Arturo Alcalde Justiniani
¿Sabía
usted que 62 de cada 100 mexicanos que trabajan ganan menos de 6 mil
pesos al mes? ¿Que somos el país peor calificado en América Latina
respecto de las condiciones salariales? ¿Que en la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), a la que cotidianamente
presumimos pertenecer, estamos en el último lugar en materia de
crecimiento, igualdad y salarios? ¿Que 40 millones de jóvenes menores
de 17 años viven en la pobreza y que, obviamente, al no tener nada que
perder, son candidatos naturales para la criminalidad y la violencia?
Día a día se acumulan los datos que exhiben a México como un ejemplo
de desigualdad social, lo cual se refleja en todos los aspectos de la
vida cotidiana: educación, nutrición, medio ambiente y seguridad.
Nuestra condición de ser un país de pobres contrasta con los
escaparates lujosos, los centros de consumo y las zonas residenciales
fastuosas, que no representan el México real; la inmensa mayoría de la
gente está en otro lado.
La desigualdad es sin duda el principal problema en nuestro país, el
tema es tan grave que los gobiernos, los partidos, las iglesias y las
organizaciones intermedias de la sociedad deberían convertirlo en el
punto central de su quehacer institucional. Las llamadas reformas
estructurales que hoy se discuten deben encontrar su explicación en
esta perspectiva. ¿Cómo va a coadyuvar a la igualdad la reforma en
materia de telecomunicaciones? ¿La reforma energética en qué medida
reduce este mal?
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
organismo regional de Naciones Unidas, ha hecho un llamado urgente en
su reunión celebrada la semana pasada en Perú, planteando la necesidad
de que los países apuesten por pactos sociales que promuevan el
desarrollo con igualdad y sostenibilidad ambiental. Los acuerdos que
propone van orientados a reducir las altas tasas de informalidad
laboral, los bajos niveles de inversión con incorporación de progreso
técnico, el déficit de servicios públicos y la presión sobre el medio
ambiente. La palabra clave es igualdad que
debe constituir el valor fundamental y el fin último para la reorientación de dicho desarrollo.
La CEPAL y la Organización Inter-nacional del Trabajo, entre otros
organismos, coinciden en señalar que un elemento fundamental que
explica la desigualdad en la realidad mexicana deriva de una política
salarial que, por su extrema contención, se ha convertido en un
problema que no sólo hiere a la mayoría de los mexicanos y los condena
a una baja calidad de vida, sino que también impide cualquier avance
hacia un auténtico desarrollo, lo que en otras palabras quiere decir
crecimiento con igualdad. La convicción de que esta política salarial
está impidiendo toda posibilidad de recuperación del mercado interno,
que está lesionando al resto de las políticas públicas y, a su vez,
destruyendo el medio ambiente, ha llevado a los gobiernos a levantar
una voz de alerta; sin embargo, todo se ha reducido a múltiples
declaraciones y no se han asumido los mecanismos para transitar hacia
un cambio, sino por el contrario, se siguen adoptando políticas que van
en sentido opuesto; son prueba de ello las negociaciones salariales del
presente año, que han sido de las peores en la historia laboral, en las
que las autoridades del trabajo asumieron un papel activo para
preservar el tope; por ejemplo, en el sector educativo se impuso un
incremento de 3.5 por ciento, menor aún que la inflación oficial de 3.9
por ciento, que como dijeron los profesores
sólo alcanza para seis tortillas o boleto y medio del Metro.
Si
bien la política salarial deriva del plan económico general, los
gobiernos locales pueden avanzar en esta materia, por ello es
importante la convocatoria del jefe de Gobierno del Distrito Federal
para discutir el tema y llevarlo próximamente a la Conferencia Nacional
de Gobernadores (Conago). Su convocatoria se fortalecería si concretara
avances en su propia esfera de gobierno, mediante mejoras salariales
que pueden a su vez combinar esfuerzos de profesionalización del
servicio público, especialmente entre los trabajadores de base que han
sido condenados a una situación de bajos rendimientos, bajos salarios y
rigidez en sus condiciones de trabajo. Andrés Manuel López Obrador,
durante su administración, aplicó una política salarial que definió
como
inflación más dos, esto es, los trabajadores al servicio del gobierno de la ciudad lograron esa recuperación, que de haberse mantenido, hoy representaría un incremento del orden de 30 por ciento. La iniciativa de los gobiernos para promover una mejor política salarial a partir de los servidores públicos ha sido llevada a cabo en otros países, destacando recientemente la decisión del presidente Barack Obama de mejorar el salario mínimo de los empleados públicos federales para impulsar en el mercado de trabajo una mayor recuperación.
Si es casi unánime el reconocimiento de que la política salarial se
ha convertido en un problema toral, la tarea elemental es discutir las
medidas para transitar hacia el cambio. Una de ellas es eliminar
rápidamente al salario mínimo como referente en la fijación de
servicios, multas o asignaciones presupuestales. En estos días diversos
legisladores han planteado un punto de acuerdo para promover sin
dilación este cambio normativo. En este sentido, las leyes que hoy se
discuten en el Congreso, como la electoral o la relacionada a la
pensión universal, deberían sustituir el salario mínimo como
referencia, señalando en su lugar otro, como el relativo al índice del
costo de vida. Habría que tomar en cuenta experiencias como la de
Uruguay en 2005, donde sin mucha dilación se llevó a cabo esta reforma
legislativa para evitar que el incremento del salario mínimo fuera el
referente para fijar otro tipo de políticas de costo o gasto, así se
dio paso a una mejora salarial que ha favorecido la economía y la
calidad de vida de la gente.
En este debate debe desecharse el argumento simplista de que el
incremento salarial, por sí mismo, es fuente de inflación y valorar la
experiencia internacional, reconociendo que una nueva política salarial
debe estar vinculada a otras medidas colaterales que consideren la
diversidad entre ramas de industria y regiones. Nadie está planteando
una recuperación total del salario de la noche a la mañana, pero es
obvio que se trata de un proceso en el que se debe avanzar, nunca
retroceder.
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