Ecuador,
21 abr. 14. AmecoPress/La Marea.- “Guardo las semillas y las
intercambio. Esta práctica proviene de los saberes ancestrales,
heredados de mi mamá, de mis abuelas, de conservarlas, de guardarlas
para el siguiente año y de coger las mejores. Siempre he tenido mis
propias semillas”, relata Alicia Tambaco desde su huerta familiar en
los Andes ecuatorianos. Lechugas, cilantro, fréjol o maíz, son algunos
de los cultivos que se pueden observar en su pequeña huerta situada en
la comunidad de Colimbuela, en el cantón de Cotacachi. Alicia no es
partidaria ni del monocultivo ni de los productos químicos, y participa
en las ferias de semillas intercambiándolas cuando tiene excedentes.
Al igual que
Alicia, millones de campesinos y campesinas en todo el mundo continúan
con su trabajo de conservar, seleccionar, reproducir, intercambiar y
distribuir sus semillas locales. Según la Vía Campesina, el 90% de los
campesinos a nivel mundial sigue produciendo la mayoría de sus
semillas. Cada 17 de abril desde 1996, en memoria del asesinato de 19
campesinos sin tierra en Brasil, este movimiento celebra el Día
Internacional de las Luchas Campesinas, que este año está dedicado a la
defensa de las semillas.
“Decidimos
hablar este año de las semillas por todas las leyes que se están
creando como la Ley Monsanto, y porque cada vez más las empresas
trasnacionales están privatizándolas para patentarlas. Además,
criminalizan a los campesinos que realizan esta práctica ancestral de
conservar, proteger y resguardar sus semillas”, asegura Viviana Rojas,
desde el área de comunicación de la Vía Campesina-Región Sudamérica.
Las semillas como punto de encuentro
Seleccionadas
y conservadas por el campesinado a lo largo de los siglos, las semillas
campesinas tienen la virtud de adaptarse a la diversidad de suelos,
climas y necesidades alimentarias. De ellas depende el alimento de los
pueblos. Con el fin de rescatarlas y valorarlas, desde hace una década
la histórica Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de
Cotacachi (UNORCAC) organiza el Muyu Raymi, una Feria de Semillas cuyo
propósito es trasmitir los saberes y las prácticas culturales de las
comunidades de esta región andina de la provincia de Imbabura.
El Muyu Raymi
nació gracias a la iniciativa de cinco mujeres que se reunieron en
torno a una mesa para compartir las semillas que cada una de ellas
había traído de su propia comunidad. Por aquel entonces se desconocían
las semillas que cada familia tenía porque no existían espacios donde
compartirlas. Actualmente es una cita anual que se celebra durante el
mes de agosto, donde cada familia o participante – mayoritariamente
mujeres – lleva entre 20 y 50 variedades. “Allá se intercambian el
fréjol, la arveja, la lenteja,… todos los granos andinos. Y también
otras variedades como la jícama o la mashua, que se están perdiendo”,
sostiene Alberto Bonilla, responsable del área de Recursos Naturales de
la UNORCAC.
Guardianas de las semillas
“Las mujeres
somos las que cuidamos nuestras semillas, y por eso decimos que somos
las guardianas de las semillas. Así encontremos una o dos, las
guardamos para llevarlas a la casa y de esta forma las vamos
reproduciendo. Siempre estamos buscando la manera de conservarlas”,
relata Magdalena Fueres, vicepresidenta del Comité Central de Mujeres
de la UNORCAC.
Según narra
Magdalena, siempre han existido grandes diferencias entre los hombres y
las mujeres a la hora de identificar las necesidades de las
comunidades. Mientras ellos piensan a gran escala, las mujeres tienden
a conservar la biodiversidad agrícola ya que son las encargadas de la
reproducción cotidiana de la vida. “No pensamos tanto en grandes
cantidades, sino en un guachito de papas, otro guachito de habas, otro
de arvejas. Así vamos diversificando porque conocemos la necesidad del
hogar”, concluye.
Valorar el
papel fundamental que históricamente han tenido las mujeres en el
manejo y conservación de las semillas es uno de los ejes de trabajo del
Comité Central de Mujeres. “Como mujeres debemos luchar para poder
mantener nuestras propias semillas, nuestras propias plantas, que son
para nuestra comida, nuestro vivir diario”, asegura Alicia Guaján,
vicepresidenta de la UNORCAC.
Amenazas a la agricultura campesina
La expansión
de los monocultivos para la exportación, el control de la cadena
alimenticia por un grupo cada vez más reducido de empresas
agroindustriales trasnacionales, la privatización de las semillas, la
introducción de cultivos transgénicos y el cambio climático son algunas
de las mayores amenazas que enfrenta hoy la agricultura campesina.
La
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) calcula que durante el último siglo se perdió el 75%
de la diversidad agrícola mundial. Esta realidad no es ajena en las
comunidades de Cotacachi. Según un informe de la propia UNORCAC de
2013, se están perdiendo variedades de semillas como las de arvejas y
lentejas debido a la modificación de los hábitos alimenticios o el
cambio climático. “Como consecuencia del calentamiento del planeta
tenemos que sembrar a una mayor altitud porque la tierra ya no
produce”, asegura Alberto.
A pesar de
estas amenazas, las mujeres campesinas siguen realizando este ejercicio
de conservar, proteger y resguardar las semillas con la certeza de que
beneficia tanto a la alimentación de sus familias como a la del resto
de la sociedad. “Las semillas son la base de la soberanía alimentaria,
y si nosotros queremos consumir alimentos sanos en las ciudades tenemos
que apoyar esta lucha que es por un proyecto de sociedad alternativa y
por una agricultura diferente a la industrial” concluye Viviana.
Foto: Alicia Tambaco en su huerta en Colimbuela.
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