fotografías. Antes de
despedirse, ya un poco bebidos, Robles le dice a Salinas que debe ser un
gran honor portar la banda presidencial. El expresidente sube a la
vitrina, saca la banda, se la pone a su oponente y le dice: “se te ve
muy bien”.
El periodista Raymundo Riva Palacio, quien conoció de
cerca a la pareja cuando dirigió El Independiente, un periódico cuyo
propietario era Ahumada, cuenta que incluso Rosario Robles fue a la casa
de Carlos Salinas en Londres, Inglaterra, para pedirle dinero que
financiaría campañas del PRD. El expresidente llamó a tres gobernadores
priistas que aportaron dinero para el partido de izquierda. La
transacción se completó y Robles adquirió más relevancia en el partido.
En esos días Robles ya manejaba un BMW y vivía en la calle Reforma de
la Colonia San Ángel, uno de los barrios más caros de la capital del
país. Cuauhtémoc Cárdenas llegó a regañar a Robles por la vida ostentosa
de la dirigente del partido.
Ahumada, dice Riva Palacio, fue para Rosario Robles “una reconversión política”.
La boda de Mariana
Los alrededores de la iglesia Santa María Tonantzintla de San Andrés
Cholula son vigilados por elementos del Estado Mayor Presidencial. Se
espera una boda fastuosa entre un ex diputado federal y la hija de una
secretaria de Estado.
Es el 26 de enero de 2013. Mariana Moguel
Robles entra al templo escoltada no sólo por su padre, sino también por
su madre, Rosario Robles, a petición de ella misma.
La miran
pasar los secretarios de Estado Gerardo Ruiz Esparza y Alfonso Navarrete
Prida, piezas del priismo mexiquense, con apenas dos meses de vuelta a
Los Pinos.
Son invitados de honor de la mamá de la novia. Más
tarde se incorpora el exgobernador poblano Mario Marín, padrino político
del novio. Son las amistades de una Rosario Robles cercana al gobierno
de Enrique Peña Nieto, desde que se sumó a su campaña presidencial.
Su acercamiento al peñismo inició cuando Carolina Monroy, la directora
del canal TV Mexiquense, y esposa de Ernesto Nemer, entonces secretario
de Gobierno con Enrique Peña Nieto, la invitó a colaborar en el programa
Mujeres en el Risco.
La Rosario Robles del peñismo se definía
hasta hace unos meses como una mujer de las grandes decisiones, con un
estilo de gobernar “para trascender”. Decía ser la misma de siempre: “La
mujer de las faldas bien puestas”.
La llegada al gabinete
presidencial en 2012 le significó a Robles el regreso a las grandes
ligas. Primero como secretaria de Desarrollo Social y después de
Desarrollo Agrario, la experredista se consolidó como una de las
principales figuras femeninas en el gabinete de Peña Nieto.
En
una entrevista ofrecida en 2016, destaca el agradecimiento hacia Enrique
Peña Nieto por haberla llevado de vuelta: “Mi mamá murió viéndome
reivindicada”.
Mujeres y poder
La política ha
destacado siempre su condición de mujer. En 2006, después de su salida
del PRD, fundó una empresa de asesoría política con otras mujeres
llamada Sostén, con la que impulsó las campañas electorales de varias
políticas, como la priista Ivonne Ortega en Yucatán o Blanca Alcalá en
la capital poblana.
Desde entonces, también, ha aludido a una
persecución política por ser mujer. Es uno de sus argumentos más
recurrentes. En octubre pasado, por ejemplo, durante su comparecencia en
la Cámara de Diputados, respondió así a Martha Tagle cuando la
cuestionó por la llamada Estafa Maestra (el esquema de desvío de
recursos que la tiene provisionalmente en la cárcel):
“Me llama
mucho la atención que usted como feminista, como mujer comprometida con
las mujeres, haya caído en esta trampa. Le pregunto: ¿se acuerda usted
del nombre de alguno de los funcionarios o de alguno de los rectores?
¿Por qué se tomó la decisión de poner el nombre y cara de una mujer a
esta investigación periodística? Eso se llama violencia política de
género. Y usted y yo hemos luchado contra ello, señora diputada”.
Paradójicamente, son contadas las mujeres que han trabajado en sus
equipos cercanos. Como si lo de ella fuera una constante batalla con
hombres y entre hombres.
La Rosario Robles del peñismo vivía
hasta hace unos días en una casa color marrón, que compró con su
exesposo Julio Moguel en el sur de la Ciudad de México, con la que se
quedó tras su divorcio.
Esta Rosario Robles, ya sin lentes y
vestida con ropa de diseñador, aseguró en una entrevista con Fernando
del Collado en 2018 que no le gusta el dinero. Pero sí el poder.
Tu amigo, el fiscal
El 28 de agosto de 1998, Alejandro Gertz Manero relevó a Rodolfo
Debernardi, el teniente coronel retirado del Ejército que fue el primer
jefe de la policía del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas en la capital.
Gertz Manero, un abogado que había tenido cargos públicos en el gobierno
federal y por esos días era Rector de la Universidad de Las Américas,
ofreció ciudadanizar la seguridad pública.
El evento fue en el
salón Independencia del Ayuntamiento. La toma de protesta del nuevo jefe
policiaco fue encargada a la entonces secretaria de Gobierno, Rosario
Robles, quien no sólo entregó el cargo esa vez a Gertz Manero, sino que,
al ser nombrada jefa de gobierno interina, lo ratificó como jefe de la
policía.
En noviembre del año 2000, cuando ya se preparaban los
cambios de gobierno, Rosario Robles y Gertz Manero enfrentaron uno de
los momentos más delicados de su gestión, cuando una protesta
universitaria cerró el Periférico varias horas y ahorcó el tráfico del
sur de la ciudad. La presion sobre el gobierno para usar la fuerza
pública fue reconocida por el jefe de la policía en una entrevista con
la Revista Proceso.
—¿A quién reconoce como superior: a la jefa de Gobierno o al presidente (Ernesto Zedillo)?
—Soy abogado y entiendo sus funciones y sus jerarquías Tengo dos jerarquías sobre mí: la jefa de Gobierno y el presidente.
Dos décadas después, como primer Fiscal General de la República, Gertz
Manero es el responsable de la investigación que tiene a su exjefa en
prisión preventiva.
¿Puede eso influir en favor o en contra?
“Gertz está loco y si sigue investigando puede llegar a la oficina de
la presidencia”, dice Riva Palacio, en alusión a la costumbre del Fiscal
de llevar a los tribunales a sus propios compañeros (lo último que hizo
fue solicitar un amparo de la justicia contra la aplicación del
programa Hoy no Circula en su auto).
En los círculos de López Obrador aseguran que él no ha buscado perseguirla, pero tampoco la piensa ayudar.
Y los priistas nunca la vieron como parte del equipo ni como alguien en quien pudieran confiar.
Está sola.
Borrar el pasado
El único político de izquierda que estuvo en la boda de Mariana Moguel
fue el alcalde de Iztacalco, Armando Quintero, quien ha sabido capotear
su vieja amistad con Rosario Robles sin dejar su militancia.
Pero de sus antiguos amigos nadie quiere saber de ella. Todos los
entrevistados para este trabajo pidieron hablar off de record y varios
de sus colaboradores o amigos cercanos de la izquierda optaron por no
hablar de Rosario Robles.
“Es una tragedia para la izquierda la forma en la que terminó”, dijo uno.
Ella, por lo visto, también quiere olvidar que tuvo una vida antes del
PRI; ni siquiera a su exesposo o a sus mejores amigos menciona en las
entrevistas.
Aficionada a los Pumas de la Universidad y al
Barcelona de España, Rosario Robles destaca en su cuenta de Instagram a
mujeres sobresalientes, desde Frida Kahlo hasta la campeona mundial de
futbol Megan Rapinoe.
Es común que aparezca junto a su gata blanca de angora, llamada Luna.
Lo único que queda de su pasado maoísta está en sus redes sociales,
donde tiene un retrato de Mao Tse Tung con una cita: “Para ganar Hunan
hay que abandonar Hunan y hoy la estrategia es otra vez de la periferia
el centro”. Quizá este tiempo era extra, de una suerte que estaba echada
desde 2004.
Un año después, en una entrevista realizada por
Fernando Botero Zea, Robles advertía sobre su destino con la eventual
llegada de López Obrador a la Presidencia
— ¿Cómo es la relación con López Obrador hoy, si es que existe?– le pregunta el entrevistador.
— No existe. Espero que no me requiera por estas razones, porque opino,
y no le dé por meterme a la cárcel cuando sea presidente de la
República, porque le da por eso.
Rosario Robles en la cárcel ¿y Peña Nieto?
Manuel Aguilar Mora *
Ciudad de México, 15-8-2019
Ex maoísta, ex cardenista, ex obradorista, ex perredista y hoy casi ex
priista Rosario Robles Berlanga ingresó a la cárcel de mujeres de la
Ciudad de México en la mañana del pasado martes 13 de agosto.
Protagonista central de la llamada “estafa maestra” el juez que lleva el
caso ha considerado su prisión preventiva de dos meses (que se pueden
convertir en años durante el transcurso del proceso) por temor a que
huyera y escapara al debido proceso que se ha iniciado y en el cual ya
es la primera indiciada de una larga lista de posibles nuevos indiciados
de funcionarios que van desde un ex presidente de la República hasta
simples secretarios de escritorio pasando por ex secretarios de Estado y
gobernadores.
El escándalo político resultante ya es uno de los
mayúsculos, sino es que el mayor del nuevo gobierno de Andrés Manuel
López Obrador (Amlo) pues involucra una trama de corrupción equivalente
al destino de miles de millones de pesos y, sobre todo, por las
tremendas implicaciones políticas que conlleva.
Rosario Robles
se encuentra en prisión como presunta responsable del ejercicio indebido
del servicio público y por causar al erario un quebranto de más de 5
mil millones de pesos cuando se desempeñó como titular de las
secretarias de Desarrollo Social (Sedesol) y Desarrollo Agrario,
Territorial y Urbano (Sedatu) en el gobierno federal de Enrique Peña
Nieto (2012-18). La dicha trama de corrupción conocida con el nombre de
“estafa maestra” por el título de la publicación que difundieron los
periodistas que la investigaron y la denunciaron, consistió en la
manipulación de dichos miles de millones de las finanzas públicas a
través de triangulaciones de secretarias de Estado, universidades,
sistemas de difusión y de empresas fantasmas o de fachada. Según el juez
Felipe de Jesús Delgadillo la conducta de Robles durante todo el
sexenio en que fue titular de las dos secretarias de Estado se
caracterizó por el dolo manifiesto, evitando u omitiendo conscientemente
información a pesar de prever un resultado ilícito, con lo cual
tácitamente aceptó y se volvió cómplice de conductas delictivas.
El asunto es de grandes proporciones pues la “estafa maestra” involucra
a 11 dependencias públicas, 8 universidades, 186 empresas de las cuales
128 son fantasmas o de fachada. La Auditoría Superior de la Federación,
la entidad gubernamental encargada de la supervisión de las finanzas
públicas, constató que en la entrega de los miles de millones de pesos
vía las subcontrataciones fraudulentas, participaron dependencias como
Banobras (en ese entonces dirigido por Alfredo del Mazo, actual
gobernador del Estado de México), de la Secretaria de Educación Pública,
del Fovissste, de la Secretaria de Agricultura entre otras entidades.
Contradicciones de Amlo
En la larga comparecencia de más de 10 horas de Robles ante el juez,
sus abogados, obligados por las apremiantes circunstancias en que se
encuentra la defensa de su clienta, declararon que ella había dicho que
“si le puse en conocimiento a Peña Nieto a través de la línea roja la
existencia de los desvíos millonarios”. Esto no puede sino significar
que éstos eran conocidos por Enrique Peña Nieto y necesariamente por
José Antonia Meade, quien sucedió a la Robles como titular de la Sedesol
en 2014. O sea, la misma cumbre priista estaba al tanto: el presidente
de la República y por quien fue el candidato presidencial del partido en
2018. Y en efecto todo habitante cuerdo de México no puede menos que
entender que un asunto que implicó tal cantidad de recursos desviados de
sus objetivos originales, a saber, el financiamiento a través de
Sedesol principalmente de los programas para la población más necesitada
del país, a cuentas fantasmas que se sabe eran destinadas a sufragar
los gastos electorales del PRI (o del PAN, en su caso) y, por supuesto, a
llenar los bolsillos particulares de los corruptísimos dirigentes de
dichos partidos, no podía pasar desapercibido de las jerarquías más
altas del gobierno.
Por eso, la declaración de Amlo
inmediatamente un día después del ingreso de Robles a la cárcel, según
la cual la Fiscalía General de la República, la institución
investigadora gubernamental de la “estafa maestra” no tiene datos que
impliquen a Peña Nieto en la misma, no puede ser considerada más que un
intento de detener el aluvión de denuncias y reafirmaciones que al nivel
popular exigen el castigo de todos los responsables de la crisis tan
aguda por la que atraviesan las finanzas públicas y en general la
política en México.
La enormidad de la crisis tiene una poderosa
dinámica interna que desborda los cauces por los que el gobierno
obradorista quiere conducirla. Es evidente que Rosario Robles es sólo un
eslabón y no el mayor de esa cadena que constituye la “estafa maestra”.
No es la principal responsable de la misma. Son otros los “maestros” de
la estafa. Por su propio peso cae que Peña Nieto y Meade no son sólo
testigos sino informantes, conocedores de lo que sucedió con las
triangulaciones de los millones de pesos. La cadena se ha roto por el
eslabón más débil. Robles como antigua izquierdista renegada, traidora
de sus camaradas del PRD y en 2003 cómplice junto con su íntimo amigo
Ahumada, el ex presidente Salinas de Gortari y el impresentable líder
panista Diego Fernández de Ceballos del complot contra Amlo de “los
videos de las ligas” en que se veían a René Bejarano y a Carlos Imaz
recibiendo dólares, se ha convertido en una especie de “chivo
expiatorio”.
Pero es la dinámica propia de una profunda crisis,
en realidad causa fundamental de la victoria electoral aplastante del
obradorismo del año pasado, la que ya ha avanzado bastante en el
desnudamiento e impugnación de la corrupción a pesar de los esfuerzos de
amnistía y perdón del propio Amlo. Rosario Robles está presa como Juan
Collado el abogado defensor de las millonarias transas de los políticos
más encumbrados y como Ancira ex director de Altos Hornos financiero de
las campañas contra Amlo, quienes esperan en la cárcel a otros altos
funcionarios ya indiciados como Emilio Lozoya Austin, ex director de
Pemex, perseguido por la Interpol. Y en la lista de posibles nuevos
indiciados están los altos funcionarios del gobierno de Peña Nieto como
Pedro Joaquín Coldwell de la Secretaria de Energía e Ildefonso Guajardo
de la de Economía así como el general León Trauwitz el encargado de
seguridad de Pemex en el sexenio de Peña Nieto.
¿Hacia dónde?
Estas notas llevan una interrogación en su título y en su conclusión
los interrogantes vuelven a aparecer. Es que la política en México está
así, llena de interrogantes. Sólo una cuestión es segura y definitiva:
estos momentos son un prelució de grandes choques, de grandes
acontecimientos que definirán la situación de México de modo tajante
para el próximo periodo histórico en los años de este sexenio
obradorista mismo.
El gobierno de Amlo no tiene un año y sin
embargo ya está muy clara su tendencia: es un gobierno de transición
pero ¿hacía qué? En el seno de las grandes masas populares hay un estado
de espera, de expectación. Ciertamente hay sectores movilizados pero
todavía son minoritarios. Las calles se ven muy concurridas por
protestas y manifestaciones constantes, pero en ellas están todavía
claramente ausentes los grandes destacamentos pesados de los
trabajadores, quienes todavía no dan señales contundentes de su
decisión, de la orientación de sus luchas todavía futuras. Están
surgiendo muchos grupos de vanguardia, pero desorganizados y carentes de
una orientación centralizadora crítica e incisiva.
Por parte de
la burguesía, los grandes oligarcas nacionales están con Amlo en su
abrumadora mayoría porque éste los ha complacido a la perfección. Los
sectores burgueses medios son más críticos como lo demuestra la Coparmex
que agrupa a la mayoría de los patrones del país. Su presidente ya ha
declarado su decisión de convocar a sus miembros a presentar propuestas
electorales para los comicios de 2021 y 2024. (“La derecha empresarial
alista su proyecto de nación”, Proceso, 04.08.2019) Felipe Calderón, ex
presidente de la República y renunciante del PAN se ha propuesto la
tarea de fundar un nuevo partido. Se ha declarado enfáticamente contra
el encarcelamiento de Rosario Robles, entendiendo lo que esto significa
para él, beneficiario directo del fraude electoral de 2006.
Por
todos lados se percibe que los actuales son tiempos de preparación, de
aprendizaje y organización para las tareas enormes y definitivas que se
están gestando ya desde hoy. Para los socialistas revolucionarios son
momentos preciosos cuyo privilegio no es posible desperdiciar porque son
el fruto después de todo de tantos años de lucha y sacrificio que los
trabajadores de la ciudad y el campo realizaron para combatir y
finalmente echar abajo la dictadura de ocho décadas del Priato y de su
secuela la “democracia burguesa pactada” en el 2000 del Prian de tan
infame memoria.
Para la tarea concreta de agitación y
propaganda, la “estafa maestra” que encarna Rosario Robles debe ser
considerada la razón misma de la denuncia de la corrupción y el fraude
congénitos en el régimen actual cuyo cambio será una farsa si no se
castiga a los estafadores mayores que estaban arriba de la Robles. Así
se avanzará en la mayor seguridad y confianza de la población de que sí
es posible lograr reformas profundas que apunten a verdaderos y mayores
cambios.
Manuel Aguilar Mora. Militante de la Liga de
Unidad Socialista (LUS). Profesor de la Universidad Autónoma de la
Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía
y Letras al lado de José Revueltas. Fue fundador del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Autor de numerosos libros
sobre la historia política y social de México.
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