Autor: Edgar González Ruiz *
El 27 de abril, el papa Francisco
(Jorge Mario Bergoglio) canonizó a dos expontífices del siglo XX: Juan
Pablo II (1978-2005) y Juan XXIII (1958-1963), de tendencias
contradictorias entre sí.
Mientras que Juan XXIII (el italiano
Angelo Giuseppe Roncalli) trató de reformar a la Iglesia Católica y
adaptarla a los tiempos modernos, en contrapartida el polaco Karol
Wojtyla enarboló a lo largo de su pontificado un discurso
ultraconservador, sexofóbico y anticomunista.
Con la canonización de Juan Pablo II,
Bergoglio complace a los grupos antiabortistas y a otros sectores
conservadores, mientras que con la de Juan XXIII mantiene su imagen de
pretendido renovador del clero.
Al margen de los designios pontificios,
con motivo de la canonización, medios de comunicación como la radio y
la televisión, manejados por grandes intereses económicos y políticos,
trataron de magnificar la imagen de Wojtyla y de anular o disminuir la
de Roncalli, quien fuera promotor del Concilio Vaticano II.
Finalmente, y a excepción de los
militantes católicos, las canonizaciones despertaron poco entusiasmo en
un mundo que vive tiempos marcados por el predominio absoluto del
capitalismo, la influencia de internet y la mayor longevidad gracias a
los avances de la medicina.
Actualmente, gracias a internet, se
tiene más libertad para denunciar y debatir la corrupción en el clero
católico, por lo que éste ha perdido credibilidad, es decir, todos esos
factores que contribuyen a minar la autoridad de la jerarquía católica
basada en anacrónicos dogmas acerca de la revelación divina, la
infalibilidad pontificia o la vida de ultratumba.
Una santidad peculiar
A pesar de que el ultraconservador Juan Pablo II siempre fue santo de la devoción
del coro mediático conformado por televisoras, cadenas de radio y
algunos periódicos, hoy en día su gestión es cada vez más cuestionada.
Una de las principales críticas se
refiere a la protección que dispensó a pederastas encumbrados, como el
fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, quien por otro
lado abanderó con entusiasmo las ideas de Juan Pablo II centradas en la
represión de la sexualidad.
Sin embargo, el largo pontificado de
Wojtyla debe ser juzgado desde un punto de vista más general, de
acuerdo con las principales tendencias que promovió el expontífice: la
sexofobia y el anticomunismo.
La oposición al aborto, a los
anticonceptivos y al condón fueron temas cotidianos de las
predicaciones de Juan Pablo II, con lo que la Iglesia de aquella época
se convirtió en el principal obstáculo a los proyectos de salud sexual
y reproductiva.
El otro aspecto de su pontificado fue
su lucha contra el orden socialista, empeño en el que tuvo un papel
protagónico junto con mandatarios estadunidenses como Ronald Reagan y
George Bush.
Puso al servicio de esas causas
deplorables sus privilegiadas dotes mediáticas, por lo que no se le
puede considerar un personaje benéfico para la humanidad.
Días antes de su canonización –a la que
acudieron, entre otros, la esposa de Enrique Peña Nieto y el
expontífice Benedicto XVI– el vocero del Vaticano, Federico Lombardi,
puntualizó que Juan Pablo II fue santo, pero no perfecto, y que en que
en sus 26 años de pontificado hubo aspectos negativos.
Juan Pablo II fue, y sigue siendo,
emblema de los grupos conservadores y de la ultraderecha católica en
todo el mundo. Y el peso de esos sectores dentro del clero explica el
trato privilegiado que recibió al ser canonizado con inusual celeridad
luego de que su sucesor, Benedicto XVI, decretara la dispensa de los 5
años que, según la ley canónica, deben pasar antes del inicio formal de
un proceso de canonización (http://pulsoslp.com.mx/2014/04/23/juan-pablo-ii-fue-santo-no-perfecto-dice-el-vaticano/).
Los grupos antiabortistas lamentaron la
muerte de Juan Pablo II y celebraron su canonización. Magaly Llaguno,
quien fuera dirigente del grupo Vida Humana Internacional, afirmó que
“con la muerte de Juan Pablo II, todos los que trabajamos en defensa de
la vida y especialmente los católicos hemos perdido un gran paladín” (http://vidahumana.org/vida-humana-internacional/item/1192-juan-pablo-ii-%C2%A1palad%C3%ADn-del-derecho-a-la-vida).
Llaguno fue una exiliada cubana que
desde Miami, Estados Unidos, coordinó acciones de grupos antiabortistas
de diferentes países de América Latina, filiales de esa organización.
La canonización de Wojtyla sacó a relucir los resabios medievales de la ultraderecha polaca.
Como se anunció en medios clericales,
un grupo de jinetes de la Hermandad de Bratian, al Norte de Polonia,
viajarían desde ese país para acudir a la ceremonia vestidos con las
armaduras de caballeros medievales, o con uniformes de húsares y ulanos
(Desde la Fe, 895, del 20 al 26 de abril de 2014, página 7).
Dicha participación tiene su
antecedente en la que llevaron a cabo hace 800 años dos gobernantes
prusianos que adoptaron el cristianismo ante el papa Inocencio II
(1130-1143).
La canonización de Wojtyla fue motivo de regocijo para sectores aislados del activismo católico conservador en México.
En León, Guanajuato, donde todavía
tienen algún poder de convocatoria la jerarquía católica y el Partido
Acción Nacional, unas decenas de fieles se reunieron con motivo de las
canonizaciones en una parroquia en construcción dedicada a Juan Pablo
II (www.milenio.com/region/Fieles-canonizacion-Juan-Pablo-II_0_289171182.html).
La canonización de Wojtyla fue también
pretexto para que algunos políticos, como el priísta Eruviel Ávila,
gobernador del Estado de México, cultivaran sus relaciones con la
jerarquía católica. Al día siguiente de las canonizaciones, Eruviel
acudía a la colocación de la primera piedra de los santuarios que se
construirán en honor de Wojtyla en lugares como Ecatepec –tantos años
regido por el millonario obispo Onésimo Cepeda– y Huixquilucan, donde
se ubican exclusivas zonas como Interlomas y Lomas de Tecamachalco.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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